Carlos aprende a vivir sin los brazos

Adolescente de 15 años sueña con tener las prótesis de los miembros superiores y aprender computación. Lleva un año en rehabilitación, tras sufrir una amputación por quemadura eléctrica

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Carlos aprende a vivir sin los brazos

Por Yamileth Cáceres nacional@eldiariodehoy.com

2014-04-24 8:00:00

Ponerse la camisa, pedalear la bicicleta mientras su padre conduce, comer, ir a comprar a la tienda y poner una película son algunas de las actividades que Carlos R., un adolescente que perdió ambos brazos en diciembre de 2012 por una quemadura eléctrica de alto voltaje, ha aprendido ha hacer por sí solo.

Su madre, Susi , le pone cerca el plato con los alimentos para que pueda comer, y el vaso con agua para beber. Él, con movimientos en los hombros, se desliza la camisa por el cuerpo.

Esas son parte de las actividades que Carlos, a fuerza de voluntad, puede desempeñar con apoyo de sus padres y del proceso de rehabilitación que inició en febrero de 2013.

Llegar a este punto no ha sido fácil. Los primeros meses, posterior al incidente, al adolescente se le veía triste, con la mirada perdida y lloraba con frecuencia. Perder los brazos fue un trauma que trata de superar.

Todo ocurrió el 27 de diciembre, cuando levantó unos alambres para que pasara una góndola en la que llevaban zacate para el ganado en la hacienda en la que trabajan su padre y el tío, pero tocó un cable de alto voltaje y la descarga eléctrica que recibió fue de más de mil voltios.

En ese momento, los empleados vieron caer al joven al suelo; lo creyeron muerto, pero al auxiliarlo escucharon sus gritos: “Tío hálame los brazos, hálame los brazos”, repetía.

Carlos fue trasladado al hospital Rosales, donde tuvieron que amputarle ambos brazos debido a la gravedad de las lesiones que tenía. Milagrosamente, la descarga no le afectó órganos internos, dijeron los médicos.

Una descarga de alto voltaje puede ocasionar arritmia cardíaca y producir un paro cardiorrespiratorio, cerebral o problemas renales y conducir a la muerte.

Dieciséis meses después, su madre relata que el adolescente “ya está mejor, ya juega pelota, anda en bicicleta, se monta con el papá, come solito y si quiere agua y estoy ocupada él agarra la botella y se la empina, y cualquier cosa que uno le pide él lo alcanza. Él está más desenvuelto”.

Su padre, quien también se llama Carlos, manifestó que el cambio que ven en su hijo es grande y eso los alegra y les da ánimo para seguir adelante.

“Gracias a Dios, a la inteligencia de mi hijo y a la paciencia que nosotros siempre le hemos tenido, he visto que se ha superado bastante. Él ya es bien independiente, hace sus cosas por sus propios medios”, comentó el padre.

En ocasiones, el adolescente le dice al papá que lo quiere acompañar a comprar pupusas; ambos se suben en la bicicleta, uno pedalea y el otro maniobra.

” Yo me pongo todas las noches a pedirle a Dios para que le dé fuerzas para salir a delante. Nosotros no le tocamos el tema del accidente, él tampoco habla de eso”, expresó el progenitor.

El joven tenía 13 años cuando sufrió la quemadura eléctrica, pasó 55 día ingresado en el hospital Rosales, varios de ellos en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Fue sometido a cuatro cirugías para regularizarle los muñones y curar las quemaduras en el cuerpo. El 21 de febrero del año pasado le dieron el alta médica.

Sentado en una de las sillas en un pasillo de la Fundación Teletón Pro-Rehabilitación (Funter) donde está en rehabilitación, Carlos dice que poco a poco ha aprendido hacer sus actividades. “He aprendido a comer por mi mismo, ponerme la camisa, ir a dejar la comida a mi papá, abrir los cercos, cosas…”, explicó el joven de piel morena y cabello rizado.

“Le hacen falta sus manitas”

Carlos agregó que por el momento no puede bañarse por sí solo ni ponerse toda la ropa, para eso sus padres le ayudan.

“Ya aprendió un montón de cosas, casi a desenvolverse el solo, lo único que le faltan las manitas, no porque todo lo hace casi él”, añadió Susi, la madre.

Susi comentó que las terapias le ayudaron bastante, recibió de tipo ocupacional, sicológica y, por el momento, está en la física.

Entre las recomendaciones de la sicóloga para evitar la depresión es que no lo dejen encerrado en la casa, que el muchacho haga las mismas actividades que realizaba antes del accidente.

Por ello, en ocasiones su madre le pone un bolsón en la espalda y lo manda a dejarle comida al trabajo de su padre; por la tardes se reúne con sus amigos en uno de los caseríos de la zona, para jugar pelota o pasarse música por el celular y también se dedica a amansar chivos y llevarlos a pastar.

Carlos cursó hasta tercer grado, después del accidente no ha querido regresar a sus estudios por temor a que le hagan burla, pero su propósito es aprender computación para desenvolverse en el futuro. En la casa se pone hacer planas con la boca y a leer.

En Funter le han propuesto que reciba clases; sin embargo, cada viaje hasta Ciudad Merliot, Santa Tecla, desde en el cantón Los Pilastrones, Zapotitán, La Libertad, es difícil porque es una familia de escasos recursos económicos y viven en una zona donde no hay transporte público.

“Una computadora, eso es lo que él más anhela para aprender a trabajar; porque usted ve por medio de la computadora a veces se hacen hasta negocios y a eso es lo que él le tiene hambre ahorita. De todos modos, yo ya no puedo trabajar como antes me dice, hoy tengo que enfocar mi mente en hacer otras cosas”, relató el padre.

Marcela Orellana de Trejo, terapista ocupacional de Funter, indicó que ahí le enseñaron a cómo desenvolverse sin los brazos, pero se sorprendió al ver cómo Carlos ya se manejaba.

“Él fue una de las sorpresas que, como terapista, me llevé. Al principio creí que venía a cero, pero me sorprendió que ya podía utilizar un celular, intentaba utilizar el lápiz con su boca, en cuanto a los muñones, él se ponía la camisa y hacía movimientos de hombros para bajársela, él es muy constante”, añadió de Trejo.

La experta narró que al inicio, el adolescente tenía un poco de inseguridad, miedo, pero mediante la relación paciente terapista se logró que entendiera que era capaz de lograr mucho.

Carlos también recibe terapia física, allí le han tratado las cicatrices de los muñones y de las partes de donde le retiraron piel para evitar las retracciones y las adherencias. Además, le ayudaron para que las piernas sean más fuertes.

Si quiere ayudar al adolescente, puede comunicarse con su padre, Carlos R., al número de celular 7083-9515 o al 7637-4909 con la madre, Susi.