Falta de apoyo del Mined afecta a las escuelas en oriente

El plan Escuelas de Tiempo Pleno se aplicaba hasta el año pasado en 60 centros

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Los alumnos de las escuelas Sor Cecilia Santillana son parte del programa Escuela Tiempo Pleno, pero no reciben un apoyo total.

Por Lucinda Quintanilla Jenny Ventura nacional@eldiariodehoy.com

2013-02-24 8:00:00

Desde hace tres años, el Centro Escolar El Carmen, en el municipio del mismo nombre en el departamento de La Unión, fue nominado para que ejecutara el plan piloto “Escuela a Tiempo Pleno”, algo que ha hecho a medias por falta de recursos.

El referido plan, impulsado por el Ministerio de Educación (Mined), pretendía mantener ocupados a los estudiantes durante ocho horas diarias, tanto en clases normales como en talleres.

Los referidos talleres, que se imparten en horas vespertinas, incluyen deportes, manualidades, práctica de experimentos de ciencias y enseñanza de música.

El plan, que se ejecuta con dificultades, se aplica también en el Complejo Educativo Sor Cecilia Santillana de San Miguel. La historia es la misma, falta de apoyo del Mined.

Ambos centros escolares iniciaron el programa desde su lanzamiento hace tres años, pero no termina de solidificarse.

Lo más triste para las autoridades de esos centros, que vieron el programa como un importante apoyo para alejar a los jóvenes de actividades delictivas a través del estudio y los talleres, fue encontrarse con una infinidad de dificultades, muchas de ellas aún sin superar.

María Gómez, directora de la escuela El Carmen, aseguró que “estábamos ilusionados con la aplicación del plan, porque soñamos con tener una escuela adaptada para los estudiantes con capacidades especiales, con laboratorios y equipo necesario, además de aulas para el desarrollo de todos los talleres”, dijo.

Agregó que “creíamos que nos construirían un módulo de al menos cuatro aulas para tener espacios idóneos, como nos lo habían pintado en las capacitaciones”.

Sostuvo que cuando les dijeron en el Mined que debían iniciar el programa, no tuvieron otra opción que darles clases, a por menos tres grupos de estudiantes, en los pasillos de la escuela.

Eso, debido a que las aulas son insuficientes para atender a todos los estudiantes con las clases en la mañana y los talleres por la tarde.

Incluso, la saturación les exigió realizar los talleres vespertinos al aire libre, ante la dificultad de espacio.

Agregado a ello está la falta de implementos para realizar los talleres.

La directora aseguró que son los padres los que han enfrentado los gastos para que sus hijos forman parte de los talleres.

“Muchos padres han retirado a sus hijos porque no tienen dinero para comprar algunos de los implementos que se necesitan para realizar manualidades, como tejido y bisutería, entre otros”, dijo Gómez.

Sólo en esta escuela, hay una población de casi 500 estudiantes, que deben quedarse parte del día en el centro de estudios.

Muchas veces los estudiantes no ponen la atención necesaria para aprender, pues los espacios donde reciben los talleres no son adecuados.

“Si la escuela tuviera un presupuesto para atender esa necesidad, los talleres fueran más exitosos, porque los estudiantes estarían más motivados con los espacios correctos y el equipo adecuado”, dijo la directora.

El laboratorio de ciencias de esta escuela es un espacio pequeño donde antes funcionó una cafetería.

En el sitio, por ser tan reducido, sólo guardan los pocos elementos con los que cuentan para hacer sus prácticas científicas.

La realidad no es muy diferente en el Complejo Educativo Sor Cecilia Santillana, en San Miguel.

Este centro de estudios junto a su cuerpo docente y estudiantes ha enfrentado necesidades similares a las del centro de la escuela de La Unión.

Su director, José Ramos, dijo que la falta de infraestructura y de equipo son de las más grandes dificultades para el desarrollo del programa de gobierno.

“En el taller de laboratorio es donde más problemas tenemos por la falta de recursos. En todos los talleres hacen falta, pero donde más necesidad hay es en el laboratorio, porque no tenemos un local, equipo e insumos especializados”, aseguró.

En esta escuela también improvisan espacios para poder ofrecer sus talleres.

Muestra de ello es que donde los estudiantes hacen sus prácticas de laboratorio es una aula común, en donde únicamente dos mesas componen el referido laboratorio y ahí mismo reciben sus clases por la mañana.

Además, según Ramos, son los padres los que aportan la mayoría de los elementos para que los alumnos realicen sus prácticas.

“Usamos parte de los fondos internos de la escuela para comprar parte de los materiales, pero es mínimo, porque en algunos talleres son los estudiantes los que traen los materiales, como para bisutería, bordado, parte de lo que se usa para panadería, entre otros”, explicó Ramos.

No obstante, los padres consideran que sería idóneo que fuese el Ministerio de Educación el que brindara todo lo que requieren, porque muchos se ven en aprietos para comprar los implementos.

Gloria Chávez explicó que “sería más fácil que en la misma institución tuvieran todo para los talleres de los niños, porque eso de comprarles lo que necesitan es un gasto que no teníamos y muchas veces se nos hace difícil poder cumplir”, dijo la mujer.

Dina Mendoza, una madre de familia, aseguró que muchos padres no tiene empleos formales para dar el dinero a sus hijos y se ven obligados a que estos dejen de ir a algunos talleres.

“Invertía un promedio de 15 dólares a la semana para comprar las cosas de pintura y bisutería en dos de mis hijos y para alguien que no tiene entrada fija de dinero se le hace complicado”, aseguró.

Estas escuelas son sólo dos ejemplos de lo que han enfrentado los centros de estudio a nivel nacional que entraron a formar parte del plan piloto “escuelas de tiempo pleno”.

LO POSITIVO

A pesar de todas las carencias, con las que se han enfrentado los docentes de las escuelas pilotos, hay grandes pasos que dan satisfacción a los docentes y padres de familia.

Una de las cosas que agradan a los padres es el alimento que les brindan a los estudiantes en horas de almuerzo.

“Eso de que le den el alimento a los niños me parece muy acertado, porque así no gastamos nosotros y ellos tienen lo necesario para seguir en la escuela”, dijo Elsy Ochoa, madre de familia.

Sumado a ello está el incremento en las plazas de los maestros o instructores para realizar los talleres.

En el caso de la escuela de La Unión, les dotaron de 11 nuevos educadores, mientras que en el complejo educativo migueleño les proveyeron 15 nuevos profesores.

Parte de los logros que los estudiantes han obtenido es que ya hacen prendas de vestir, en el caso de los estudiantes de San Miguel, y bisuterías, en el caso de El Carmen, La Unión.