Salvadoreños en el exterior, entre la nostalgia y multiculturalidad

La nostalgia por la comida, lugares y paisajes, así como el reconocimiento del sacrificio por el presente y futuro de sus hijos, son sentimientos compartidos por los compatriotas.

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Un grupo de salvadoreños en el extranjero compartieron sus experiencias con El Diario de Hoy y nos contaron qué significa para ellos ser un salvadoreño fuera de su país.

/ Foto Por elsalv

Por Carmen Molina Tamacas

2015-11-26 10:52:00

El 26 de noviembre, por decreto legislativo, se celebra el Día del Salvadoreño en el Exterior. El dolor por la familia y amigos lejanos, la nostalgia por la comida, lugares y paisajes, así como el reconocimiento del sacrificio por el presente y futuro de sus hijos, son sentimientos compartidos por los compatriotas.

Savannah tiene siete años. Vive en el hogar formado por su madre, Elba Velez (hija de madre salvadoreña y padre boricua), y su padre, Brian Barret, de origen peruano e irlandés.

Además de la escuela regular, Savannah atiende clases de ballet en una academia italiana ubicada en Brooklyn. “Uno se siente más americano porque nos incluyen”, dice Elba, al preguntarle cómo se siente de participar en los recitales y desfiles.

Savannah Barret tiene la herencia cultural salvadoreña, boricua, peruana e irlandesa. Vive en Nueva York con sus padres, Elba Velez y Brian Barret. Foto: C. Molina Tamacas

La niña es tímida pero muy sonriente; nadie pensaría que los ojos verdes, tez blanca y cabello rubio sean producto de la herencia de su abuela salvadoreña, Elba Ruiz, quien dejó El Salvador en los años 60 y tiene ancestros españoles.

Para muchos salvadoreños que viven en Nueva York -y en el mundo-, la vida cotidiana tiene el componente de la multiculturalidad.

Algunos mayores, especialmente los que emigraron antes del conflicto armado, añoran el tiempo pasado, la vida tranquila en oposición al frenesí de esta metrópolis y se aferran a la gastronomía tradicional. “Mi hija y sus primos comen frijoles con tortilla porque mi mamá no le cocina nada especial a nadie”, dice por su parte Seyda Funes.

Seyda Funes, de 32 años. Llegó a EE.UU. de seis meses de edad. Foto: C. Molina Tamacas

Esta enfermera de 32 años, vive en la zona de Brooklyn conocida como Gravesend y reconoce el valor de ser bicultural. “Para mí, ser una salvadoreña viviendo aquí en Estados Unidos es como un orgullo porque tengo dos culturas diferentes: tengo lo de mis padres, que son salvadoreños, y las costumbres de ellos son bien antiguas, y tengo la cultura aquí de los americanos y la oportunidad de que todavía tengo familia allá y puedo ir allá”, destacó.

No obstante, añadió que en la medida que su familia se amplía, se suman otras nacionalidades y tradiciones.

Algunos connacionales sienten desconfianza o recelo de relacionarse con personas de otras culturas; pero si uno realmente quiere salir adelante, debe integrarse y abrirse a las experiencias, indicó por su parte Aracely Sánchez, una profesora de música originaria de Santa Tecla, quien está al frente de la organización cultural “Visión Cuscatleca”.

Aracely Sánchez dirige en Nueva York la organización “Visión Cuscatleca” y recibió un homenaje por ser una de las “Cien Migrantes Exitosas”, en 2015. Foto: Cortesía

Sánchez tiene una larga trayectoria de rescate y promoción de las tradiciones salvadoreñas; también forma parte de un coro judío, donde interpretan canciones en hebreo, yiddish y ladino. Su trabajo y dedicación fue reconocida con el galardón “Cien Migrantes Exitosas”, instituido este año por el Ministerio de Relaciones Exteriores a propósito del 26 de noviembre, cuando se celebra por decreto legislativo el Día del Salvadoreño en el Exterior.

El Consulado salvadoreño en Manhattan también homenajeó a Romelia Morales, de 71 años, quien desde hace varios años ha donado sus conocimientos en el área contable y de control de calidad en los procesos documentales de la entidad.

La experiencia de vida es distinta para todos; para quienes tienen poco tiempo de haber llegado sin esperanza de un estatus legalizado, la prioridad es la subsistencia y ayudar a sus parientes que viven en El Salvador. “Allá trabajaba en una óptica, aquí trabajo de limpiar casas porque ni modo”, dice Santos Beatriz Amaya, quien comparte la vivienda con su cuñada,  Amanda Romero, ambas vecinas en Soyapango.

