Continúa el calvario en un condominio de Mejicanos

Hasta ayer, unas 60 familias habían dejado sus casas por temor a las maras

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Las familias afectadas por las amenazas de las pandillas continuaban ayer sacando algunas de sus pertenencias de los apartamentos. foto edh/jaime Anaya

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2015-01-21 8:10:00

Los salvadoreños que se han visto obligados a abandonar sus casas ante las amenazas de las pandillas, también enfrentan riesgos cuando se instalan en otros lugares.

Por ejemplo, muchas familias que residían en el condominio San Valentín, de Mejicanos, y en el cantón Río Viejo, de San Luis La Herradura, La Paz, de un día para otro recibieron el ultimátum de que debían desalojar o de lo contrario serían asesinados.

La mayoría de afectados no estaba preparada económicamente para contratar servicio de mudanzas y mucho menos para disponer de entre $60 y $100 para el pago mensual de alquiler de un inmueble.

Ayer por la mañana, pobladores del condominio San Valentín, en Mejicanos, relataron que algunos de sus vecinos —a quienes el martes vieron marcharse por temor a los delincuentes— están sorteando otros problemas.

Según los vecinos, ya se habían comunicado con algunos de ellos y les contaron que no habían tenido más opción que acomodarse como pueden en la cochera o en cuartos de las casas de sus parientes.

Otra señora, que había matriculado a sus hijos en una escuela cercana a los condominios, ayer empezó a hacer gestiones para que los niños sean aceptados en una institución próxima a su nueva vivienda.

A estos inconvenientes se suma el peligro que corren quienes han sido desplazados por los pandilleros, ya que en las colonias a donde llegan a vivir, si hay delincuentes, empiezan a tenerlos en la mira por ser considerados como “extraños” en el territorio donde delinquen.

Los pocos pobladores que han quedado en el condominio de Mejicanos aseguran que ellos no han podido abandonar el lugar, porque no tienen adonde ir.

Otros afectados por las amenazas se han marchado a dormir a otros lugares, pero en el día regresan a cuidar sus pertenencias o a darles de comer a las mascotas que no se pudieron llevar.

El dispositivo policial que está instalado en el edificio, de unos 70 apartamentos, les da esperanza a algunos lugareños de que eso frenará a los delincuentes y no van a concretar sus amenazas.

Del total de inmuebles, unos 25 estaban alquilados, las familias que los ocupaban se marcharon definitivamente. El resto lo habitaban los propietarios, quienes los terminaron de pagar o quienes estaban en ese trámite.

La treta para usurpar

Algunos pobladores del condominio San Valentín relataron que hace cuatro meses, una pareja de septuagenarios llegó a alquilar un apartamento al edificio, que a decir de los lugareños siempre fue un sector tranquilo.

Dos semanas después de que los ancianos se habían instalado en la casa, cuatro mujeres, de entre 12 y 20 años, llegaron a vivir con la pareja. Presuntamente todos eran familia y estaban de acuerdo con el plan.

A los pocos días, los señores se marcharon y únicamente se quedaron las jóvenes, quienes a pesar de que no trabajaban ni estudiaban, tenían algunas comodidades.

Algunos residentes de los apartamentos dijeron que las mujeres eran frecuentadas por pandilleros y que ellas solían intimidar a los vecinos.

El martes pasado, algunas personas que huyeron de la zona manifestaron que las supuestas amigas de los delincuentes le advirtieron a la dueña del inmueble que ya no le pagarían el alquiler y que se apropiarían de él.

Un jefe policial de Mejicanos aseguró que ellos ya les seguían la pista a esas mujeres y que cuando las ubicaron en esos apartamentos, las llegaron a desalojar y les incautaron sus pertenencias.

La Policía recuperó el apartamento el sábado pasado y las amenazas se hicieron un día después, a través de mensajes de texto que recibieron los vecinos.

Las mujeres presumieron que fueron los habitantes del condominio quienes las denunciaron con las autoridades y en venganza los amenazaron con “cometer una masacre” si no se marchaban.

Las autoridades no han revelado si ya lograron corroborar si las amenazas fueron falsas o verdaderas, pero los lugareños se fueron y prefirieron no arriesgarse.

Varios días antes del desalojo masivo, dos mujeres comerciantes de comida que habitaban allí ya habían sido amenazadas por pandilleros. Ellas fueron las primeras en marcharse.

Además, el 7 de enero, un adolescente que residía con su madre en el lugar fue raptado por mareros y un día después su cadáver fue hallado atado de pies y manos, en la colonia Panamá, en Cuscatancingo.

El joven era hijo único, estudiaba y ayudaba a su madre a vender comida. Menos de 12 horas después de haber reconocido a su hijo en la morgue, la mujer abandonó su casa.