Las lecciones que dejó la erupción del Chaparrastique

El instrumental "se quedó corto", pero hubo apoyo de Italia

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La estación de GPS instalada en ranchito mide para detectar los desplazamientos de las paredes volcánicas.

Por Lilian Martínez servicios@eldiariodehoy.com

2014-09-06 7:00:00

La erupción del volcán Chaparrastique, ocurrida el 29 de diciembre, destapó la necesidad de que en El Salvador se tengan más instrumentos y personal capacitado para monitorizar la actividad volcánica. El país cuenta con ocho volcanes activos, pero no todos son monitorizados con la misma celeridad que ahora lo es el Chaparrastique, en San Miguel.

Celina Kattán, responsable del Observatorio Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente, reconoció que hubo un momento en el que “quedó corto el instrumental” previamente instalado.

Esta carencia fue solventada gracias a la cooperación internacional. Ella recuerda: “Una de las primeras cosas que hicimos después de la conferencia de prensa (…) fue ponernos en contacto con las personas o con las instituciones internacionales con las que venimos trabajando desde hace ya varios años”.

Kattán se refiere a la Universidad de Búfalo (Nueva York), al Centro de Vulcanología de Hawaii y al Instituto Nacional de Vulcanología de Italia a quienes les explicaron lo que estaba pasando, para tener retroalimentación.

Desde este último, “en cuestión de horas”, dijeron estar dispuestos a brindar apoyo. Unas cuantas semanas después de la erupción, un equipo técnico italiano llegó al país y colaboró en la instalación de instrumental.

Kattán detalla que se instalaron estaciones sísmicas y estaciones de monitoreo de gases adicionales; 10 estaciones de GPS, las cuales sirven para medir si el cono del volcán se ha dilatado; micrófonos, para medir la intensidad los retumbos; y cinco estaciones de banda ancha sirven para identificar el tipo de sismicidad.

“Todavía tenemos conferencias (reuniones) mensuales con la gente de Italia para darle seguimiento a esto. Ellos son gente que tiene volcanes permanentemente activos, entonces tienen una gran experiencia en estos temas”, agrega.

A nivel local, el MARN contó con la colaboración del grupo de investigaciones vulcanológicas de la Universidad de El Salvador. Su coordinador, Francisco Barahona, señala que la erupción dejó en evidencia las deficiencias que el país ha venido arrastrando en cuanto a la monitorización de la actividad volcánica.

Él expone que “el problema” es que el grupo de investigación vulcanológica de la UES está “reiniciando el trabajo” que se vio interrumpido luego que su presupuesto inicial de $300 mil pasara a ser de $30 mil. Así lo informó este periódico con el reportaje “En abandono proyecto de vulcanología en UES”, publicado en febrero de 2012.

Actualmente, el proyecto de investigación de volcanes de la UES cuenta con un presupuesto de $16 mil que se destinan a la investigación, pues los profesionales trabajan también dando cátedra en distintas facultades de las que perciben sus salarios.

Cuando ocurrió la erupción del 29 de diciembre, en palabras de Barahona, “las relaciones entre el grupo UES y el grupo MARN de vigilancia volcánica, no estaban en sincronía”. Tres días antes, el equipo de la UES había estado en una planicie del cráter del Chaparrastique.

Barahona recuerda que ese día encontraron que el volcán no emitía gases. Según explica, eso es normal en volcanes que están a punto de tener episodios eruptivos. Pero nunca se sabe el momento exacto en que ocurrirá la erupción.

En palabras del investigador: “(Esas) son cosas que nosotros tendríamos que haberlas discutido a nivel de lo que el Sistema de Protección Civil llama Comisión de Coordinación Técnico Científica y, como no hemos estado en esa dinámica, no se hizo”.

De haberse llevado a cabo esas reuniones, quizá se habría recogido datos en julio, agosto, septiembre, octubre y noviembre, y el equipo de vulcanología de la UES no habría visitado el Chaparrastique el 26 de diciembre. “Aquí, de alguna manera, la vulnerabilidad, en términos de algunas deficiencias de los sistemas de monitoreo, casi que estuvo a punto de salirnos cara a nosotros (…) pudimos haber sido impactados por la explosión que se estaba viniendo”, reconoce Barahona.

Otro de los aprendizajes que dejó la erupción del 29 de diciembre ha sido la necesidad de contar con más personal calificado: especialistas en sismología volcánica, en deformación volcánica y en detección de gases a través de sensores remotos.

En cuanto a los instrumentos de medición, “lo deseable” sería que los volcanes de El Salvador tuvieran monitoreo: geodésico (de deformación); de gases difusos; de los gases que salen por los cráteres; y estaciones de banda ancha. En palabras de Barahona sería ideal poder hacer tomografía sísmica, estudios geofísicos de magnetismo y aeromagnéticos.

“En esa línea hay todo un reto para el país, y también nosotros como universidad tenemos el reto de buscar generar capacidades técnicas, científicas y académicas, para que nuestros graduando puedan especializarse”, concluyó.