Las remesas que envían los salvadoreños en el exterior a sus familias no han recuperado el crecimiento que tenían antes de la crisis económica mundial. Diálogo Interamericano prevé que las cifras repunten; entre  enero y septiembre del presente año totalizaron 3,154.9 millones de dólares.

Las salvadoreñas Amanda Romero (izquierda) y Santos Beatriz Amaya, comen tamales y toman chocolate caliente en un restaurante guatemalteco de Brooklyn, Nueva York. Foto: C. Molina Tamacas

Otros, como José P., de 23 años, resienten el maltrato que han sufrido por parte de las autoridades, al ser detenidos por ingresar indocumentados a Estados Unidos.

El compatriota sobrevivió a un accidente en McAllen, Texas, en 2012. La camioneta -repleta de inmigrantes centroamericanos- se salió de la vía; allí perdió la vida un primo con quien había emprendido la travesía guiados por coyotes; tras el accidente donde resultó gravemente herido, José fue arrestado. “En la primera presentación que tuve con inmigración yo me retrasé un día porque no pude viajar por problemas climáticos, entonces el oficial que me atendió en Los Ángeles me dijo que me deportaría porque le había faltado el respeto y yo por el momento le pertenecía  a él”, relató.

En El Salvador, José se dedicaba a labores agrícolas. Al llegar a Nueva York, donde ya se encontraban sus padres y una hermana, aprendió el oficio de pintar y trabaja en la industria de la construcción. “Nueva York es bonito pero no se puede vivir igual que en El Salvador por el espacio; lo caro no es tanto porque en El Salvador muchas cosas están llegando casi al mismo precio que acá”, reflexiona.

Aunque todavía tiene pendiente la última audiencia con el juez de inmigración -que aguarda con la esperanza de la residencia permanente- José destaca que la nostalgia no es más fuerte que la sensación de “poder respirar con tranquilidad sin presión de nada”.

Sentimiento y compromiso

La crisis económica, los desastres naturales y la necesidad de superación personal han incidido en la ubicación de salvadoreños en casi todo el planeta. Desarrollan todo tipo de oficios y profesiones y aunque muchos viven con nostalgia por la patria que les vio nacer, se integran a las nuevas culturas para salir adelante.

A propósito de la efeméride, elsalvador.com extendió una invitación para que los compatriotas expresaran qué significa para ellos ser salvadoreños en el exterior.

Mónica Martínez es pionera de la política salvadoreña en Long Island. Este mes de noviembre fue reelecta en su cargo como legisladora del condado de Suffolk, Distrito 9 de Nueva York, que incluye la zona este de Brentwood, Bay Shore y Central Islip, con gran concentración de inmigrantes centroamericanos.

“Ser salvadoreña en el exterior significa un compromiso para responder al sacrificio que mis papás hicieron al dejar a sus  hijos en la tierra de su corazón. También es una responsabilidad de superación personal, haciendo cosas para mejorarnos y abrir nuevas oportunidades en los Estados Unidos para nosotros como salvadoreños”, declaró a elsalvador.com.

Después de Estados Unidos, Canadá es el segundo país con más salvadoreños. En las distintas provincias viven unos 50 mil y la gran mayoría emigraron con programas de acogida durante la guerra. Desde Edmonton, Alberta, Zaira Laurice Bolaños manifestó: “Yo soy salvadoreña, pero a veces siento que no soy ni de aquí ni de allá. Es como si hubiera perdido algo en el camino; y es que sí extraño muchas cosas, familiares y amigos que están en El Salvador, me encantan las pupusas, me intereso por lo que acontece en mi país y cuando veo una bandera azul y blanco me sonríe hasta el alma, o cuando escucho el Himno Nacional o el carbonero, los escucho con el corazón hecho puñito, etc. pero al llegar allá, a  ‘L’amada patria’, aunque coma todos los días los deliciosos platanitos refritos, ceviches y gallina india, me doy cuenta de que ya no pertenezco a ese lugar, que me convertí en la visita condenada a sentir nostalgia porque el presente de El Salvador ya no es mi presente. Mi vida ya no encaja allí”, dijo vía electrónica.

Bolaños lleva 18 años y medio viviendo en Alberta, provincia donde los inviernos son extremadamente duros, y trabaja en el área de apoyo a la comunidad con discapacidades físicas y/o mentales. “Soy una salvadoreña en el exterior, que ganó madurez, estabilidad, tranquilidad y seguridad, pero que al hacerlo dio paso a una brecha que crece con los años, y no hay Facebook ni Skype que pueda cerrarla”, apuntó.

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En el perfil de Facebook de elsalvador.com también llegaron muchos comentarios en los que los salvadoreños de la diáspora reclaman a los gobiernos por no garantizar seguridad y servicios básicos para que la población tenga una mejor calidad de vida.

