Dos asesinatos que golpearon a una familia

Un hombre de 40 años fue ultimado ayer, mientras cavaba la tumba para sepultar a su pariente, quien fue asesinado el martes. El ataque fue en un cantón de Izalco, en Sonsonate.

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José Alfonso Mauricio, de 35 años, fue asesinado mientras cavaba la tumba para enterrar a su primo, en el cementerio Talcomunca, Izalco, Sonsonate.

/ Foto Por elsalv

Por Diana Escalante

2015-08-19 9:21:00

En un lapso de 26 horas, una familia que vive en el cantón Talcomunca, en Izalco, Sonsonate, perdió a dos de sus miembros a manos de las pandillas.
José Alfonso Mauricio, de 40 años, salió ayer por la mañana del caserío Los Sitios rumbo al cementerio del cantón, a tres kilómetros de su casa.

Junto con cuatro vecinos, él llegó a cavar la tumba donde más tarde sepultarían a su sobrino Alexis Ramos Catalán, de 21 años, quien fue asesinado el martes pasado.

Mauricio y sus compañeros se habían turnado para extraer la tierra de la fosa; cuando a él le tocó descansar se sentó en un sepulcro cercano. 
Segundos después, cuatro hombres con apariencia de pandilleros, y portando dos pistolas y una carabina, llegaron hasta donde ellos y les preguntaron a dónde vivían.

Los hombres respondieron que en Los Sitios, un lugar asediado por la mara 18, contraria a la que delinque en la zona del cementerio, según la Policía.
Para suavizar el momento de tensión, José Alfonso le habría intentado decir a los delincuentes que al terminar el agujero se marcharían.

Uno de los pandilleros  lo insultó porque se atrevió a hablar sin que se lo pidieran y con una actitud de matonería le asestó varios disparos.
La primera reacción de los  vecinos de la víctima fue auxiliarla pero los delincuentes les advirtieron que si lo hacían también los matarían.

Antes de escapar, le dijeron a los pobladores que la última persona a la que podrían enterrar en el lugar sería al sobrino de José Alfonso.

Tercer ataque de maras en siete meses
Alexis Ramos Catalán salió a trabajar en una finca, la mañana del martes, tras despedirse de su esposa (quien tiene dos meses de embarazo) y de su hijo de cuatro años.

Cuando se había alejado unos metros de su modesta vivienda fue interceptado por sus verdugos en un tramo desolado.
Sus familiares oyeron varios disparos y no dudaron en salir a buscarlo. Lo encontraron agonizando.

Con pesar, el padre de Alexis recordó ayer -mientras esperaba frente al camposanto que las autoridades terminaran de procesar la escena donde fue ultimado Mauricio- que en enero su hijo sufrió otro ataque de las pandillas.

Esa ocasión, el joven estaba cortando unos pitos cerca de la casa cuando dos hombres que no eran de la zona lo vapulearon sin razón aparente.
Lo dejaron moribundo. Sobrevivió de milagro, porque pasó en estado de coma unos 15 días.

“Lo golpearon tanto que quedó como demente. No podía trabajar, así que su papá lo mantenía a él y a su familia”, relató entre sollozos una familiar de Alexis.

La necesidad de alimentar a su familia, hizo que Ramos saliera a trabajar, hace dos semanas,  pese a los achaques de salud que le quedaron tras la golpiza.

Éxodo y zozobra entre los pobladores
Tras la advertencia que hicieron los pandilleros que mataron a José Alfonso, sus familiares dijeron no saber cómo harán para sepultarlo, pues el cementerio donde lo asesinaron es el único que hay en la zona.

El hombre, al igual que la mayoría de lugareños, se ganaba la vida haciendo labores agrícolas. Tenía varios hijos, pero tres dependían económicamente de él porque son menores de edad.

Sus parientes se lamentaron porque su muerte pudo haberse evitado.
Ellos relataron que, en la madrugada, le pidieron a Mauricio que se encargara de hacer los trámites en la Alcaldía para poder sepultar a su sobrino. Sin embargo, él les dijo que mejor se iría con sus vecinos al cementerio a preparar la tumba.

“Dios nos presta la vida y solo él sabe cómo hace las cosas”, dijo resignada una pariente de la víctima. 

El entierro, que estaba programado para las 10:00 a.m., se pudo realizar hasta pasadas las 4:00 p.m. La ceremonia fue breve, pues temían que pudiera ocurrir otra desgracia mientras estaban ahí o en el trayecto a sus hogares.

Algunos pobladores del cantón Talcomunca manifestaron que viven en constante zozobra por el actuar de las pandillas en la zona.
En los últimos meses, varias familias se han visto obligadas a abandonar el lugar porque fueron amenazadas por los delincuentes o para evitar ser las próximas víctimas de estos grupos.

“Las casas ahí han quedado vacías, hemos visto partir a mucha gente que ni siquiera los animalitos se pudieron llevar”,  relató un poblador.
Los afectados denunciaron que, pese a que la zona está cerca del centro penal de Izalco, la presencia policial y militar en la zona es casi nula.