Caso escolar mutilado: “Mi hijo ya no podrá agarrar una cuma”

Estudiante sufrió dos horas de tortura, luego le mutilaron la lengua y los pulgares

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Estos dos jóvenes fueron capturados por policías de la Delegación de San Marcos. Los acusarán de mutilar a un estudiante de octavo grado. Foto EDH / Jaime Anaya.

Por Jorge Beltrán Luna nacional@eldiariodehoy.com

2014-10-10 8:00:00

Desde hace ocho días, una mujer de figura menuda, vestir sencillo y de poco hablar con extraños, permanece dentro de un hospital público, en las afueras de una sala, donde se recupera su hijo de 17 años.

Julia (nombre ficticio) es la madre de U., el estudiante de octavo grado a quien el pasado viernes 3 de octubre le mutilaron la lengua y cercenaron los dos dedos pulgares, según explicó, ayer, la mujer a El Diario de Hoy.

U es el hijo mayor de Julia, una mujer viuda, madre de otros dos niños que viven en una zona rural de Rosario de Mora, municipio asediado por las pandillas, al sur de San Salvador.

Desde hace varios años, Julia se las arregla sola para poder mantener a sus tres hijos. Trabaja lejos de Rosario de Mora, como empleada doméstica, por lo que regresa todos los días a casa, aproximadamente, a las 6:00 de la tarde.

Aquel viernes, ella se sorprendió de no encontrar a su hijo en casa. Le preguntó a una de sus hijas, que estudiaba en la misma escuela que U., pero ella le dijo que había salido de clases mucho antes que su hermano.

Bastaron menos de dos horas para que Julia supiera la bestialidad que habían hecho con sus hijo mayor. Algunos lugareños le avisaron que a su hijo lo habían dejado casi muerto.

Desde esa noche, aquella mujer ha permanecido al lado de su muchacho, un joven a quien la comunidad educativa, donde estudiaba, califican como un estudiante normal, sin problemas de disciplina y trabajador.

Nadie vio nada, nadie sabe nada

Julia afirma que no sabe quién o quiénes mutilaron a su hijo. Tampoco sabe por qué. “Yo no puedo hablar de eso porque no vi nada. Fue lejos de la casa. Ni siquiera sé en qué lugar fue”, reitera.

Julia solo recuerda a su hijo con el rostro totalmente inflamado de una manera monstruosa, totalmente ensangrentado. Recuerda las manos bañadas en sangre, ya sin los dos dedos pulgares y con moretones y heridas en diferentes partes del cuerpo.

A ocho días de haber sido víctima de supuestos pandilleros, según informó ayer la policía de la Delegación de San Marcos, U. apenas puede balbucear.

Lo poco que su madre le ha entendido es que varios hombres lo interceptaron cuando iba hacia su casa. Por una vereda lo introdujeron a un monte y por más de dos horas lo estuvieron golpeando. U. ha dicho que no recuerda más.

Cuando volvió en sí, haciendo un gran esfuerzo, caminó hasta llegar a la calle principal que conecta el caserío donde vive con la escuela donde estudiaba para buscar ayuda. Unos lugareños lo vieron y lo auxiliaron.

Esos mismos lugareños avisaron a Julia lo que le había ocurrido a su primogénito.

Se le llenan los ojos de lágrimas al decir que su hijo ya no podrá volver a hablar bien, ya no podrá agarrar un machete o una cuma para ayudarle a trabajar en la tierra.

Julia piensa que tampoco podrá volver a agarrar un lapicero. Cree que ya no podrá estudiar.

¿Por qué le hicieron eso a su muchacho?

Julia no tiene respuesta. A lo sumo cree que podría ser por envidia, pues su muchacho no se metía con nadie y poco salía de su casa. Si acaso, por vivir en un lugar que marca el límite de los dominios de la pandilla 18 y la Mara Salvatrucha. Pero reitera que no sabe quiénes mutilaron a su hijo.

La madre recuerda que la milpa que está frente a la escuela donde sus dos hijos estudiaban, la sembró con la ayuda de U.

“Hoy, ya no podrá ayudarme. Sin esos dedos no se puede agarrar la cuma”, dice la mujer, mientras almuerza una ración de arroz y macarrones que le han regalado en el hospital.

Desde el lunes anterior, U. y su hermana se han sumado a decenas de adolescentes escolares que abandonan sus estudios por temor a las pandillas.

En la escuela donde estudiaba la víctima confirmaron que el miércoles anterior, sus familiares fueron a retirar toda la documentación de ambos alumnos. Dijeron que ya no asistirían a la escuela.

A pesar que Julia dice estar convencida de que su hijo no tenía relación con ninguna pandilla, asegura que sienten temor de continuar residiendo en el lugar en el que ahora viven.

Sin embargo, ella y sus tres hijos tendrán que vivir con ese temor, pues no tienen para dónde mudarse.

Ayer, cuando se enteró que la policía había capturado a los presuntos responsables de cercenar a su hijo, Julia dijo que ella no podría señalar a nadie, pues no presenció los hechos, en tanto que su hijo, entre balbuceos le dicho que no recuerda nada.

Julia reitera que si bien es una bestialidad la que cometieron con su primogénito, no puede acusar a nadie. Además, expresa, con tono de desánimo, que no remediaría nada.