Los árboles más longevos

El Salvador carece de un registro oficial de árboles centenarios. Algunos municipios han identificado los suyos. Los salvadoreños que tienen cerca algunos de estos árboles piden a las autoridades protegerlos. Creen que no solo son patrimonio natural, sino también histórico

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Los árboles más longevos

Por Lilian Martínez /lilian.martinez@eldiariodehoy.com

2014-02-08 8:00:00

Gracias a ellos, los salvadoreños aún respiran aire fresco y varias fuentes de agua no se han secado. Protegen del sol y del viento. Tampoco falta quien los convierta en baño o basurero público, ni quien los vea como estorbo o amenaza y decida mutilarlos, quemarlos y talarlos.

El Salvador tiene 287 mil hectáreas de bosque, según informes y proyecciones de la FAO. Esto equivale al 13.9 % de la superficie del país y al 1.5 % del área boscosa de Centroamérica. Así lo consigna el documento “Bosques, Deforestación y Monitoreo de Carbono”, elaborado por Grupo Cabal y la ONG Prisma.

Este documento cita la definición de bosque acuñada por la FAO: “tierras que se extienden por más de 0.5 hectáreas dotadas de árboles de una altura mayor a los 5 metros y una cubierta de copas superior al 10 %, o de árboles capaces de alcanzar esta altura in situ”.

En este contexto, el que en varios municipios del país se haya identificado árboles centenarios, cuya altura oscila entre los 7 y 10 metros, con edades que oscilan entre los 90 y los 1000 años, algunos de los cuales son relacionados con hechos históricos, resulta emblemático.

José Gabriel Cerén López, botánico del Museo de Historia Natural, explica que a solicitud de algunas alcaldías él y otros botánicos han elaborado fichas técnicas de árboles centenarios. Sin embargo, un registro completo, en el que se identifique al árbol más antiguo del país no existe aún. Sobre los bosques afirma: “Podría inferir que, en base a los suelos más antiguos del país (…), probablemente el macizo boscoso del cerro Miramundo en el Parque Nacional Montecristo, Metapán, y El Pital en Chalatenango podrían considerarse los (bosques) más antiguos”.

En medio de la empedrada 1a Calle Oriente de la ciudad de San Vicente, a un costado del Santuario de la Cruz o del Señor de Esquipulas, está uno de los especímenes más longevos que han sido registrados. Se trata de un árbol de zorra, cenícero o carreto (Samanea saman), que los vicentinos conocen como “árbol de los lamentos” y “árbol de los esclavos”.

Este monumento es también conocido como “paloeloscuches” (palo de los cuches), pues según Jorge Lardé y Larín, sirvió como punto de descanso para los vendedores de cuches “los días domingo o feriados”.

Mide 10 metros de alto y su tronco tiene 1.5 metros de diámetro. Esta medida se tomó colocando una cinta métrica a 1.60 metros de altura desde la base del árbol. Esa, según Cerén López, es la forma de medir el diámetro del tronco, cuyo grosor sirve para determinar la edad. Se debe tomar en cuenta que un árbol puede ser grueso, pero si su especie tiene un ritmo de crecimiento rápido, aunque su tronco tenga 10 metros de diámetro, puede que sea más joven que uno con 2 metros de diámetro.

Tomando en cuenta un crecimiento estimado del grosor del carreto de 3 milímetros por año, los botánicos han calculado que “el árbol de los lamentos” tiene entre 500 y 550 años.

Además de longevo, este espécimen es símbolo de la abolición de la esclavitud en El Salvador, al menos para los vicentinos. Según una placa colocada al frente del santuario, este carreto es conocido como “árbol de los esclavos” porque a su sombra se llevaba a cabo la venta de esclavos en la época colonial. Cuando se abolió la esclavitud, debajo de este árbol se enterraron grilletes y cadenas, según la placa, “simbolizando el entierro para siempre de la esclavitud en Centroamérica”. A unas cuadras, está un árbol más longevo. En la esquina de la 10a Avenida Norte y la 3a Calle Oriente, un árbol de tempisque de 8 metros de alto y 2 de diámetro, el cual da sombra a una pequeña plaza. Griselda Carranza, quien vive en la esquina adyacente, lo mira desde la ventana de su casa afirma: “No le quitan el mata palos. Antes mandaban a limpiarlo, pero desde hace cuatro años no”.

Según una pequeña publicación disponible en la Biblioteca municipal, bajo la sombra de este tempisque “cincuenta familias españolas fundaron la ciudad de San Vicente el 26 de diciembre de 1635”. Una placa a los pies de este árbol afirma que, la Asamblea Legislativa lo nombró “monumento histórico nacional” el 26 de abril de 1984, gracias a las gestiones del Patronato Cultural Vicentino. Cuando se conmemoraron los tres siglos y medio de fundación de la ciudad, se inauguró la plaza que rodea al tempisque en diciembre de 1985.

En el occidente del país un árbol menos conocido ofrece su sombra los habitantes de la colonia El Juguete I, en la cabecera departamental de Ahuachapán. Se trata de una Ceiba pentrada con raíces tipo cortrafuerte de casi 4 metros de alto sobre la superficie y un tronco de 9 metros de alto con un perímetro de 10 metros. Con estos datos, y tomando en cuenta que esta especie es “de rápido crecimiento”, Cerén López calcula que la Ceiba tiene entre 71 y 96 años, aproximadamente.

Miriam Angélica Campos de Cabezas, quien vive a un costado del predio donde sobresale la Ceiba, asegura que durante el invierno la tierra que rodea este árbol se convierte en una poza donde se estancan aguas lluvias y aguas grises. En su opinión, eso ocurre desde que la alcaldía pavimentó El Juguete II y otras que lindan un pasaje sin pavimentar y sin tuberías subterráneas para aguas grises. Campos de Cabezas considera necesario que alrededor de la Ceiba se construya una plaza y asegura que durante la pasada campaña, personal de la alcaldía prometió hacerla.

En el departamento de Comunicaciones de la municipalidad explicaron que dicha zona “se mejoró vialmente y en la colonia Santa Teresa se está construyendo una plaza”. Es decir, “es una zona a la que el gobierno municipal le está apostando”. Y aunque construir una plaza alrededor de la Ceiba “sí está contemplado” no les es posible decir cuándo lo harán, pues dependerá de la disponibilidad de fondos. Los anteriores solamente son tres ejemplo de árboles que llevan décadas o siglos brindando sombra, oxígeno y agua a los salvadoreños. Identificarlos, al parecer, es una tarea que están llevando a cabo los ciudadanos y las municipalidades. Mire a su alrededor, puede ser que cerca de su casa, en su colonia o en su barrio, también hay un árbol centenario. ¿Quién sabe? Quizá sea más longevo y más emblemático que los que aquí conoció.