Sin recursos para atender Centro de Rehabilitación

Los beneficiados no reciben terapia ocupacional, y los alimentos son preparados con insumos donados, principalmente por comerciantes de verduras

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Foto Por ??scar Iraheta

Por Cristian Díaz / comunidades@eldiariodehoy.com

2015-12-13 9:00:00

El Centro de Rehabilitación Filadelfia, ubicado en el barrio El Ángel de Atiquizaya, no cuenta con recursos económicos para atender a personas que llegan con problemas de alcoholismo y drogadicción, reconoció el encargado, Rafael Antonio Morán.

Muestra de ello es que  hace diez años no cuentan con energía eléctrica y desde hace cuatro también carecen de agua potable. Ambos servicios fueron suspendidos por falta de pago. Sólo de agua potable adeudan $250.

En las noches se alumbran con velas y para el aseo de las quince personas que están en proceso de rehabilitación, usan agua lluvia, van a los ríos cercanos, o piden a sus vecinos que les regalen.

Las necesidades fisiológicas las hacen en un sanitario de fosa común, lo que genera una plaga de cucarachas. Aunque el lugar  se fumiga, siempre hay una crianza de estas que provoca incomodidad.

La comida es otro obstáculo que deben de superar a diario ya que subsisten de las donaciones que reciben al final de la tarde, principalmente de comerciantes de verduras que no logran venderlas y que le son entregadas al Centro. También piden ayuda de casa en casa.

La falta de refrigeración no les permite que las verduras se mantengan frescas. Son guardadas en un viejo estante.

Morán relató que deben hacer un buen uso de los pocos alimentos que les donan; algunas veces son varios tiempos de comida donde deben ingerir lo mismo.

“Las necesidades no tienen tope.”, reflexionó el encargado del lugar en referencia a la inmensa lista de carestías que enfrentan. La casa donde funciona el Centro de Rehabilitación Filadelfia es arrendada. 

El pago mensual de $150 es realizado por un pastor, quien ya no puede absorber otros gastos del lugar, relató el encargado.

La cancelación de la vivienda es la única ayuda fija que recibe el sitio; aunque ya hubo ocasiones que les han pedido que la desocupen por retrasos en su pago.

Ésta, además, tiene filtraciones de agua debido a lo antiguo de las láminas. Aunque hay obreros, carpinteros, albañiles, mecánicos, y motoristas, entre otros oficios, no pueden reparar los techos por falta de recursos económicos.

Las camas ya están viejas y se encuentran en varios salones; pero en ellos, no existe división entre cada una por lo que no hay privacidad.

Historia

Morán explicó que no siempre hubo tantas limitaciones. El Centro inició a funcionar hace catorce años y llegó a tener tres sedes en Atiquizaya. Cada una atendía entre 20 y 30 internos.

En ese entonces, las personas que estaban en proceso de rehabilitación salían a vender productos de limpieza, chile jalapeño, y chocolate en tablilla, que ellos mismos elaboraban. Lo que obtenían de las ganancias servía para el mantenimiento del lugar.

Sin embargo, aunque no especificó año, dichas actividades comenzaron a decaer y fue entonces cuando  las necesidades  surgieron. También influyó, reconoció Morán, que algunos internos se llevaban el producto.

Ahora lo que piden es ayuda para lograr, por ejemplo, una donación de ropa usada para salir a vender y así generar ingresos para el lugar. 

El Centro de Rehabilitación sólo pide buena conducta como requisito; pero sobre todo tener la voluntad de dejar la droga y el alcohol.

Ellos no cancelan nada y como parte de la rehabilitación únicamente reciben aspectos espirituales.

Por ello, aseguró el encargado, también necesita ayuda para impartir talleres que mantengan ocupados a los internos que no tienen obligación de permanecer las 24 horas del día en el sitio.

“El 70 por ciento (de las personas) se mantienen firme, aunque no es fácil vivir en una casa sin agua, sin luz; están suspendidos porque no tenemos ingresos, no trabajamos, no nos ofrenda ninguna iglesia, no nos apoyan”, señaló Morán.

También dijo que ni se atreven a hacer cuentas para saber cuánto dinero requieren para cubrir las necesidades cada mes, porque argumentó que “con los números nos podemos quedar”, en referencia a la escasa ayuda que podrían recibir.

Uno de los beneficiados, Jesús Salomón Murillo, expresó que desde hace ocho meses visita el Centro; aunque  a veces lo abandona por recaer en el alcoholismo.

Murillo ratificó la petición de ayuda, en materia prima, para elaborar productos que puedan comercializar. “No hay fondos, no hay ventas. Nos mantenemos gracias a la gente caritativa que nos echa la mano”, señaló el hombre de 49 años y panadero de oficio.