Adrián es un joven cubano de figura menuda que está entre los mil 756 cubanos varados en la frontera norte de Costa Rica. Es un hombre de ojos vivaces, piel blanca y cabello ensortijado.
Llegó hasta el cuarto año de la carrera de Comunicación Social en una universidad cubana. A esas alturas de la carrera, un día le dio por escribir unos artículos sobre el derecho a la libertad de expresión y le preguntó a sus profesores si los podía publicar.
La respuesta que obtuvo fue que “con esas actitudes que tenía no podía ser periodista en Cuba”. Hasta allí llegaron los sueños de Adrián de ser periodista.
El joven salió de la isla hace varios meses porque el sueldo que ganaba como maestro, en el magisterio, no le alcanzaba ni para mantenerse él mismo.
“Cuba no es un paraíso. Si lo es, por qué tantos se van de allí” se pregunta Adrián, quien dice que él va en busca de libertad para expresar lo que él quiera.
Quiere ser periodista pero no uno como los cubanos a quienes les dicen que hay que cambiar tal o cual cifra, qué hay que destacar y qué hay que omitir.
Lo primero que hará al llegar a los Estados Unidos será un blog en el que pueda escribir lo que le dé la gana sin temor a ser encarcelado o a que el régimen cubano le aplique otra sanción por hablar la verdad sobre cómo se vive en Cuba.
Adrián también deja familia en Cuba. Ha dejado padres y hermanos, por eso pidió que no se le mencionara con su nombre real. Su temor es al régimen.
“Ellos guardan todo, archivan todo lo que se habla del régimen; si yo algún día quiero volver a Cuba, es seguro que tendré problemas si el régimen me identifica”, acotó.