Maras operan en antiguos bastiones de la exguerrilla

Solo en el cantón Agua Zarca, de Torola, hay unos 30 mareros, dicen la Policía y vecinos. Hijos o nietos de excombatientes están ahora inmersos en la vorágine de violencia

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Una estudiante y un Agricultor Excomabtiente han sido algunas de las víctimas de la violencia en la zona norte de Morazán, familiares y amigos los recuerdan y la población está alarmada, temen que la localidad se vuelva un campo de batalla para las pandillas.

/ Foto Por elsalv

Por Jorge Beltrán Luna

2015-10-18 5:33:00

Hasta agosto del 2013, solo en Meanguera y Jocoaitique, departamento de Morazán, había presencia permanente de la Mara Salvatrucha (MS-13). En los otros seis municipios de ese departamento, al norte del río Torola, solo hacían incursiones solapadas con el afán de reclutar jóvenes de esos lugares.

Hoy ese flagelo se ha extendido hasta los cantones más fronterizos con Honduras a tal grado de que policías de esa zona hablan de decenas de mareros asentados en cada municipio y muchos colaboradores.

“Hasta hace como un año hacia atrás, estaban viniendo de (San Francisco) Gotera, de la colonia San José, de Las Flores. Venían seguido, se perfilaron (ficharon)… Hoy ya no vienen, pero dejaron la semilla, solo vinieron a conquistar gente”, afirmó una fuente policial conocedor de la situación de inseguridad que vive el norte de Morazán.

De acuerdo con las fuentes policiales consultadas, persiste la presencia de la Mara Salvatrucha en ese territorio. No hay integrantes de otras pandillas.

Los policías destacados en ese sector dicen que están haciendo lo que pueden: dar charlas en centros escolares para contrarrestar el ingreso de jóvenes a las pandillas. Pero la escasez de personal hace que esos esfuerzos sean insuficientes como para evitar que en los centros escolares de los ocho municipios haya decenas de simpatizantes de las maras.

En Arambala, por ejemplo, aunque es uno de los municipios donde desde el final del conflicto armado no se registran muertes violentas, los policías dan cuenta de que al revisar cuadernos de adolescentes, en más de una ocasión han hallado grafitis dibujados.

En los teléfonos celulares, muchos jóvenes andan música que resulta ser una apología (alabanzas) para la pandilla, sus crímenes y su forma de vida.

¿Qué pasa al norte del río Torola?

¿Por qué en una zona donde hace tres años sus habitantes se escandalizaban con los hurtos, los robos, uno que otro caso de violación, en diez meses ha habido 28 homicidios y más de una docena de desaparecidos? ¿Qué pasó con la Ciudad Segundo Montes, que era alabada como un modelo de comunidad?.

Respuestas a esas preguntas surgen fácilmente de los mismos vecinos y líderes comunales, cuando se conversa con ellos sobre el detrimento de las condiciones de seguridad.

En la misa de nueve días del asesinato de José de Jesús Romero Márquez (Comandante Nolvo),  el sacerdote de origen belga, Rogelio Poncel, dio pistas sobre las causas de la violencia en ese sector. 

En su homilía, Poncel dejó claro que los más involucrados en la violencia que azota la Ciudad Segundo Montes (Meanguera) son los jóvenes, hijos de excombatientes.

“Tenemos que hacerles un llamado para que vuelvan a este redil, por así decirlo… Al fin y al cabo, tengo entendido que son nuestros hijos y nuestros jóvenes”, afirmó el sacerdote.

Poncel recordó que Nolvo, el exguerrillero, hizo un llamado a los jóvenes dos días antes de que lo mataran. El excomandante guerrillero los exhortó a que abandonaran el camino de la violencia.

Pero mientras Poncel se decanta por hacer conciencia en los jóvenes para que estos se alejen de la violencia, hay vecinos que prefieren proponer una forma drástica para combatir las causas de la violencia. 

