En los Andes el canibalismo fue la única opción

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Foto del avión de Uruguay accidentado en Los Andes.

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Por elsalvador.com

2015-12-09 9:39:00

Aunque no está comprobado que José Salvador Alverenga, el náufrago salvadoreño rescatado el 30 de enero de 2014 después de pasar a la deriva en el mar por 14 meses, recurrió al canibalismo, esta práctica no es nueva cuando se trata de sobrevivir.

En los hechos conocidos como “el milagro de los Andes” 16 personas lograron sobrevivir después de haber comido carne de la víctimas fatales de un accidente aéreo.

Esos hechos se registraron el 12 de octubre de 1972, cuando un avión Fairchild de la Fuerza Aérea Uruguaya que trasladaba desde Montevideo a Santiago de Chile a la delegación del club de rugby “Old Christians” y en el que viajaban 45 personas, se estrelló en la cordillera sudamericana.

Dieciocho ocupantes fallecieron en el accidente, y 11 en días posteriores debido a las heridas de gravedad y a un alud de nieve que los sepultó, mientras que dieciséis se salvaron cuando dos de ellos lograron llegar caminando a una zona habitada y pedir auxilio.

En relatos de los supervivientes, estos no dudaron en decir y afirmar que se vieron obligados a comer carne humana para poder sobrevivir. Fue su única opción.

“Si me encontrase de nuevo en la misma situación, en un glaciar de los Andes a 4.000 metros de altitud, sin esperanza de recibir ayuda, ya no esperaría diez días antes de empezar a comer carne humana”, dijo en 2002 el uruguayo Carlos Paez al rotativo romano “La Repubblica”  antes de cumplirse el trigésimo aniversario de la tragedia.

Otro de los supervivientes fue Fernando ‘Nando’ Parrado, uruguayo, quien a los 21 años quedó con su equipo de rugby atrapado en los Andes.

Parrando perdió en el accidente a su madre y hermana, y al igual que el resto que sobrevivieron al accidente, ha contado su historia.

El también tuvo que comer carne humana, pero dice que “no hubo canibalismo, fue supervivencia”, aseguró al diario digital de Colombia El Pilón en entrevista el 23 de mayo de 2010.

Durante los dos meses y medio que el mundo no supo de ellos, Fernando aseguró que “era horrible esa angustia física que sentí durante los 72 días con los músculos apretados, los dientes apretados y ese miedo en el estómago era tenaz. La primera noche después del rescate que me tiran en la cama del hospital en Chile, aún recuerdo como físicamente me relajé. Ahí se me fue el miedo”.