La travesía de los penitentes

Con los ojos vendados, de rodillas o descalzos, decenas de mujeres y hombres recorren las 11 cuadras de la calle de la Amargura, como acción de gracias por milagros recibidos o para ser favorecidos con uno

descripción de la imagen
La travesía de los penitentes

Por Angélica Santos comunidades@eldiariodehoy.com

2014-04-15 7:00:00

La Cuaresma también está marcada por actos de fe que centenares de hombres, mujeres y niños de todas las edades realizan como ofrendas de gratitud por favores recibidos, mientras que otros los ofrecen como pago anticipado. Estos actos de fe son llamados penitencias.

Antonio Chávez, presidente de la Hermandad Fraternidad de Cristo de la parroquia San Sebastián Mártir, en Ayutuxtepeque, sostiene que las penitencias se expresan de diferentes formas en el ámbito religioso.

“El folclor religioso permite acercar la mirada a Jesús a través de estos ritos, donde los penitentes expresan su agradecimiento, mediante los sacrificios físicos. Unos deciden caminar descalzos largos trayectos, ir vendados, de rodillas o cargar un imagen”, refiere.

La calle de la Amargura, en San Salvador, es el camino que recorren muchos penitentes y es una tradición que se realiza desde hace más de 300 años, y tiene como punto de partida el predio de lo que fuera la iglesia San Esteban hasta concluir en el atrio de la iglesia El Calvario.

Se trata de unos de los recorridos más largos, ya que tienen una distancia de más de mil metros lineales. Sin embargo, el trayecto no es impedimento para que cumplan la promesa bajo el ardiente sol que caracteriza los meses de marzo y abril.

Otros lo hacen, dice el Vicario de la iglesia El Calvario, Narciso Bordignon, para subrayar el aspecto de la conversión, personas que se han arrepentido de sus hechos de mala conducta y para ser libres de toda culpa realizan este sacrificio físico.

“Sabemos que cada hecho ilícito debe repararse a través de un sacrificio, por desagradable que sea, pero asociándose a la pasión de Cristo”, refiere el religioso.

Este doloroso camino se lleva a cabo el Jueves Santo . Ese día, recuerda la feligrés Cristina de Barón, los centenares de penitentes llegan a la Primera Estación, ubicada en el predio donde se ubicaba la iglesia San Esteban para pedir la gracia y luego se dirigen hasta la iglesia el Calvario.

La súplica y agradecimiento continua el Viernes Santo durante la procesión del Vía Crucis, suceso que es acompañado por centenares de católicos, donde a la cabeza se colocan los penitentes, aunque otros deciden hacerlo al final de la peregrinación.

Bordignon declara que la presencia de los penitentes el Jueves y Viernes Santo es parte de las tradiciones religiosas que se hacen, aunque la iglesia no considera necesario hacer este tipo de sacrificios para obtener el perdón.

“Cristo ya nos perdonó y las obligaciones de la penitencia son dar misas, rezos, elevar una cantidad determinada de Ave María o del Rosario, pero respetamos la fe de cada persona”, acota el Vicario.

Ismael Sermeño, historiador y presidente de la Fundación Alkimia, dice que estas manifestaciones son parte del folclor popular religioso; aunque se desconoce con exactitud cuándo se iniciaron, éstas le dan realce a la época de cuaresma.

Ritual de fe

Antes de iniciar su calvario, los penitentes son vendados por los feligreses y se les conduce hacia la calle, mientras se les solicita hacer el recorrido en silencio para mayor devoción.

Luego, cada uno de ellos eleva una oración de acción de gracias ante Jesús Cautivo, ya sea un Padre Nuestro, un Ave María o el rezo del Rosario.

Una vez que se han encomendado, inician el trayecto doloroso, ya sea caminando o hincados.

A medida que avanzan, los sollozo de los penitentes y las palabras de aliento de los acompañantes, rompen el silencio ceremonial.

Confortado su espíritu, llegan al atrio de la iglesia El Calvario, donde son recibidos por miembros de la Asociación Vía Crucis, quienes les ayudan y encaminan hacia la imagen de Jesús Cautivo, que sale en la procesión del Silencio del Jueves Santo.

Otras personas se encargan de ayudar a poner de pie al penitente que llegó de rodillas, retiran la venda de su rostro y con la misma hacen la señal de la cruz sobre su frente.

Después le recomiendan que abra los ojos despacio, pero las lágrimas son las primera en brotar.

Una vez terminado el acto penitenciario, las hermandades se encargan de hidratados con agua y al mismo tiempo reciben un algodón humedecido con alcohol para oler y así recuperar luego de concluir su acto de penitencia.