Pandillas someten al sistema educativo

El 38 % de alumnos de la escuela del caserío El Sillar, en Panchimalco, desertó en junio de este año. En Tenancingo, dos maestras fueron trasladadas luego de que un marero las amenazara por dejarlo aplazado. El pasado lunes 16, una directora fue amenazada de muerte. Un profesor desempleado dice que no quiere saber nada del sistema educativo. En estos recónditos cantones, el Plan Escuelas Seguras no existe. Las maras deciden quién puede o no estudiar en tal o cual escuela

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Para conjurar un poco el peligro hacia estudiantes y profesores, en la escuela del cantón La Esperanza, de San Pedro Perulapán, un grupo de soldados está dentro de la escuela desde hace casi dos años. Foto EDH

Por sucesos@eldiariodehoy.com

2013-09-22 7:00:00

Un día de junio de este año, 45 estudiantes inscritos en la escuela pública de El Sillar, un caserío del municipio de Panchimalco, al sur de San Salvador, dejaron de asistir a ese plantel. Todos tenían una peculiaridad: vivían en el caserío Los Sosa, donde opera la pandilla 18, rival de la Mara Salvatrucha (MS) que domina en el caserío El Sillar.

De un día para otro, la escuela de El Sillar perdió el 38 por ciento de sus alumnos.

El centro escolar comenzó con 116 estudiantes, pero hasta hace pocas semanas, cuando El Diario de Hoy comenzó esta investigación, sólo 71 continuaban asistiendo a clases, según comentó la directora de ese recinto educativo.

Hace poco más de tres meses, E. M. M., un profesor del centro escolar del cantón Santa Anita, del municipio de Tenancingo, departamento de Cuscatlán, dejó de asistir a dar clases, luego de que un pandillero lo amenazó de muerte por haberle hecho un reclamo a la novia de este, una estudiante activa.

El pandillero llegó a la escuela y lo llamó aparte. Luego, E.M.M. sólo dijo a sus compañeros que había sido amenazado de muerte y al día siguiente ya no regresó. Desde entonces, se encuentra sin trabajo, porque no le pareció ninguna de las opciones de traslado que le dio el Ministerio de Educación (Mined).

En un hecho más reciente, una profesora fue amenazada de muerte por un pandillero, el pasado 16 de septiembre.

“Usted no manda aquí. Ya sabemos que usted es la que llama a los policías o soldados cuando pasa algo (en el cantón). Tenga cuidado porque le podemos venir a hacer una matazón de bichos y a usted le vamos a volar la cabeza”. Esas fueron, más o menos, las palabras que de forma personal le espetó el pandillero a la docente del centro escolar.

Lo anterior sucedió en una escuela pública del cantón Tecoluco, municipio de San Pedro Perulapán, departamento de Cuscatlán, considerado por profesores y padres de familia como de alto riesgo para la comunidad educativa, por la alta presencia de pandillas.

Los problemas de seguridad provocados por esos grupos delincuenciales podrían ser más complejos para las escuelas de San Pedro Perulapán, Tenancingo y Santa Cruz Michapa, los tres del departamento de Cuscatlán, debido a la ausencia policial y a que miembros de maras están inscritos como estudiantes.

El plan Escuelas Seguras, consistente en que la Policía Nacional Civil (PNC) brinde seguridad permanente en los recintos escolares calificados como de alto riesgo por el accionar de pandillas, no incluye a varias escuelas de San Pedro Perulapán, Tenancingo o Santa Cruz Michapa, que de momento están viviendo una situación grave por las maras.

En una escuela de San Pedro Perulapán, una maestra aseguró que aproximadamente 20 de cada 100 estudiantes son miembros de pandillas y que el problema se observa mayormente con alumnos del tercer ciclo.

A merced de pandilleros

Muchos de los profesores entrevistados están conscientes de que en sus escuelas no mandan ellos. Se hace la voluntad de los pandilleros o, cuando menos, cualquier actividad incluyendo la de calificar el rendimiento escolar, se debe hacer de tal forma que a estos últimos no les cause enojo.

Sandra y Esmeralda, dos profesoras del centro escolar del cantón Santa Anita, pagaron caro el hecho de haber reprobado en Matemática e Inglés a un joven pandillero.

Ambas tuvieron que salir huyendo luego de darle un rotundo no a la petición del pandillero-estudiante para que le pasaran las materias.

Este hecho sucedió hace tres años, lo cual evidencia que el problema de presión de pandillas no es nuevo en ese centro escolar, cuya parte trasera muestra los grafitis con los que pandilleros de la 18 la han marcado como su territorio.

“Nosotros tenemos bien calculado el trato con ellos. Tenemos que saber cómo hablarles para no arriesgarnos”, explicó una maestra cuya escuela tal vez tenga el mayor número de pandilleros matriculados como estudiantes.

