Centro histórico, campo de batalla de la MS y la 18-R

En los últimos tres meses, en el sector conocido como Centro Histórico se ha registrado más de 30 asesinatos, la mayoría cometida por y contra miembros de esos grupos criminales.

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Por El Diario de Hoy

2015-12-21 4:15:00

Caminar entre la calle Rubén Darío y el bulevar Venezuela, y entre el parque Bolívar y la Plaza Gerardo Barrios es una actividad de alto riesgo. Mucha gente no lo sabe y por eso ha muerto asesinada.

En ese cuadrante están los mercados Sagrado Corazón y Central, minas de dinero para la pandilla 18 Revolucionarios y dos clicas de la Mara Salvatrucha. Una de esas es la Centrales Locos Salvatruchas (CLS), de la que se sabe es una de las agrupaciones que le genera mucho dinero a esa agrupación criminal.

El cuidado de la “mina de dinero” obliga a las dos agrupaciones a ser celosos con su territorio. Caminar entre miles de vendedores y de compradores es un riesgo. No sabes quién te va a sacar una pistola y te disparará.

Eso pasó recientemente con el asesinato de Angélica María Aguilar Rico, de 42 años: un joven se le acercó por atrás mientras ella atendía a un cliente. Cuando se volvió, lo último que vio fue la pistola. Tres disparos.

La calle Gerardo Barrios y la 7a. Avenida Sur es como una ratonera para los vendedores. En las primeras dos semanas de diciembre han asesinado a no menos de cinco. 

Amigos que venden sobre esa calle conocen quiénes son los gatilleros, los sicarios de la clica Centrales Locos Salvatruchos (CLS) y de los Peatonales Locos Salvatruchos (PLS) los dos grupos que controlan la mitad poniente del mercado Central y por completo el mercado Sagrado Corazón, hasta la plaza Hula Hula hacia el norte.

Hasta hace menos de tres años, el mercado Sagrado Corazón era un territorio dominado por “los banderos”, gente que se dedicaban al robo de furgones con mercaderías, hasta la venta de drogas y armas. Fusiles, inclusive. La banda de Los Osos, Los Pericos…

Pero luego de una larga y silenciosa guerra, hoy son los miembros de la CLS y PLS quienes se quedaron con esos “negocios” y, además, idearon rentear a las decenas de miles de vendedores, que van desde los comercios formales, aquellos que tienen un  “pequeño” almacén sobre una acera, hasta la señora que viene de Panchimalco a vender güisquiles en un canasto. Ahí no hay evasión. Solo están exentos los parientes cercanos de los mareros. Los negocios de cabecillas.

Más allá de las líneas enemigas

Pero en ese sector no solo matan a los vendedores que se resisten a pagar la extorsión. Todo ese sector es una trampa para cualquier persona que parezca sospechosa de pertenecer a una agrupación enemiga. Sucede tanto en el sector de la 18 Revolucionarios como en el de la MS.

Cualquier hombre joven es sospechoso de ser un rival. Ejemplos de eso hay muchos. El último caso que recuerdo fue el homicidio cometido el 21 de noviembre anterior sobre la calle Gerardo Barrios y la 13a avenida Sur con un joven que llegó a visitar unos parientes. La policía explicó que no tenía registros  como miembro de pandilla.

Cualquier vendedor o comerciante sabe el peligro que existe, mayormente, para los hombres foráneos que visitan el Central y el Sagrado Corazón. Y esto incluye las decenas de cuadras ocupadas como mercados.

Hace unas semanas, Víctor decidió acompañar a su mujer al Sagrado Corazón donde le harían un pedicure. Los precios allí son mucho más convenientes que en cualquier salón de belleza. Tres dólares por un tratamiento de pies.

Cómo la mujer andaba con zapatos cerrados, le pidió a Víctor que le fuera a comprar unas sandalias para no arruinar el esmalte que le habían colocado. Unas sandalias de las más baratas, sólo para llegar donde habían dejado el auto.

Por suerte, la cosmetóloga escuchó y le recomendó que no saliera. Que mejor le diera el dinero y ella iría a comprarlas. Al regresar la mujer explicó que los mareros o pandilleros matan a cualquier desconocido. O cuando menos, lo privan de libertad, lo meten en cualquier lugar sustraído de la vista de los transeúntes, para interrogarlo y, generalmente, luego viene la muerte.

Incluso, vendedores ambulantes son asesinados por andar deambulando con sus mercaderías más allá de las líneas enemigas procurando vender un par de dólares más.

Pero las maras no perdonan eso, no entienden de la necesidad. Creen que todo mundo entra a sus territorios para espiarlos.

¿Y qué hay de las decenas de vigilantes privados con uniformes grises, de policías y militares que patrullan el mercado Central y sus alrededores? De poco sirven. Cuando los criminales dicen que van a matar a alguien, lo matan.  

Son como fantasmas. Sólo se les ve disparando sus armas contra alguna persona. Luego se pierden en los laberintos del mercado. Y entre los mismos vendedores tienen cientos de pares de ojos que les ayudan a vigilar en contraposición a las cámaras instaladas en las calles de las que se auxilia la Policía. Y estas poco hacen.

Me lo dijo un  oficial de la PNC, en la tarde del viernes 4 de diciembre, luego de que en menos de una hora, en el centro de San Salvador mataran a tres hombres, dos de ellos, miembros de la MS.

A veces las cámaras no logran captar cuando los asesinos se cambian de ropa o esconden las armas entre los canastos. Lo impiden las amplias sombrillas o velachos que tienen los vendedores par cubrirse.

Eso pasa en los confines de los grupos de la 18 R o de la MS el Centro Histórico, en las cientos de cuadras que conforman el centro de San Salvador, de las cuales muchas son ocupadas como mercados. Y por las maras o pandillas como fuentes de extorsión.