Olas y sueños entre pedazos de madera

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Elvis, Cristian, José, Henry, Rigo y Alejandro, son las promesas del surf en la playa El Pimental, hacen piruetas con algunas tablas de surf improvisadas. Fotos EDH / Alex Cañas

Por Alex Cañas Wiliam A. Hernández Twitter: @walexhernan

2014-02-07 7:00:00

on tablas de madera deformes, otras de plástico y alguna bonita prestada, al caer el ocaso del océano pacífico en la playa El Pimental, entre el “splash” de las olas, Elvis, Cristian y sus amigos se reúnen casi siempre en el último momento del día para aprovechar la marea y deslizarse entre el oleaje, luego de la de la escuela y los trabajos encomendados por sus padres.

Allí cada uno de estos jóvenes entre los 14 y 8 años de edad sueña a ser el “Super Man”, salvadoreño y lograr subir a la ola más elevada o quizá imitar a Kelly Slater, 11 veces campeón de surf del mundo, pero en una tabla hechiza y deforme sacada de la mesa de su casa.

Para ellos lo más importante es compartir cada momento y la emoción viene al sentir el choque de sus tablas deformes con grietas, que simulan uno de los llamados en inglés “Boogie Board” o una tabla de Surf.

El único apoyo es un pedazo de madera desechado por sus familiares y cortado con un machete o a punta pies que los hace soñar a ser aquel personaje de la televisión que hace surf en Hawai o aquel visitante extranjero que práctica este deporte que hace pocos años era de élite y que ahora es el de moda en la playa El Tunco, en La Libertad, donde las olas son más grandes y acuden la mayoría de turistas extranjeros.

“Dale, dale”, dice Cristian a uno de sus amigos. “Allí voy”, contesta mientras sonríen y tragan un poco de agua. Luego de deslizarse por unos 10 metros, terminan junto a la ola, cerca de la orilla en la arena, cansados repiten y sueñan a volar sobre el océano.

Los jóvenes originarios de la playa El Pimental, departamento de La Paz, manifestaron tener sueños reales, entre estos tener una tabla de verdad. “Una de esas bonitas”, dijeron ya que las que tenían las habían sacado de la mesa del comedor de sus familiares.

Cinco de estos muchachos estudian en la escuela del lugar, a excepción de uno, quien afirmó que le gustaría ir a la escuela, pero su abuelita no lo ha inscrito este año.

Pensé en tantos niños en el mundo que tienen los últimos modelos y marcas de tablas de surf y no les importa, también en aquellos que van a los colegios más caros y tampoco les interesa, comparé a estos niños que sueñan con tener algo aceptable para deslizarse sobre el agua y con este pequeño que se lamento de no poder ir a la escuela quizá por que su abuela lo necesita en casa.

Allí mismo hicimos una “promesa compromiso”, si ellos sacaban buenas notas, arriba de 8 de calificación, se portaban bien con sus familias y la comunidad, yo me encargaría por lo menos de conseguir un Boogie Board para cada uno, ya que ellos me hicieron saber que soñaban con tener una tabla de surf o algo bonito.

Estos muchachos con mucha energía siguieron jugando y hasta me prestaron una tabla de madera, inmediatamente revise que no tuviera ni un clavo e intenté deslizarme, aunque no llegue muy lejos viví y sentí ese momento, en la tabla de madera.

Al devolver la tabla pregunte al que no estudiaba, si le gustaría ir a la escuela, dijo que sí, ante su respuesta le hice la promesa de que si se inscribía a como diera lugar, por supuesto con el consentimiento de la abuela, le conseguiría una tabla mejor que la de madera que el tenía, para que jugara con sus amigos, dijo que haría todo lo posible.

Me despedí de aquellos seis jóvenes, soñando que tuvieran un mejor futuro y sus tablas bonitas. Mire al cielo y le pedí al Todopoderoso que me ayude a regresar uno de estos días para cumplir la promesa, espero que ellos también la cumplan.