La otra versión sobre la muerte en Iraq de Natividad Méndez Ramos

La versión oficial es que el militar murió al instante por un disparo de francotirador

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Natividad Méndez Ramos fue el único soldado salvadoreños que murió en combate desde que tropas salvadoreñas fueron enviadas a Iraq en agosto de 2003 hasta enero de 2009, a realizar tareas de reconstrucción. Méndez Ramos murió en lo que se conoce como Batalla de Nayaf. Foto EDH/ archivo

Por Jorge Beltrán Luna sucesos@eldiariodehoy.com

2014-04-09 7:00:00

Durante 10 años la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) ha mantenido la versión de que el soldado Natividad Méndez Ramos, muerto el 4 de abril de 2004 en lo que se ha conocido como “La Batalla de Nayaf”, Iraq, sufrió un disparo de un francotirador. Pero según compañeros del “Héroe de Guaymango”, eso es falso. Esa versión está alejada de la realidad.

La historia del disparo del francotirador es una versión falsa para salvar el honor de las tropas salvadoreñas en Iraq pertenecientes al segundo contingente del Batallón Cuscatlán.

El Diario de Hoy conversó con cuatro exmilitares que hace 10 años estuvieron bajo fuego de las milicias chiítas que apoyaban al líder iraquí Mqdata al Sdar. Las cuatro versiones derriban la versión oficial sobre la muerte del soldado Méndez Ramos.

El Diario de Hoy buscó a la Fuerza Armada para contrastar lo dicho por los cuatro soldados, a lo que la institución respondió que mantenía la versión inicial de la muerte del soldado Natividad. Pero se le pidió además otros hechos que ellos mencionaron, no hubo respuesta (ver recuadro).

De acuerdo con las fuentes, que pidieron el anonimato, aquel 4 de abril de 2004, una sección de la segunda compañía del Batallón Cuscatlán II salió de la base Al Andalus hacia otras instalaciones en las que adiestraban a los aspirantes a la policía iraquí.

La sección estaba compuesta por 30 efectivos, pero como el día anterior les habían herido a uno, solo iban 29 en varios carros blindados.

Cerca de las 9:30 a.m., la sección comenzó a ser atacada por aproximadamente 500 milicianos del ejército del Madhi (el Esperado), Al Sdar.

A pesar de que la mayoría de iraquíes cargaba un fusil AK-47 con un solo cargador (30 cartuchos) el fuego era nutrido y desde varios lugares.

Veintinueve soldados salvadoreños con fusiles M-16 y ametralladoras M-60 se enfrentaban a esa multitud de enardecidos iraquíes que reclamaban la liberación de uno de sus líderes que había sido capturado horas antes y que no entendían que no eran las tropas salvadoreñas los responsables de esa captura, sino las estadounidenses.

No se acabó la munición, se encasquilló la M-60

Tan vejo y obsoleto era el armamento de las tropas salvadoreñas que varias versiones de exmilitares coinciden en que la acción realizada por el cabo Samuel Toloza de entablar combate cuerpo a cuerpo para defender a otro cabo con una navaja, no fue porque se le terminara la munición a la ametralladora M-60 que andaba, como se ha dicho, sino porque esta se le entrampó tres veces y a la tercera vez ya no pudo desatascarla.

Al cabo Toloza, afirman las fuentes, se le vio con una canana (cinta compuesta por 100 cartuchos para ametralladora) luego del combate. Todos esos cartuchos sobraron porque ya no tuvo con qué dispararlos.

Entre esos 29 militares salvadoreños andaba el soldado Natividad Méndez Ramos. Esa misma sección tuvo otro enfrentamiento el 3 de abril, durante el cual habían lesionado a un soldado. Era una baja.

Durante la batalla, un sargento, un cabo y el soldado Méndez Ramos se quedaron en la orilla opuesta a donde estaba el grueso de la sección. El grupo avanzaba intentando llegar a su destino, el lugar donde entrenaban a los policías iraquíes; fue en ese avance, en un cruce de calle, que una bala alcanzó a Méndez Ramos. La bala no le salió.

Natividad, al verse herido, les dijo al sargento y al cabo que se pusieran a salvo ellos, que lo dejaran, que siguieran avanzando. Y eso hicieron ambos. El herido se quedó con su equipo: fusil, chaleco, casco… El sargento y el cabo lo dejaron, se fueron conscientes de que Natividad quedaba vivo.

Ambos salieron bien librados de aquella batalla. El sargento fue ascendido y permanece en la FAES, mientras que el cabo vive en Italia, según explicaron las fuentes.

