Esperaron con fe y júbilo por su beato

A través de pantallas, miles de católicos siguieron y vivieron la ceremonia de beatificación

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Millares de feligreses asistieron a la ceremonia de beatificación, ayer, en la plaza dedicada a El Salvador del Mundo. La multitud llenó las calles desde el viernes por la tarde. Foto EDH/OMAR CARBONERO

Por Evelyn Chacón Regina Miranda nacional@eldiariodehoy.com

2015-05-23 8:00:00

El salmo 121, “¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!”, fue entonado por una multitud de fieles, a metros o kilómetros de distancia del templete. La distancia no importaba, sino el júbilo que, parecía, les hinchaba el corazón.

A las 10:11 a.m. la comunidad católica aplaudía al escuchar la petición para que Óscar Arnulfo Romero y Galdámez fuera incluido en la lista de los Beatos de la Iglesia Católica.

Los grupos atentos veían, a través de las diversas pantallas colocadas en las calles o parroquias, a los jerarcas mientras tenía lugar ese instante por el que tanto tiempo habían esperado: la beatificación de Monseñor Romero.

Hubo lágrimas y emociones a flor de piel cuando los asistentes escuchaban de boca de monseñor Vicenzo Paglia, cómo había sido el testimonio de vida y el martirio del pastor salvadoreño.

“Primero Dios, Dios sobre todo”, escuchaban pronunciar a Paglia, quien citaba a Romero; los feligreses escuchaban atentos; muchos sentados en el pavimento; en el cual habían pasado horas y horas, soportando lluvia, frío y luego calor.

Campanas, aplausos, cohetes de vara y cantos llenaron las calles de San Salvador, donde miles de feligreses pernoctaron tras una extensa peregrinación. Algunos vinieron desde el extranjero y otros de los cantones más recónditos de El Salvador.

Pancartas y camisetas servían para expresar desde dónde habían llegado o a qué comunidad representaban. Las comitivas vinieron de todas partes del continente y de casi todas las parroquias salvadoreñas.

Desde San Miguel, Rosa Delmy Ramos acompañada de su hija, Heydy y su nieto Rodrigo asistieron a la misa; durante la liturgia la abuela le explicaba al niño quién era Romero y porqué había tanta algarabía en ese lugar.

“¡Venga a nosotros tu reino Señor!” (el salmo 71), fue entonaron por los fieles en honor del primer beato salvadoreño.

Un halo solar se dibujo en el cielo salvadoreño, algunos lo tomaron como una señal del cielo; la cual se dibujo luego de incluir al mártir salvadoreño en la lista de los beatos de la Iglesia Católica.

Máximo Ortiz, quien recientemente fue dado de alta, luego de someterse a una diálisis en el hospital Rosales, acudió a las cercanías de la plaza, a pesar de que el calor le afectaba. El hombre dijo que su deseo era estar ahí y ser testigo de ese momento histórico.

“¡Profeta del pecho herido, siervo de la luz…!”, cantaron miles de personas, mientras caminaban hacia los sacerdotes, quienes administraban la comunión.

Al mismo tiempo, la hostia consagrada era también repartida en las parroquias, en la misma Catedral Metropolitana, bajo cuyo altar mayor está la tumba de Romero. Miles siguieron la ceremonia a través de pantallas, pero en comunidad y reunidos en los templos a los cuales acostumbran ir.

Con rostros alegres, con la sensación de que la extensa espera, las inclemencias del tiempo y el cansancio habían valido la pena, volvieron a sus casas después de ser testigos de cómo el mártir salvadoreño fue incluido en la lista de los beatos. Desde ayer por la tarde, sus reliquias son veneradas en la parroquia San José de la Montaña. En los próximos días, serán llevadas a otras parroquias y a otras diócesis.