Peregrinos tras los pasos del beato

Con alegría y esperanza miles de salvadoreños y extranjeros se regocijaron con el espíritu de Monseñor

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También vinieron salvadoreños residentes en Australia. Foto EDH / Douglas Urquilla

Por Juan José Morales Violeta Rivas

2015-05-23 8:00:00

Nidia Walas y el padre Raúl Eduardo Gabrieli son dos peregrinos que se disponían a ubicarse en uno de los tramos de la alameda Roosevelt para poder presenciar la beatificación ayer a las 7:00 de la mañana. Ellos iniciaron su camino desde la basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, hasta llegar a El Salvador donde llevan en peregrinación a la Virgen de Luján, patrona de Argentina.

“En este día tan especial para El Salvador, la patria grande los acompaña para celebrar esta fiesta”, dijo con júbilo el padre Gabrieli mientras mostraba la imagen de la Virgen de Luján que lleva en sus peregrinaciones dentro de un relicario.

Los peregrinos de Honduras viajaron en dos buses y llegaron al país a las 4:00 de la madrugada, como representantes de las parroquias de Nacaome, Goascorán y Amapala. Solo del departamento de Valle eran 65 personas las que llegaron, entre catequistas, miembros de pastorales grupos juveniles y Legión de María.

Norma Suyapa Henríquez, religiosa del Santo Rosario dijo que para ellos era una inmensa alegría venir a El Salvador y estar en celebración donde la Iglesia reconoció a Monseñor Romero como beato.

Pero peregrino no solo fue aquel que cruzó fronteras. También la familia Cruz Castro que viajó desde la tierra natal del beato, Ciudad Barrios, San Miguel, o los esposos Rodríguez que decidieron salir de madrugada de La Unión para estar justo a las 10:00 de la mañana en los alrededores de la Plaza Salvador del Mundo.

“No importa el desvelo, el cansancio o el sol, nos estamos dando un baño de júbilo con la dicha de que el beato está entre nosotros”, reflexionó Antonio Rodríguez, quien además agradeció que las enseñanzas de Romero hayan llegado a través de su madre, quien conoció al beato cuando fue obispo de la Diócesis de Santiago de María en 1974.

La mañana avanzaba, las tiendas de campaña de los peregrinos que pernoctaron protegidos por Monseñor ya estaban desmontadas y poco a poco el calor se hizo sentir bajo el manto de un cielo benevolente que incluso en el momento de la lectura del documento firmado por el Papa Francisco deleitó a los fieles con un halo solar. “¿Señal divina?”, se preguntó más de alguno.

Así calificó toda la ceremonia un grupo de peregrinos de la comunidad Sant Egidio, un movimiento de laicos evangelizadores que tiene presencia en todo el mundo, incluyendo El Salvador. Eran de los más ruidosos, los más alegres, los más optimistas. En el grupo estaban 110 extranjeros que demostraban el alcance global del mensaje de Romero y como incluso hasta en África y Oceanía su pensamiento es ampliamente difundido y compartido.

Varios delegados de la comunidad acamparon y otros durmieron en casas de salvadoreños. “Somos como misioneros y no le negamos a nadie un techo o un pedazo de pan”, dijo Marcelo Castellanos, un líder de este grupo quien también colaboró con la logística del evento en el seminario San José de la Montaña durante toda la semana.

Sus energías eran tantas que por ratos bailaba al son de los cantos en honor al obispo mártir.

Otros de los grupos de peregrinos que destacan eran de diferentes etnias indígenas de Guatemala. Un grupo de mujeres de Panajachel, por ejemplo, han conocido la vida y obra del Beato a través de misiones de padres jesuitas en el vecino país. Y por ello llegaron ataviadas con sus vestimentas multicolor, muy tradicionales, pero con estampas, arreglos florales y hasta una guitarra para cantarle al beato.

“Él será hoy uno de los guías de nuestra fe cristiana y eso tenemos que contarlo a toda nuestra familia para que forme parte de nuestra cultura y de nuestra espiritualidad. Guatemala, El Salvador y toda Centroamérica está de fiesta”, valoró Telma Ventura, una indígena quiché.

Al mediodía, cuando Romero ya había sido elevado a uno de los altares más importantes de la Iglesia Católica, el clamor popular continuaba durante la solemne misa. Luego continúo con la procesión de la reliquia del nuevo beato de la iglesia, mientras que todos los asistentes se retiraban, incluyendo jefes de Estado, políticos y empresarios.

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