“La campaña es una guerra a muerte y caldea la intolerancia”: José Miguel Fortín

Afirma que el mismo Presidente de la República demuestra la intolerancia

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José Miguel Fortín. FOTO EDH Archivo.

Por David Marroquín

2013-12-09 10:11:00

José Miguel Fortín Magaña está convencido de que la actual es una “campaña electoral a muerte”, en la que se busca negar el derecho a disentir y se trata a toda costa de aplastar al adversario político.

Los salvadoreños miran este escenario mientras están sometidos al estrés y a las presiones de falta de empleo, una precaria situación económica, gigantescos congestionamientos viales por el cierre de arterias clave y la promoción de supuestos casos de corrupción que, según encuestas, pocos entienden.

Para Fortín, quien fue presidente de la Asociación Centroamericana de Siquiatría y de la Asociación Salvadoreña de Siquiatría, es tal la virulencia de algunos actores o mensajes frente a la falta de propuestas sensatas. Y las que se han planteado serán difíciles de cumplir, porque requieren muchos recursos con los que el país no cuenta.

La intolerancia reina incluso desde las altas esferas. Por lo mismo cree que los gobernantes, comenzando con el Presidente de la República, tienen que dar ejemplo de ecuanimidad y de mesura a un país, ya que demanda cese de la violencia y la impunidad. De lo contrario, no estarán más que polarizando a la población o acentuando su desencanto al punto de resistirse a ir a votar.

Estas son sus apreciaciones, a título personal y como profesional de la conducta humana.

¿Cómo evalúa la campaña electoral actual desde el punto de vista de la siquiatría?

Desafortunadamente, en El Salvador en este momento pareciera ser que el pecado es disentir. El pecado es no estar de acuerdo. El concepto de universalidad lo hemos perdido. Los partidos pareciera ser que no toleran al que no piensa como ellos. Desde el Presidente de la República hasta los últimos activistas demuestran una intolerancia al pensamiento que no es como al que ellos tienen. Desde una perspectiva siquiátrica y nacional y humana, no dan sino ganas de llorar delante en una situación en la que, por un lado, hay toda la impunidad del mundo, en donde se utilizan las reglas del juego para atacar al adversario, degradándolo, desprestigiándolo, convirtiéndolo en un ladrón, en un sinvergüenza por razones eminentemente políticas; y por otro lado, en una intolerancia sistematizada en donde no se permite el pensamiento disidente. La campaña se ha convertido en guerra a muerte y caldea la intolerancia.

Esta intolerancia política, el uso de las leyes y del aparato del Estado para callar y denigrar, aunados al estrés por los congestionamientos, la violencia pandillera, la crisis económica, la falta de empleo, ¿a qué lleva, ¿qué ánimo pueden generar en el electorado?

El hacinamiento y la congestión social producen violencia. Entonces el cierre de las calles con fines aparentemente noticiosos, el hacinamiento en el que vivimos, la inseguridad y la insalubridad a la que los salvadoreños estamos sujetos, vuelve a la población realmente agresiva, tendiente a la violencia. Si los políticos, que deberían ser los encargados de calmar las aguas, por el contrario, se tornan cada vez más violentos e intolerantes como mencionaba, se puede llegar a un ambiente determinado que a mí me preocupa. Hay dos partidos que están esencialmente en un empate, lo que quiere decir que el que gane va a terminar ganando con un margen relativamente pequeño; quiere decir que la mitad de la gente no habrá votado por esa gente; la otra mitad sí. Si al final hubiese dos contendientes, ¿qué va a pasar entonces con la intolerancia? Si los políticos no empiezan a calmar a la población. Si por el contrario el quehacer de los políticos y de los encargados de producir la calma a la población exacerban los ánimos, el que gane se va encontrar con una tensión tan creciente que verdaderamente poco va a faltar para el estallido de una nueva crisis social o de –Dios nos libre– una nueva guerra.

En este momento algo que deben hacer los estadistas, si alguno queda todavía en El Salvador, es tomar el papel de estadista, dejar el papel partidario para los políticos y aun los partidos políticos deberán aprender a calmar las aguas.

Calmar las aguas… ¿cómo?

