Colocan injerto a adolescente para mejorar corazón

En el lapso de diez años, lo operaron dos veces, en el Bloom, para corregir mal congénito

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El joven pasó 19 días en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Bloom después de la operación. Foto EDH / Yamileth Cáceres

Por Yamileth Cáceres Twitter:@Yamilethivon

2014-06-29 7:00:00

Un joven, de 17 años, fue sometido a una cirugía de casi diez horas para corregirle un defecto congénito en el corazón. En la operación quirúrgica fue necesario provocarle un paro circulatorio controlado y bajarle la temperatura a casi 20 grados centígrados.

Se trata de la cirugía de Fontan, un procedimiento complejo y poco frecuente en el país, en el que se le injertó un tubo especial por fuera del corazón, para que la sangre con dióxido de carbono vaya directo a la arteria de los pulmones para ser purificada.

A los dos años, los médicos especialistas constataron que el órgano del joven carecía de la válvula que normalmente permite el paso de la sangre entre la aurícula y el ventrículo derecho. Ese tránsito lleva la sangre a los pulmones, donde es purificada y recargada con oxígeno.

La condición del paciente, cuando ese paso de la sangre no se puede realizar, es conocida como atresia tricuspidea. El joven sobrevivió estos años gracias a un orificio que se forma dentro del corazón, entre las dos aurículas, por medio del cual pasa la sangre, pero sin oxígeno. Esto mantenía al paciente con vida pero en riesgo de muerte. Fue posible gracias a un procedimiento que se le hizo cuando tenía siete años.

La cirugía de Fontan que se le practicó, es la primera de este tipo que se lleva a cabo en el hospital Bloom en los últimos cinco años. Se desarrolló el jueves 22 de mayo, durante la jornada de cirugía de corazón, coordinada por la organización internacional Heart Care International.

En la jornada participó el cirujano cardiovascular salvadoreño, Francisco Gamero, quien explicó que el procedimiento se efectúa en dos periodos diferentes: cuando el paciente tenía siete años se le hizo la cirugía de Glenn bidireccional. En ese procedimiento quirúrgico se conectó la vena cava superior a la rama pulmonar derecha.

La primera operación duró entre cuatro y cinco horas, y le permitió al niño llegar hasta la edad de 17 años.

“Tenía que hacérsele porque la sobrevida de estos niños es bien corta. Eso permitió y ayudó a que el niño creciera y llegara a esta edad, pero, desagraciadamente, la segunda cirugía no se pudo hacer antes”, comentó el especialista.

En el segundo periodo, se le sometió a la cirugía de Fontan. Esta consiste en conectar la vena cava inferior a la rama pulmonar derecha del corazón, al injertar un tubo de material especial.

Se le colocó un tubo de unos 15 centímetros de largo y 18 de diámetro, por fuera del corazón, que llega hasta la rama pulmonar derecha. El procedimiento inició a eso de las 9 de la mañana y terminó al rededor de las 7 de la noche.

Antes del procedimiento, al adolescente le hicieron un cateterismo cardíaco para medir la presión y determinar si podía resistir la cirugía de Fontan.

La operación fue de corazón abierto. Esto significa, que mientras los médicos reparan el defecto en el órgano, otro especialista bombea sangre al cuerpo del paciente y regula los niveles de oxígeno a través de una máquina llamada bomba extracorpórea.

Gamero manifestó que al joven se le formaron una serie de adherencias y parte de la anatomía del corazón se perdió. Despegar las adherencias les llevó una buena cantidad de tiempo, pero mientras realizaban esa labor, hubo un desgarro en la rama pulmonar derecha.

En ese caso, uno de los cirujanos de la organización Heart Care International decidió no cerrarlo, sino colocarle un parche de material de Contegra, que no se tiene en el Bloom.

Para ponerle el parche al joven, se le provocó un paro circulatorio total con hipotermia inducida, es decir que le pararon la circulación sanguínea durante 30 minutos.

