Cientos de vicentinos dicen adiós a Waldemar

Al menos 500 personas asistieron a la misa en su memoria en la catedral de San Vicente

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Cientos de adultos y niños acompañaron el cortejo fúnebre desde la catedral hasta el cementerio. Fotos EDH / Marvin Recinos

Por Lilian Martínez En Twitter: @LMartinezEDH

2013-07-25 8:00:00

Lágrimas, palabras de esperanza y gratitud, y el deseo de que la experiencia vivida con Waldemar no se repita con otros niños salvadoreños.

Eso es lo que prevaleció ayer durante las ceremonias que precedieron el entierro del niño de cuatro años, hijo de Dinora Peña y Óscar Waldemar López. Ambos mostraron ayer la misma fortaleza que los caracterizó mientras su hijo permaneció hospitalizado.

Esa fortaleza solo pareció resquebrajarse cuando viendo el rostro de su hijo a través del féretro, en distintos momentos le hablaron con lágrimas en los ojos.

El ataúd permaneció la noche del miércoles en la Torre del parque Cañas de San Vicente. A la 1:40 de la tarde de ayer, voluntarios y familiares retiraron los 35 arreglos flores que rodeaban el féretro.

Decenas siguieron en silencio a los empleados de la funeraria que conducían el féretro rumbo a la catedral. Ante ellos, dos miembros de la Asociación de Radioaficionados (Arafi) mostraban fotografías del niño.

Minutos después, el féretro y quienes lo acompañaban entraron en el templo mientras se escuchaba ¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor, ya están pisando nuestros pies, tus umbrales Jerusalén!”

“La muerte es solamente la puerta que nos lleva a la patria definitiva”, afirmó el presbítero que presidió la eucaristía. Luego dijo que mientras se revestía en la sacristía pensaba que no tendría que ponerse la casulla morada, sino la blanca: “Tendría que ser blanca, incluso en la oraciones no podemos pedir por alguien que no ha pecado. Por un niño que murió en la inocencia y que apenas ha estado con nosotros cuatro años”.

Explicó que en la Iglesia católica se pide por aquellos que todavía no han llegado al cielo. Pero en el caso de Waldemar, afirmó, “despedimos a un santo”.

Luego hizo referencia al Evangelio de San Juan en que algunos judíos comentan sobre Jesucristo: “Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podría haber hecho que éste (Lázaro) no muriera?”

El presbítero concluyó: “¿Qué nos dice el Señor? Que confiemos como un niño. Que ofrezcamos las cosas que no entendemos”.

Entre quienes llenaban el templo había estudiantes de la Escuela Parvularia María Isabel Miranda, la misma a la que Waldemar asistió.

Algunos de ellos jugaban entre las bancas mientras en la Oración de los Fieles se pedía: “Por los niños que mueren sin que nadie llore por ellos. Para que Dios los consuele en su regazo”.

“Hemos entendido que contra Dios no podemos”, dijo Elvis Zúniga, uno de los miembros de Arafi que llevó una de las fotografías de Waldemar a la catedral. Este fue uno de los primeros grupos vicentinos que gestionó fondos para conseguir que el niño recibiera un trasplante.

“Nosotros hicimos el contacto con (la clínica) Puerta de Hierro… Ellos mandaron un informe… Dijeron que ahí habían hecho 35 trasplantes y con éxito”, agregó.

Ese centro, recordó, ofreció hacer el trasplante por $100 mil, lo cual no cubriría los gastos de hospitalización. Por ello redondearon a a $200 mil la cifra necesaria para que al niño le hicieran el trasplante en el extranjero.

Ante lo ocurrido, Zúniga afirma: “Waldemar nos ha abierto los ojos. Porque hay muchos Waldemar que están sufriendo (…) Nos hemos dado cuenta cómo trabajan los hospitales. Nos hemos dado cuenta cómo son las situaciones infrahumanas… Waldemar es un ángel más que se ha ido, pero hay muchos más se han ido en la incógnita”.

Para quienes se puedan estar preguntando qué se hará con el dinero recolectado en la actividades realizadas por los voluntarios, Zúniga tiene una respuesta: “Waldemar nos ha dejado una tremenda lección. Si no lo pudimos hacer con él, lo podemos hacer con otros”.

Afirmó que la misión que tienen ahora es conformar una fundación, que podría llevar el nombre del niño, para niños que están hospitalizados. Agregó: “Incluso hay niños que ni siquiera tienen el privilegio de ir a un hospital, sino que están en sus casas. Esa es la mayor labor que tenemos hoy”.

Tras recorrer varias cuadras desde la catedral hasta el Parque Memorial Santa Fe, en compañía de cientos de personas, los restos de Waldemar fueron sepultados cerca de las 5:15 de la tarde. Luego de que al menos 200 personas hicieron fila para decirle “adiós” y dar sus condolencias a la familia.