No se vale el doble discurso que tienen los políticos, por un lado dicen que no van a participar en la guerra sucia, que no hablan mal de nadie, pero por el otro ponen a una serie de personeros hablar mal del prójimo, a despotricar al contrincante, decir que “nosotros somos limpios” pero por atrás ponen a otros personeros a insultar… los blogs en este país, no hablo de los blogs decentes donde se identifican con nombre y apellidos los que los sustentan, esos son absolutamente respetables y hay muchos, pero hay otros de esos que aparecen de un lado para otro que no tienen ningún responsable que son insulto tras insulto, agresión tras agresión y en medio la población oyendo esa polarización a la que no se nos va conduciendo que finalmente terminará, insisto, si no hay alguien que baje las tensiones.

Percibe que todo esto no solo nos puede llevar a una exacerbamiento, sino que también a un gran abstencionismo… ¿Cómo percibe usted el ánimo en la población?

Yo que estoy más cerca de la población he oído esta expresión con frecuencia: “no puede creer en nadie”, “yo no voy a ir a votar”, “si voto, voy a anular el voto”. Esto es un fenómeno social que de alguna manera, que aunque la gente vaya a votar van a haber muchos votos nulos, o eventualmente no va a haber la votación que cada uno de los candidatos espera, porque cada uno espera que los votos indecisos van a terminar siendo de él. La realidad es que no es así, la realidad es que los votos se van a dividir más o menos en partes equidistantes de los que ya decidieron votar, pero sí pueden haber mucho abstencionismo, pero más que abstencionismo, que es una expresión de repudio, de decir “no creo en nadie”, de desánimo, también me preocupan los otro elementos relativos a la agresividad que se pueda dar delante del que pierda y del delante del que gane, y entonces la posición del que gane va hacer enfrentarse a la mitad de la población que no está de acuerdo con y esto puede ser sumamente peligroso.

Por eso les pedimos a los políticos que dejen estas confrontaciones, no desde las perspectivas desde lo que la gente mira nada más, pero también de sus aparatos interiores. Bajen las aguas en el Nombre de Dios. Y quienes sean estadistas que vuelvan a retomar ese papel, lo merecen los salvadoreños y es por los salvadoreños que estoy haciendo estas recomendaciones.

Cómo se ve el caso de los políticos que rehuyen que se lleve su pasado al escrutinio público y quisieran que solo se hablara de casos en los que acusan al adversario…

Los problemas en El Salvador se resumen en tres cosas en este momento: la intolerancia, la impunidad y la amnesia histórica. La impunidad debe ser combatida absolutamente, pero uno se da cuenta de cosas que aquí se va a investigar esto hasta este punto por que desde este punto va a salir alguien de los míos enlodado, entonces a estos ya no los investigo. La impunidad es uno de los grandes flagelos. Y el tercer elemento es la amnesia histórica. Desafortunadamente el salvadoreño promedio es amnésico, olvida lo que ha pasado apenas antier y de repente ya no lo recuerda, no se trata de recordar 20 años, se trata de recordar cinco años, se trata de recordar la vida entera. Santayana decía que “el hombre que no conoce la historia está condenado a repetirla”. Esto es un poco de lo que nos sucede a los salvadoreños: una situación en donde más de algún rey se cree emperador y más de algún político se cree dueño de la polis, es decir, de la ciudad y del país, y del mundo, y no es así.

La cuarta posibilidad es que no se es un demócrata, porque la democracia consiste en aprender a tolerar a que alguien piense de una manera distinta, es que simplemente aquel que se dijo demócrata no lo era y por lo tanto al llegar al poder se creyó dueño del país, y cuando eso sucede es más grave que una enfermedad porque al fin y al cabo en una enfermedad no hay responsabilidad.

Un dicho griego enseña que “yo simulé ser alguien que no era, y cuando llegué al poder entonces terminé diciéndole a todos quien yo era”.

Confucio tiene una frase preciosa: “Alguien que no sepa gobernarse a sí mismo ni a sus excesos, ¿cómo podrá gobernar a un pueblo con sus carencias?”, Qué frase más pensada.

También retomo una frase del Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos. Con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar? Por la libertad así como por la honra se puede y se debe aventurar hasta la vida”. Y esto es lo que ahora pasa: si nos quedamos callados lo que cada uno sabe y piensa, a pesar de los insultos, que vaya acarrear el que uno piense de manera distinta del hombre más poderoso de El Salvador en este momento, entonces estaríamos cayendo precisamente en no honrar en lo que nosotros creemos: la honra y la libertad valen la pena hasta la vida.