Los médicos pararon la bomba extracorpórea y le bajaron la temperatura corporal a casi 20 grados centígrados, mientras le colocaban el parche en el corazón.

“Se paró la bomba por 30 minutos, prácticamente es como si estuviera muerto en ese momento. Se le bajó la temperatura a casi 20 grados centígrados. Eso le permite parar toda la circulación del cuerpo hasta 50 minutos antes que empiecen a morir las neuronas”, explicó Gamero.

Si no se para la circulación no deja de llegar sangre al corazón y los cirujanos no logran ver bien el órgano para poner el parche, después le hicieron un orificio y ahí se unió el injerto.

El cirujano cardiovascular indicó que las pruebas realizadas al paciente indican que hay una buena circulación de la sangre; lo que evidencia que el injerto funcionó.

Al joven también se le transfundió una buena cantidad de sangre y se le suministró factor VII para disminuir el sangramiento post operatorio. Cada frasco de dicho factor cuesta unos $1,500 y no está disponible en el Bloom.

Gamero expresó que este defecto en el corazón origina cansancio en los niños, porque hay irrigación de sangre sin oxígeno, por lo que la piel les luce morada e incluso se les deforman los dedos. Agrega que la sobrevida de estos pacientes, sin una operación, es corta y que, en otros países, se les hace trasplante porque la función del órgano poco a poco se deteriora.

En el punto en el que estaba el adolescente ya era complicado, porque es la etapa en que el corazón empieza a deteriorarse y bajar su funcionamiento y, a la larga, puede producirse un paro cardiaco. En el país, la cirugía de Fontan no suele hacerse porque no se dispone del material necesario: el parche y el injerto.

Su historia

La niñez de este joven, cuyo nombre se omite a solicitud de su abuela, se vio afectada profundamente por el problema en el corazón. La abuela, quien lo crió, recuerda que el ahora joven aprendió a caminar cuando tenía dos años de edad, pero con dificultad.

La falta de oxígeno en la sangre lo mantenía cansado: “Llegó a los siete años y daba unos tres pasitos y luego se acurrucaba”. Cuando los médicos le examinaron el corazón, la señora de más de 50 años comprendió porqué el color azul en la piel de su nieto, sus cansancios y mareos. En el Bloom le dijeron que necesitaba una operación.

La señora relata que de niño no jugaba, ni en la casa ni en la escuela; no podía correr, simplemente no podía ser como el resto de los niños de su edad.

“Él me decía: ‘porqué nací así, porqué no puedo correr, porqué no puedo ser como los demás’. Entonces yo lo animaba y le decía ‘algún día, no perdamos la fe, Dios hace maravillas'”, comentó la abuela. Ella siempre lo cargaba en su espalda. Al ver esas escenas, los demás le decían: “Ponga a ese haragán a que camine, se le va hacer una petaca”.

“Pero yo lo hacía con mucho cariño, con mucho amor. Si lo ponía paradito él se quedaba quieto, pero si empezaba a caminar ya se cansaba”, agregó la abuela.

Después de la primera operación su estado de salud mejoró, su abuela lo matriculó en la escuela del cantón y con esfuerzo lo iba a dejar y a recoger.

Pero con el paso del tiempo, su salud comenzó a deteriorarse. Para que estudiara, ella caminaba por más de 30 minutos con él en sus hombros desde su casa hasta la escuela y viceversa, pues donde viven no hay transporte público.

El tiempo transcurrió. Este año, el joven cursa octavo grado, pero su abuela lo sigue acompañando hasta el centro escolar, por el temor que “en una de las cuestas le pase algo”.

En el trayecto camina despacio y, por momentos, hace pausas. En el recreo no puede jugar fútbol ni hacer otras actividades, se la pasa sentado conversando con sus compañeros.

Su abuela, espera que después de esta cirugía, de la cual aún se recupera en el Bloom, su vida sea mejor y pueda cumplir el sueño de ser enfermero. En el hospital Bloom se llevan a cabo entre 150 y 180 cirugías de corazón cada año, pero,para satisfacer la demanda, se tendrían que hacer 350.