Sepultan a víctima de microbusero

La joven conducía una moto cuando fue arrollada en la capital

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Los restos de Wendy Gómez fueron sepultados ayer en su ciudad natal, Chinameca, San Miguel. Foto EDH / Jenny Ventura y cortesía Familiares.

Por Jenny Ventura Carlos Segovia suceos@eldiariodehoy.com

2013-03-26 7:00:00

En menos de 20 días, dos familias migueleñas han sepultado a igual número de parientes, quienes fueron arrolladas por cafres al volante. Ayer, los restos de Wendy de La Cruz Gómez Serpas, de 31 años, fueron sepultados en el cementerio municipal de Chinameca.

La víctima pereció el lunes en la Diagonal Universitaria, frente a Medicina Legal, en San Salvador, cuando un microbusero de la Ruta 33B embistió la motocicleta que ella conducía.

Ese día, Gómez no alcanzó a llegar al lugar donde trabajaba desde hace 11 años, porque en el trayecto, mientras respetaba la luz roja del semáforo, José Mauricio Rivera, de 19 años, la arrolló con el microbús que manejaba a excesiva velocidad.

El 8 de marzo pasado, la familia de Rosa María Calero experimentó el dolor que ahora viven los Gómez, luego de que un busero la atropellara luego de que ella le reclamó por haberle golpeado el vehículo en el bulevar de Los Próceres, en San Salvador.

Ambos casos han provocado indignación entre la población, quien pide al Viceministerio de Transporte que no tolere la irresponsabilidad del gremio de transportistas públicos.

Durante el sepelio de Wendy, su madre, Reina Serpas, dijo conmocionada que los buseros deberían ser conscientes del trabajo que realizan y de la enorme responsabilidad que tienen al estar frente al volante, pues “no solo hacen daño a quien matan, sino a familias enteras”.

Mientras que el padre de Wendy, Guillermo Gómez, quien a diario se desplaza en moto para hacer su trabajo, se quejó de que “los buseros y microbuseros no respetan al motociclista porque creen que como son motociclistas deben hacer alto en cualquier lugar y que los demás tienen vía libre”.

Sueños truncados

Wendy de La Cruz tenía cuatro años cuando sus padres, huyendo de la guerra, llegaron a la capital procedentes de Chinameca, San Miguel.

Según Óscar López, primo de la víctima, con quien se crió como un hermano, ella inició la licenciatura en Computación pero las necesidades de dinero en casa la obligaron a dejar la carrera con la esperanza de poder retomarla algún día.

Con el dinero que ganaba ayudaba a sus papás a sostener a su hermana menor, quien nació sorda. Fue por ella, según López, que Wendy y su madre aprendieron a comunicarse a través del lenguaje de señas.

“Ella siempre apoyaba a su hermanita y era un soporte moral y espiritual de su madre Reyna… vaya a su familia nuestras condolencias”, publicó ayer en su muro de Facebook la Fundación Manos Mágicas, que trabaja enseñando el lenguaje de manos.

Los parientes de Gómez la recordaron como una joven risueña, respetuosa, emprendedora, apasionada por el fútbol, por el equipo Barcelona y el motociclismo, un gusto que adquirió de su padre.

Sus allegados aseguraron que Wendy era dedicada a su familia y más recientemente a su sobrina, quien tiene poco tiempo de nacida.