La experiencia de comulgar con un santo

El salvadoreño Carlos Mejía Samayoa relata su Primera Comunión con Juan Pablo II, en 1983.

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Carlos Francisco Mejía Samayoa hizo su Primera Comunión con Juan Pablo II, en El Salvador en 1983. Foto EDH / Cortesía

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2014-04-24 8:00:00

Cuando nacemos, venimos con una carta en blanco y es nuestro Señor el que se encarga de ir escribiendo acontecimientos que a veces ni podemos imaginar, y eso fue lo me sucedió a mi.

Un día, cercano a la primera venida de Su Santidad Juan Pablo II a El Salvador (1983), mi hermana regresó de un retiro del Opus Dei y contó que había escuchado que estaban haciendo la lista para los comulgantes con el Santo Padre.

Luego de varias averiguaciones, a mi mamá le informaron que debía gestionarlo con monseñor Luis Chávez y González, y cuando logró contactarlo él le dijo que había varias condiciones, entre ellas que yo tenía que ir totalmente solo (era tiempo de guerra y hablaban de sabotear la ceremonia, por lo que era una decisión difícil).

También tendríamos que ir al arzobispado, donde nos entrevistaría quien ahora es monseñor Gregorio Rosa Chávez y, según eso, nos darían instrucciones.

Se acercaba el día y la familia estaba nerviosa por la posibilidad de alguna situación difícil en el templete, pero la decisión de mis papás era firme, entonces mi tía Mema de Weil consiguió el teléfono de doña María Elena de Simán, esposa de don Teófilo, para que por su medio pudieran acercar a mis papás lo más posible al lugar donde yo estaría ubicado.

Se llegó el día tan esperado, 6 de marzo de 1983. Mis abuelos, Mariano y Chole de Samayoa, habían venido de Santa Ana para amanecer con nosotros, ya que tendríamos que madrugar.

Muy emocionados, salimos con mis papás y con la bendición de nuestros abuelos llegamos al Externado San José, el cual era el punto de reunión.

Había mucha gente, eran 100 los comulgantes y todos eran adultos, menos yo.

Cuando mis papás llegaron al templete, pude verlos a lo lejos y vi que don Teófilo Simán iba en busca de ellos para traerlos a donde yo me encontraba.

Mis papás comentan que siempre estarán agradecidos con don Teófilo y doña María Elena, que con su calidad humana hicieron posible que pudieran estar cerca de mí el día en que hice mi primera comunión recibida de manos de Su Santidad Juan Pablo II.