Santa Clara, 81 enfermos y 17 muertos

Los socios de la cooperativa, en San Luis Talpa, están en control en el Rosales desde 2006

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Gilberto Bustillo, de 83 años, debió recibir su primera diálisis en julio. Por consejo de su familia, ha postergado el tratamiento. Foto EDH / Leonardo González

Por Lilian Martínez nacional@eldiariodehoy.com

2013-09-05 8:00:00

Pastor Carbajal es diabético. Recibió ese diagnóstico en 1986. De lunes a viernes, a eso de las 5:00 de la mañana, sale desde Santa Clara, en San Luis Talpa, rumbo al hospital Rosales, en San Salvador.

Durante 11 años trabajó preparando el veneno que una avioneta regaba sobre las plantaciones de algodón, antes de que estas desaparecieran y fueran sustituidas por las de caña.

Carbajal no visita el Rosales porque tenga insuficiencia renal, sino porque es el responsable de acompañar y orientar a los socios de la cooperativa Santa Clara, cuya salud renal esta bajo control de los nefrólogos de dicho hospital desde 2006.

Durante nueve años, Carbajal ha sido testigo de cómo quienes reciben la noticia de que necesitan diálisis se niegan a recibir el tratamiento por consejo de sus familias. Según sus registros, 81 socios de la cooperativa han recibido atención en el Rosales, 17 de los cuales han muerto.

“Desistieron de los controles, se fueron para donde otros médicos que les decían que los iba a sanar (…) La creatinina se alteró tanto que los llevó a la muerte”, dice al respecto Carbajal.

La cooperativa tiene un microbús que trae y lleva a los pacientes. Él, como promotor social, los orienta sobre dónde van a pasar consulta y les da lo necesario para el desayuno y el almuerzo. Algunos pasan consulta en Cardiología y otros en Endocrinología, pero “lo fuerte son los renales”, afirma.

El gasto en transporte, alimentación, y en algunos exámenes y diálisis que se hacen en clínicas privadas, equivale a un gasto social de 120 mil dólares, según la directiva de la cooperativa Santa Clara.

Las diálisis y los exámenes en consulta privada se hacen necesarios cuando hay emergencias, explica el directivo Manuel Martínez.

Eso ocurrió por ejemplo con Santos Rosales. El 27 de diciembre le hicieron la primera diálisis en la Emergencia del Rosales, donde le hicieron dos más. Después lo llevaron a una clínica privada porque necesitaba más diálisis y, en sus palabras, “debía esperar mucho tiempo” para que se las hicieran.

Maribel Sibrián, otra socia, también recibió su primera diálisis de emergencia. Carbajal explica porqué: “Ella ya vino con unos exámenes en los que traía la creatinina elevada con lo que el médico determino que había que hacerle una diálisis. Ella aceptó el programa, pero la misma familia la sacó (…) sin darse cuenta de la gravedad que ella iba a tener después. La llevaron al hospital de Zacatecoluca y de ahí la mandaron para acá”.

El 30 de agosto, tras un día de espera en Emergencia, Sibrián recibió una diálisis en el pabellón de Endocrinología del Rosales. Carbajal cree que Sibrián esperó poco. “A veces he traído pacientes que se han estado hasta cuatro días esperando un espacio, que haya una cama”, afirma.

Como Santos y Sibrián, otros socios han recibido ya la noticia de que necesitan diálisis y han pospuesto el tratamiento o lo han abandonado. En el registro de Carbajal, hasta el 30 de agosto, 16 socios habían abandonado los controles médicos.

Uno de los que se niega a recibir diálisis es Gilberto Bustillo, de 83 años: “En julio me hacían la primera diálisis. Pero mis hijos no querían y yo no quería nada tampoco, sentía fortaleza”, asegura.

El sábado tenía cuatro días de haberse levantado de la cama, luego que tras ir a doblar milpa le diera fiebre. En sus palabras explica que tiene “alterados los riñones”, pero se niega a recibir la diálisis porque teme no poder trabajar más: “Es que el hombre o la mujer ya partida de su estómago (con catéter) ya no es nada, ya son un estorbo… Pastor Carbajal me aconsejaba que me dejara que me hicieran la diálisis pero, para esta fecha, yo ya no fuera nada”.

El presidente de la cooperativa, Carlos Alberto Argumedo, cree que en el campo la gente no se preocupa por su salud. Señala que después de la zafra murió un socio. Le habían dicho que no fuera a trabajar al cañal, pero no hizo caso.

“Algunos han muerto debido a eso: puro descuido. Dicen ‘así me siento bien’. Cuando vienen a sentir, cuando los llevan al hospital ya no hay solución”, sentencia.

En busca de una solución

Las 17 muertes que ha causado la insuficiencia renal entre los socios de la cooperativa Santa Clara no son el único saldo negativo en la cuenta de los directivos.

Ellos no ven con buenos ojos que los diputados estén considerando prohibir el uso de agroquímicos. El directivo José María Peraza Martínez reconoce que incluso él ha omitido las medidas de seguridad necesarias al momento de utilizarlos en su parcela. Pero asegura que la cooperativa lleva tres años en un proceso para dotar de equipo protector a quienes los aplican en los cañales.

Peraza Martínez tiene 53 años y también trabajó en los cultivos de algodón. Asegura que en ese entonces “nadie se protegía”.

Él asegura que antes sí se utilizaban agroquímicos con viñeta “roja” (tóxicos). Pero ahora solamente utilizan viñeta “amarilla” y “verde”.

Pero “¿alguien verifica qué es lo que riega la avioneta?”, se pregunta a los directivos.

–No. Hace muchos años el gobierno tenía una institución que le decían Centa, que era dependencia del MAG– responde Argumedo.

–Pero todavía existe– se le recuerda.

–Existe, pero no sabemos dónde. ¡Quizá en el cielo…!

El presidente de la cooperativa considera que sería “formidable” que alguien del gobierno estuviera con ellos diciéndoles cuáles productos usar y cuáles no. “Fíjese que en la viñeta aparece el nombre del producto y los componentes que trae… El Ministerio (de Agricultura y Ganadería) debería estar verificando eso”, sugirió.

Argumedo también lamenta que el alcalde de San Luis Talpa haya pasado de señalar los barriles abandonados en Loma de Gallo a señalar el cultivo de caña como el origen de los problemas renales entre los habitantes de San Luis Talpa. “Hay muchas cosas en las que tenemos que ir donde la gente que está trabajando… Si solo porque se nos ocurre que son los químicos… estamos faltos de la sabiduría que Dios puede dar”, afirma.

Sea cual sea la causa de los problemas renales entre los socios de Santa Clara, él cree necesario hacer más investigaciones: “El gobierno, por medio del ministerio, debiera hacer análisis para ver dónde realmente está el problema. Y trabajar por ahí. Porque mucho se ha hablado del agua y todas esas cosas, pero realmente no creemos…”.

Por su parte, Santa Clara no se ha cruzado de brazos. Sus enfermos renales reciben la atención médica que necesitan… hasta donde ellos la aceptan.