“Mi orgullo de ser salvadoreña es porque lo caracterizan los canadienses por ser una persona muy trabajadora, humilde y muy honrada”, dijo en un video vía Whatsapp, Silvia Noemi Vidal, desde British Columbia.

“Salí de mi país hacia Canadá junto con toda mi familia hace 30 años cuando la guerra estaba en su apogeo y para mi dejar El Salvador significa haber dejado atrás todos mis recuerdos de niño, mis costumbres y muchos de los mejores momentos de mi vida, pero también haber dejado mi país significa libertad, mejor vida para mis hijos y para el resto de mi familia, el vivir fuera de El Salvador también significa mejores oportunidades de trabajo y de educación, pero a pesar que Canadá me recibió con los brazos abiertos, yo sigo siendo Salvadoreño de corazón y jamás olvidaré de donde vine y adonde nací”, comentó por su parte el usuario WC Herrera.

Desde California, Samuel Salmerón declaró: “En lo personal, ser salvadoreño en el exterior significa tener que negarme a muchas cosas de las que amo, a mi comida, mi gente, mis tradiciones, mi cultura, para poder darles un mejor futuro a ustedes, a las personas que amo”.

En Luisiana, Juan Pablo Ramos, originario de San Miguel, añadió: “significa mucho, poner al país mucho más alto que otros; es un orgullo porque es un país trabajador, que día a día se levanta a buena hora a trabajar, por cada uno de nuestros hijos. Bendiciones a mi gente salvadoreña”.

Melissa Juárez ha organizado distintas actividades para conocer a más salvadoreños por el mundo. En esta ocasión, realizaron un baile típico en España. Foto: Cortesía

“Vivir fuera de nuestro país es un reto muy grande porque hemos tenido que enfrentarnos a un idioma nuevo, a un clima diferente y a una cultura diferente, pero aun así hemos tratado de mantener nuestras tradiciones, como escuchar y bailar nuestra música, comer nuestros platillos típicos y cuando juega La Selecta nos ponemos la azul y blanco, cantamos el Himno y seguimos apoyando. Muchos hemos dejado nuestro país por buscar un futuro mejor pero yo sigo extrañando mi tierra, sigo extrañando mi gente”, dijo César Ortiz, en Long Island, Nueva York.

“Somos salvadoreños de corazón”, dijo en su mensaje enviado por video desde San Francisco, California, por la niña Fiorella Arias, de 6 años.

Johnathan Herrera compartió un video de la cena del Día de Acción de Gracias en Fredericksburg, Virginia. En las imágenes enviadas por Whatsapp, el joven muestra un panorama de la cena, en la que no se compartió el tradicional pavo, sino “panes salvadoreños”.

Desde México, Oscar Rolando Arias Hernández dijo que “negar la tierra donde se nació es mutilar su personalidad. Yo me encuentro viviendo en México y cada vez que hay lugar de hacer destacar mi Pulgarcito lo hago con mucho orgullo”.

“Es difícil a veces porque ser extranjero le dificulta unas cosas a uno pero ahí vamos. Vivo en Guatemala pero gracias al cielo aquí me va muy bien”, compartió por su parte el usuario Master Pize Flores.

En el extremo sur del continente, Abraham Daura, comunicador quien se desempeña en una empresa de textiles para cama y hogar, en Buenos Aires, capital de Argentina, destacó que la comunidad salvadoreña es pequeña. “Ser un salvadoreño en el exterior es una responsabilidad, ya que son muy pocos los compatriotas que viven allá, comunicar sobre nuestro país con corrección y libertad sabiendo lo que somos”, dijo en un video vía Whatsapp.

Celina Castro, quien también recibió el reconocimiento como Inmigrante Exitosa, envió un mensaje desde Brasil. “¡Algún día voy a regresar a Santa Tecla!”, exclamó apuntando a un mapa gigante de El Salvador ilustrado con objetos típicos y tradiciones.

Los mensajes más lejanos pero no menos importantes llegaron desde Asia, donde los compatriotas buscan nuevos horizontes. Jasmín de Takahashi se ubicó con una bandera nacional en una transitada calle de Tokio para enviar este mensaje: “Para mí ser salvadoreño es ser una persona honrada, trabajadora, orgullosamente salvadoreña”.

Asimismo, Luis Alfredo Alfaro, quien emigró siendo un estudiante becario. “Ser un salvadoreño viviendo en el extranjero significa levantarme cada día, dar lo mejor de mí, ponerle todas las ganas y representar a nuestro Pulgarcito de América y demostrar que sí hay potencial y que nuestro El Salvador puede seguir adelante y un día va a ser una potencia mundial”, puntualizó.