El 22 de abril es el día mundial de la Tierra y el 5 de junio es el día Mundial del Medio Ambiente. Dos fechas que deben servir para reflexionar e impulsar acciones. Sufrimos severos cambios ambientales que pueden reducirse si cambiamos un poco nuestras prácticas diarias.
La tierra nos regala sus bondades o nos castiga como causa y efecto de nuestra actitud.
Por lo tanto, el más intelectual o financiero o el más miserable e ignorante son trascendentes para mantener un sistema ecológico sostenible. Todos somos importantes para lograr una mejor calidad de vida o generar una degradante y penosa vida.
Todos contaminamos en determinado grado, todos deforestamos. El agua, los animales y las plantas han existido como moradores de la tierra desde antes que el hombre apareciera y cuando desaparezcamos, seguirán existiendo. Hay que reflexionar y tomar acción.
Lo que debemos hacer es buscar una armonía entre nuestra existencia y la tierra,
Esfuerzo sencillo
Desde las aspiraciones humanas, el planeta se esta degradando aceleradamente y todos nos debatimos en la incertidumbre de qué es lo que debemos hacer o quién es el culpable de tal o cual desgracia.
Debemos trabajar en beneficio de las actuales y futuras generaciones. Sembrar una planta, es una manera de hacerlo, ya sea de forma personal o por responsabilidad social, fomentando proyectos de financiar cultivares de árboles, que son las máquinas de dar oxígeno, fuentes de toda medicina y la seguridad alimentaria.
En El Salvador contamos con una enorme riqueza de plantas que felizmente se desarrollan sin demasiados cuidados y que nos permiten ayudar a la tierra para que sea un ecosistema abundante de la biodiversidad tropical en plantas y animales con una abundante fuente de alimentos.
Por ejemplo, sembremos bastiones autóctonos como matazano, irayol, nacascol, quebracho, chaperno, maquilishuat, ojushte, tempisque, güiligüiste, chaya, bario, san andrés, pulcherima, pacen, mango, zapotillo, guapinol.
Igual se puede hacer con philodendros, quiebramuela, cacao, madrecacao, plumeria, pepenance, marañón, achiote, arrayán, caimito, caoba, cedro, carreto, cincho, ceiba, guachipilín, leucaena, jacaranda, loroco, magnolio, manzana rosa, papaturro, pepeto, volador o muchas otras que no requieren de grandes cuidados y pueden cambiar en pocos años el paisaje más estéril, por una área fértil con mantos acuíferos protegidos.
La calidad de vida de un pueblo se mide por la calidad de su medio ambiente.