“La  Comunidad Segundo Montes ahorita es un barco sin control, pero tal vez al ver que están sucediendo cosas graves, tal vez los veteranos más viejos deciden retomar el control; pueden comenzar a tomar la idea del exterminio. Ahorita no hay gente que oriente qué hacer”, explicó un joven cuyos padres son veteranos de guerra, excombatientes del ERP, y que ha sufrido en su familia el golpe de los asesinatos y desapariciones por parte de miembros de la pandilla que acecha la zona. 

Otros vecinos aseguran que los veteranos fundadores de la ciudad Segundo Montes han perdido la visión de lo que querían hacer de esa comunidad. 

“Algunos veteranos hoy andan en transas de drogas, mientras que de otros lados vienen jóvenes a influir a los nuestros”, indicó una joven hija de veteranos guerrilleros del ERP.

Otra posible causa sobre el involucramiento de jóvenes con la MS-13 podría ser la migración de los padres hacia los Estados Unidos.

En Jocoaitique existen varios casos de adolescentes que han sido asesinados o están desaparecidos, cuyo denominador común es que han crecido con los abuelos o los tíos, pues sus padres han emigrado.

Cerro Pando, El Moscarrón, El Mozote… infestados de mareros

En el cantón Agua Zarca del municipio de Torola, los gigantescos grafitis son visibles hasta frente a la iglesia católica del lugar, a la orilla de la carretera. Según vecinos y policías de la zona, en esa comunidad hay aproximadamente 50 miembros de la MS-13. A finales de julio, la Policía cercó una casa que los mareros ocupaban como guarida y capturaron a unos de 30 miembros de esa agrupación criminal. La mayoría de ellos recuperó su libertad a los pocos días.

A Agua Zarca llegaron con las mismas mentiras: a los pobladores les dijeron que no temieran, pues ellos llegaban para cuidarlos. 

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Esa es la forma suave con que han llegado a Torola, municipio fronterizo con Honduras. En la zona rural de ese poblado han asesinado a tres jóvenes. El último crimen fue cometido a finales de septiembre, en el caserío El Moscarrón, cantón Agua Zarca, según informes de la Fiscalía General de la República.

Pero si en Torola, Perquín y San Fernando han entrado con la falacia de proteger a la población, en Jocoaitique y Meanguera han irrumpido a fuerza de asesinatos y desapariciones. Eso hacen con los jóvenes que no quieren involucrarse con ellos,  que se han arrepentido de pertenecer o colaborar con esa agrupación o con quienes sospechan que los han traicionado.

En el caso de Meanguera, los cantones más afectados por la presencia de mareros son La Joya, La Guacamaya y el caserío San Luis. Las autoridades no tienen un estimado de cuántos hay en esa zona, porque muchos llegan de la colonia Las Flores y otros lugares de San Francisco Gotera. Otros llegan a encaletarse (refugiarse) en zonas montañosas para evadir órdenes de captura, afirman. 

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En Jocoaitique, los lugares con más presencia de mareros son la colonia ACAEM y los caseríos El Quebracho y El Aguacatal.

A diferencia de Meanguera, donde se han cometido 15 asesinatos este año, en Jocoaitique son más los desaparecidos, todos jóvenes, entre quienes se cuenta a Manuel de Jesús Alemán, alias El Gordo, quien se presume era el principal cabecilla de la zona antes de desaparecer, hace aproximadamente tres meses.

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Pero Jocoaitique también es diferente a Meanguera. Mientras en este municipio la gente comienza a organizar marchas contra la violencia, en Jocoaitique, las madres de los desaparecidos tienen temor a denunciar, no sea que crezca el número de tumbas clandestinas en el sector conocido como La Antena, en Jocoaitique; o en el cerro que está cerca del Museo de la Revolución, en Perquín. Esos dos lugares son señalados como los sitios donde los mareros entierran a sus víctimas.