Para cuando el resto de la sección se percató que Natividad había quedado abandonado, se organizaron para evacuarlo; sin embargo, cuando llegaron, encontraron el cuerpo del soldado con múltiples heridas de arma blanca: los chiítas lo habían rematado y le habían robado el fusil, el chaleco y el resto de equipo. Solo le habían dejado el uniforme.

Pero los incidentes en cuanto a esa batalla no se reducen únicamente al abandono del soldado herido, sino que varias patrullas de la sección estuvieron a punto de ser aniquiladas por centenares de milicianos iraquíes.

No mandaron refuerzos

De acuerdo con los exmilitares, quienes aclaran que hablan de esa batalla porque ya están fuera de la FAES, el comandante del batallón se negó a mandar refuerzos a la sección que llevaba horas combatiendo y ya con varias bajas: el muerto y varios heridos .

Mientras la sección seguía bajo fuego, el resto de la segunda compañía, 73 efectivos más, se mantenía acuartelado, a la expectativa… pero la orden de salir a apoyar a sus compañeros nunca llegaba.

Fue entonces que el capitán, comandante de la compañía, de quien solo recuerda con los apellidos Gálvez Torres, se enfrentó a al coronel que comandaba el batallón para preguntarle si mandaría o no refuerzos a la sección que combatía.

Para sorpresa del capitán Gálvez Torres, el coronel le dijo que no. ¿Por qué? Porque no iba arriesgar la vida de 100 soldados por la de 20 que eran los que estaban en condiciones de seguir peleando aunque ya algunos no tenían municiones.

Bajo su propio riesgo, Gálvez Torres le espetó al coronel: “Entonces yo me voy con los que me quieran seguir”. El coronel solo le dijo que lo hacía bajo propio riesgo, pero tampoco lo detuvo. Al capitán lo siguieron todos los de su compañía y de otras.

El riesgo era mayúsculo. Hasta la sección que se encontraba copada por los rebeldes iraquíes solo lograron llegar siete militares, incluyendo al capitán.

“Aunque eran pocos, pero fue un gran alivio ver que nos habían llegado a reforzar. Había compañeros que ya estaban exhaustos”, explicó uno de los militares retirados.

En el carro blindado, tipo humvee, en que llegó el capitán fue evacuado el cabo Ramírez, quien había sido herido en la ingle.

Las fuentes indican que el cabo Samuel Toloza se destacó por sus hazañas en ese combate. Sus excompañeros recuerdan que no sólo salvó a un cabo de una muerte segura sino que después de eso lo vieron arriesgar nuevamente su vida por recuperar un cohete antitanque, un LOW, que algún salvadoreño había dejado perdido.

El capitán Gálvez Torres le gritó que lo recuperara. Toloza lo hizo. Se lo entregó a alguien más para que lo disparara hacia unas posiciones enemigas de donde estaban recibiendo fuego intenso.

Al anular esas posiciones enemigas, los salvadoreños tuvieron tiempo para evacuar a los heridos. Uno de los exmilitares recuerda que Toloza solo logró subir la mitad del cuerpo del cabo Ramírez. Las piernas iban colgando del humvee.

Luego de aquel combate, durante una formación, los soldados se enteraron de que el comandante del batallón los había abandonado a su suerte bajo la excusa de que prefería que fueran 29 los muertos y no 100.

Militares salvadoreños con botines de guerra

Después de aquel 4 de abril, la base Al Andalus, donde estaban acuarteladas las tropas de la Brigada Plus Ultra (hondureñas, salvadoreñas, dominicanas y españolas) quedó prácticamente sitiada por los rebeldes chiítas por unos dos meses.

Comenzó a escasear la comida y otros víveres.

Las fuentes recuerdan que en las semanas anteriores muchos soldados salvadoreños subieron rápidamente de peso debido a la abundancia. Sin embargo, en las semanas posteriores al 4 de abril, esos mismos soldados enflaquecieron, hasta que la Infantería de Marina de los Estados Unidos logró deshacer el cerco que los rebeldes chiítas tenían sobre la base Al Andalus.

Fue para esos días que los rebeldes iraquíes fueron desalojados del hospital de Nayaf, donde también había un complejo de apartamentos habitados por profesionales iraquíes, médicos, más que todo.

Durante ese desalojo, las tropas que participaron en esa operación encontraron varias cajas fuertes con dólares. Tanto así que a los salvadoreños supuestamente les fueron entregadas como botín de guerra tres de esas cajas para ser repartidas entre los 379 militares salvadoreños.

Sin embargo, las fuentes afirman que ese dinero se lo quedaron algunos militares de alto rango y a la tropa no le dieron nada. Por esa razón, varios jefes militares, a su regreso a El Salvador, habrían sido sometidos a procesos bajo el Código de Justicia Militar.