Sin embargo, para E.M.M., a veces el buen trato no basta. “Aunque uno tenga tacto para hablarles o llamarles la atención, ellos (los pandilleros o sus allegados) lo toman como quieren”, indicó el profesor, hoy sin empleo a causa de las amenazas.

En los sectores de San Pedro Perulapán, Tenancingo y Santa Cruz Michapa, de momento, los profesores no son extorsionados. Pareciera ser que los pandilleros de esos lugares los ven con compasión.

“Nosotros sabemos que no tienen un gran salario; que lo que ustedes ganan en un mes nosotros lo conseguimos en minutos”. Esa fue la respuesta que le dieron los cabecillas de pandillas a un grupo de profesores con quienes conversaron después de que a través de llamadas alguien les comenzara a pedir dinero.

Obviamente era alguien que quería aprovecharse de la situación. Los cabecillas dijeron que no eran ellos.

En el cantón La Esperanza solo fue por un corto tiempo que los pandilleros se metían a la escuela y obligaban a los profesores a darles un dólar. Fue durante el tiempo que los soldados fueron retirados por calumnias sobre maltrato a estudiantes, hechas por padres de estudiantes mareros.

Muchos profesores saben que están a merced de la buena voluntad de las pandillas. Saben que en la escuela son solo un santuario. Afuera, puede pasarles de todo.

Eso se lo dijeron a más de un profesor de la escuela de La Esperanza.

“Usted “estese” tranquilo (que no hiciera nada contra estudiantes pandilleros), porque unos hablamos y otros actúan”, dijo hace algunos meses un alumno de noveno grado a un profesor. Más explícita no podía ser la frase.

En cantones recónditos, como Rosario Perico, del municipio de Tenancingo, a donde la Policía ha llegado una vez en lo que va del año, las pandillas se dan el lujo de decir quién puede o no asistir a tal o cual escuela.

De acuerdo con padres de familia, eso ocurrió a principios de este año con seis estudiantes, todos menores de edad.

Una página de papel contenía una advertencia para la directora de la escuela: No querían que los seis hermanos (mencionaban los apodos) fueran recibidos en la escuela de Rosario Perico; de lo contrario, los profesores debían atenerse a las consecuencias y la pandilla no respondía por lo que pasara con todos los alumnos o profesores.

Los seis niños dejaron de asistir, comentan padres de familia, sin embargo, cuatro de ellos, los más pequeños, retornaron a la escuela bajo su propio riesgo. Los dos mayores ya no lo hicieron. La madre de ellos no quiso arriesgarlos.

“Hijos, regresen al salón”

La expresión podría parecer normal, si no fuera porque la profesora explicó cuando dos niños, de unos siete u ocho años, se retiraron: “Enfrente de estos niños no se puede hablar nada, no se puede confiar. Ellos les informan (a los pandilleros) de todo, de quien viene a la escuela, de dónde son los visitantes; ellos son los informantes”.

Los profesoras de todas las escuelas mencionadas saben bien quiénes son los pandilleros que asisten a clases.

En la escuela Felipe Soto, de Santa Cruz Michapa, por ejemplo, estudian entre 20 y 30 pandilleros, aunque un profesor indicó que solo son entre ocho y 10 jóvenes que están plenamente identificados como tales. Sin embargo, padres de familia indican que son mucho más que esa cantidad, y que entre ellos está el cabecilla de la pandilla 18, de la tribu SPLS.

Además de los que están estudiando, El Diario de Hoy pudo comprobar que frente a la escuela, tres o cinco pandilleros llegan cuando se aproxima la hora de salida de los estudiantes. Van a esperar a sus novias, recibir informes o asignar misiones a sus compinches.

Adentro de esta escuela, los grafitis son una realidad. La ubicación de la escuela no facilitó fotografiar las marcas pandilleriles, no obstante, estudiantes y padres de familia indicaron que en la parte de atrás hay varios que las autoridades escolares no han podido eliminar.

Entre tanto, en la escuela del cantón La Esperanza, fuentes militares y profesores indicaron que también hay entre ocho y 10 jóvenes de tercer ciclo que pertenecen al Barrio Dieciocho.

Desde hace varios años, esa escuela es custodiada por un destacamento militar, lo cual ha hecho que por lo menos dentro de la escuela los profesores y estudiantes se sientan seguros.

Los grafitis están presentes en todas las escuelas de Tecoluco Arriba y Tecoluco Abajo, Santa Anita, El Paraíso Abajo, Rosario Perico, la escuela Felipe Soto de Santa Cruz Michapa y del cantón La Esperanza, en las que hay grandes grafitis de la tribu (agrupación) SPLS del Barrio 18, a pesar de que dentro del centro escolar hay una patrulla de ocho soldados de la Quinta Brigada de Infantería desde hace más de año y medio.