Ayer cuando el reloj marcó las 10:00 de la mañana bajo la enorme ceiba que resguarda el parque central de Antiguo Cuscatlán, inició la Santa Eucaristía presidida por José Escobar, párroco de la iglesia, y por el Nuncio Apostólico del Vaticano monseñor León Kalenga Badikebele.
El lugar fue adecuado para la ocasión ya que se instalaron toldos y sillas para que la concurrencia participara del cierre de las festividades del municipio con el acto religioso.
Cientos de personas se aglutinaron para escuchar el mensaje de la palabra de Dios que estuvo a cargo por primera vez por el Nuncio Apostólico quien en su primera intervención con la concurrencia expresó “¡Qué viva el Papa Francisco!” a lo que la multitud respondió “¡Qué viva!”.
El coro que acompañó la celebración entonó cánticos de fe, para luego dar paso a la ceremonia religiosa, a la que asistió la alcaldesa, Milagro Navas, y miembros del comité de festejos.
Fervor por los niños
En horas de la tarde los fieles católicos realizaron una procesión por las principales calles de la ciudad, mientras cargaban en sus brazos las imágenes que representan los niños inocentes, que murieron por órdenes de Herodes según un pasaje bíblico de las sagradas escrituras.
Los peregrinos hicieron una fila frente a una tarima instalada en el atrio de la iglesia mientras el padre, José Escobar, realizaba la bendición de los Santos Niños que los parroquianos llevan desde distintas partes del país.
Con esta actividad los asistentes mostraron su gratitud por bendiciones recibidas, milagros o para solicitar algunas peticiones personales.
Con la bendición finalizan las fiestas religiosas de Antiguo Cuscatlán que cada año se realizan en la ciudad; por la noche la alcaldía organizó una quema de pólvora.
La bendición del hogar
En el portal del templo, para estas fechas, algunos vendedores aprovechan la presencia de la multitud para ofrecer la “Bendición del Hogar” que consiste en dos espigas de trigo a la que amarran una pequeña bolsa de plástico que contiene granos de maíz, arroz, frijoles, sal y un diminuto pan francés, acompañados de una estampa de la Divina Providencia.
Según la tradición, el 1 de enero estos ingredientes reciben la bendición para que luego lo lleven hasta sus hogares y durante todo el año reine la paz, el amor, y que no falten los alimentos en cada una de las familias salvadoreñas.