Una bala casi lo mata, pero un balón en la tráquea lo salvó

Proyectil le destruyó la tráquea y esófago, pero balón del tubo orotraqueal tapó orificios

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El cirujano Ronald Rodríguez junto a otros médicos observan la radiografía del paciente. foto EDH /Yamileth Cáceres

Por Yamileth Cáceres Twitter: @Yamilethivon

2014-08-14 9:00:00

Los baleados llegan a diario a la sala de Emergencias del hospital nacional Rosales, pero la historia de Iván (nombre ficticio) no es común. Él está vivo de milagro, así lo relatan los médicos que lo atendieron.

Llegó en mayo, al final de la noche, referido de otro centro médico donde le colocaron un tubo en la boca para que pudiera respirar; hacía 30 minutos le habían disparado.

Un proyectil le entró en el cuello y otro en el tórax, tras los impactos cayó en el suelo y se golpeó la cabeza. Sufrió un edema.

Debido a la complejidad del caso fue trasladado al hospital Rosales; por la mañana los médicos de la Emergencia le observaron aire abajo de la piel.

Los estudios clínicos determinaron que había una fuga del esófago que se derivaba al pulmón izquierdo, y con ese diagnóstico decidieron pasarlo a sala de operaciones, manifestó Ángel Doño, cirujano de la Emergencia.

Hasta ese momento los especialistas desconocían la complejidad del caso que tenían en sus manos. Al pasar a los quirófanos, descubrieron el tipo de lesión que tenía el paciente.

La bala que entró en el cuello le atravesó la tráquea y el esófago, en el trayecto y por la onda expansiva se destruyó el 50% de ambos órganos.

Se trata de una doble lesión que tiene una mortalidad de al menos el 90 por ciento, comentó Carlos Criollo, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) Quirúrgica. Pocos casos como ese son atendidos en el hospital, casi todos mueren antes de llegar a un establecimiento médico.

Pero Iván sobrevivió gracias a un balón que tienen los tubos orotraqueales por medio del cual reciben respiración asistida, esa bolita que sirve para evitar que se salga el tubo quedó justo en los orificios de la tráquea.

Criollo manifestó que esos tubos se introducen a ciegas, sin saber dónde quedará el balón y se le introdujo sin saber que había esa lesión; en ese momento se desconocía que la bala le había atravesado la tráquea y el esófago.

“Esos tubos tienen un baloncito que se insufla para que no se salga, cuando se insufló quedó justo en el orificio hecho por la bala, prácticamente es lo que le salvó la vida en ese momento”, añadió el especialista.

Un centímetro arriba o abajo de donde quedó el conducto hubiera sido fatal para el paciente, eso determinaron los médicos que estuvieron a cargo del caso.

El balón selló las salidas de aire, de no haber sucedido eso, la saliva que producía se hubiera ido a la vía aérea y el aire al estómago.

“Cuando ellos estaban operando, aquí realmente no sabían qué tan grande era la lesión y cuando iban abriendo el tejido encontraron que aparecía algo blanco que no es normal. Cuando lo tocaron vieron que era el baloncito del tubo que estaba insuflado, estaba justo tapando los hoyos”, narró Criollo.

El joven fue operado dos veces para reparar el daño que le causó la bala que le entró en el cuello. En la primera operación suturaron el esófago y le colocaron una especie de injerto a la tráquea por el lado de afuera.

Además le dejaron dos tubos en el tórax para eliminar el aire que salió de los pulmones y una sonda para alimentarlo.

El paciente fue ingresado a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde permaneció un mes y medio en recuperación.

En los primeros 14 días el joven pasó conectado a un ventilador mecánico bajo sedación y con alimentación a través de las venas, no podía comer por el orificio en el esófago que comunicaba con la tráquea.

Criollo indicó que a los 14 días se le retiró el conducto, aunque con algo de temor debido a que podría presentarse una nueva fuga de aire. Pero no sucedió.

El paciente comenzó ha hablar y su estado de salud mejoró. Pero antes de tomar esa decisión, el caso fue llevado a conferencia, participaron especialistas del área de Otorrinolaringología, Neumología, Cuidados Intensivos y Cirugía Torácica.

En esa reunión se discutió si se extubaba o no. Dos especialistas opinaron que no se le retirara el tubo, se llevara a sala de operaciones y que se le hiciera una traqueotomía, un hoyo más abajo para tener una vía aérea segura.

Pero otros dos médicos no compartían esa idea.

“Esto era más lesión en una tráquea que ya había sido lesionada y casi cortada, hacer otro orificio cerca podría debilitar más la tráquea y ser peor, además esa tráquea es para toda la vida”, dijo el jefe de la UCI.

Después de que lo desconectaron del ventilador mecánico, él comenzó a hablar, pero poco tiempo después, cuando le daban agua o tomaba otro líquido, tosía y se ponía cansado.

Eso era un indicio de que llegaba agua a la tráquea, por lo que se le hicieron nuevos estudios y los médicos detectaron que había un poco de fuga, por lo que nuevamente lo intervinieron. Se había formado una fístula, es decir que había una comunicación entre la tráquea y el esófago.

Tras 75 días de permanecer en la UCI, el paciente fue trasladado a un servicio de hospitalización para culminar su recuperación.

“Está vivo por un milagro, fue un milagro que haya estado en un lugar cerca del hospital, que lo hayan intubado y que ese tubo lo hayan dejado justo, un centímetro más o un centímetro menos, se hubiera muerto”, declaró Criollo.

El especialista manifestó que la atención de pacientes con heridas por arma de fuego es frecuente en el hospital, pero con doble lesión es altamente mortal; generalmente, no alcanzan a llegar a un hospital.

Doño expresó que este tipo de lesiones es raras porque la mayoría de los pacientes muere. “Generalmente cuando esa lesión está, cuando lo intuban, el tubo sale por la lesión y entonces el paciente fallece”.

El cirujano Ronald Rodríguez Hurtado, quien estuvo a cargo del segundo procedimiento, comentó que una herida en tráquea y esofágica es grave, sobre todo cuando es causada por arma de fuego debido a la destrucción que ocasiona la onda expansiva, no es así cuando son por arma blanca.

“Con el arma cortupunzante hay menos daño, porque con un picahielo las heridas son bien puntiformes, bien definidas, sin área destructivas como (cuando ocurren con) un proyectil”, acotó Rodríguez Hurtado.

La cabeza y el tórax son los sitios más frecuentes de las lesiones de bala en los pacientes que atienden en el Rosales.

El año pasado en ese establecimiento ingresaron a 359 personas heridas con arma de fuego, según registro del Ministerio de Salud (Minsal); eso representa el 27 por ciento de todos los casos reportados en el sistema público en ese año, en concreto fueron 1,324 casos.

En el hospital Rosales se reportó el 39 por ciento de todas las defunciones por esa causa, notificadas por el Minsal en 2013. Le siguen San Miguel y Zacamil, con el 6.3 por ciento; los tres concentraron 59.2 por ciento de casos.

“Si tengo una sola lesión abdominal, pero es única, tiene una mejor posibilidad de retornar a su salud, pero si aparte de eso tiene fracturas expuestas provocadas por proyectil o tiene una lesión torácica, eso va haciendo que la probabilidad de muerte sea mayor”, comentó Juan Antonio Tobar, jefe de la Emergencia del Rosales, en febrero de este año.