Un solo médico para seis mil pacientes renales

Por si fuera poco el médico solo atiende dos veces al mes con tratamiento ambulatorio

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Consultorios de Eco Familia La Esperanza pasan vacíos porque su labor es casa por casa; solo hay excepción cuando el nefrólogo cita a pacientes dos veces al mes. Foto edh / Francisco torres

Por Francisco Torres comunidades@eldiariodehoy.com

2013-03-30 8:00:00

ORIENTE. El equipo de profesionales del Ministerio de Salud que han sido asignados para atender la zona del bajo Lempa, conocido como Eco Familiar del caserío La Esperanza, cantón El Zamorano en Jiquilisco, Usulután, ha identificado al menos seis mil personas que requieren de tratamiento por problemas renales solo en la península de San Juan del Gozo, zona que es mejor conocida como El Bajo Lempa.

La mayoría de ellos son casos que no son graves, aunque requieren de un tratamiento intenso para evitar que se conviertan en crónicos.

El problema es tan serio que el Ministerio de Salud (Minsal) decidió crear en ese Eco, una unidad de nefrología, que más bien es un paño tibio ante un problema mayor.

Eso porque el médico especialista contratado solo llega dos veces al mes para tratar a pacientes que están en etapa inicial de la enfermedad.

A ello se suma que quienes tienen problemas crónicos y requiere de diálisis o hemodiálisis, deben desplazarse hasta el hospital San Juan de Dios, en San Miguel, que es el único en la zona oriental donde dan esos tratamientos.

Pero ahí la capacidad instalada también es muy limitada ante la demanda de los cuatro departamentos orientales.

Sobre la situación de esta unidad renal de La Esperanza, el doctor Roberto Cruz, director oriental de los Sistemas Básicos de Salud Integral (Sibasi) habla poco.

Solo confirma que hay un médico nefrólogo asignado y refiere hacia las oficinas centrales del Minsal para averiguar sobre el avance en el proceso de compra de las máquinas que se requieren para dar un tratamiento más amplio a pacientes con insuficiencia renal crónica.

Pero ahí solo se supo que al concluir la construcción del hospital de la comunidad Ciudad Romero, que se edifica desde hace varios meses, a menos de un kilómetro de La Esperanza, se abrirá una sala para diálisis.

Según la fuente, las máquinas dializadores están contempladas en el equipamiento general de este hospital.

Sin embargo, los trabajos de construcción de esta obra están paralizados desde hace casi un mes (lea mañana la segunda entrega).

A ellos se suma que pacientes que sospechan que tienen problemas renales, como María Ángela Martínez que vive cerca del cantón Isla de Méndez, no conoce sobre la existencia, y menos sobre la ubicación de la unidad renal de La Esperanza.

Fuentes de este Eco Familiar dijeron que eso se debe a que el trabajo que ellos realizan se hace casa por casa y que cuando identifican a un paciente con posibles problemas renales lo citan para que sea atendido en una de las dos visitas mensuales del nefrólogo.

No dan abasto

En el Bajo Lempa hay decenas de caseríos pertenecientes a la comprensión de Jiquilisco. La zona es tan grande que hay varias unidades de Salud para suplir las necesidades de los lugareños.

Sin embargo, la de La Esperanza es la única que atiende problemas de riñón, y la demanda es tanta que no alcanzan a cubrirla.

Eso se debe porque no solo deben atender casos de esa amplia zona costera, sino también atender a los pacientes que son remitidos desde los municipios de San Agustín y San Francisco Javier.

En el hospital San Pedro, situado en la cabecera usuluteca, su director Elías Portillo, ha anunciado que pronto habilitarán una sala para brindar tratamientos renales; pero mientras esta no se abra al público todos los enfermos crónicos que prolongan su vida a través de diálisis y hemodiálisis tienen que ir a buscar una esperanza de vida hasta el nosocomio migueleño.

Ahí el director Manuel Pacheco indica que solo tienen cinco máquinas de hemodiálisis y 12 máquinas para diálisis peritoneal. Tienen casi un centenar de personas con esos tratamientos.

A ellos se suman 150 pacientes que reciben el tratamiento de diálisis pero de manera ambulatoria, es decir, el hospital les brinda los insumos para que ellos se practiquen los tratamientos en sus viviendas porque no requieren de maquinaria sofisticada.

Pacheco acepta que la demanda hace colapsar la capacidad de esta sala de tratamientos renales, pero aclara que “este no es un problema de máquinas, no necesitamos más máquinas, lo que urge es abordar la parte preventiva; hay que cambiarle los hábitos a la gente para que en el futuro no necesite de estas máquinas”, sostiene Pacheco.

Pero el cambio de hábitos necesita ser orientado por los profesionales de la salud que en ocasiones se hacen de oídos sordos cuando las comunidades les piden a gritos de su intervención.

Un caso puntual es el de varios cantones situados entre los municipios de San Francisco Gotera, Sensembra y Yamabal, en Morazán; donde los lugareños se han cansado de buscar que alguien les preste atención y vayan a examinar a la población, porque sospechan que el agua que beben les está dañando los riñones.

EDH publicó el caso el 28 de noviembre del año pasado y días después la viceministra Violeta Menjívar solo dijo que enviarían técnicos.