La escasez de insumos médicos agobia Venezuela

Un reportaje del Wall Street Journal muestra el drama de miles de pacientes

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elsalvador.com

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2015-07-16 7:00:00

VENEZUELA. Pedro González, un operario de una empresa estatal, quien rezaba por una nueva válvula cardíaca para salvar su vida, murió hace poco, con sólo 39 años, dejando una esposa y un hijo de 8 años.
De acuerdo a un reportaje firmado por Juan Forero, del Wall Street Journal (WSJ), González, un hombre de mucha fe, murió esperanzado en que el hospital público donde lo atendían le salvaría la vida. Pero no fue así, en el hospital no lo pudieron atender por no contar con insumos clave como catéteres, válvulas cardíacas ni aparatos para controlar la presión sanguínea.
De hecho, tan sólo una semana después de la negativa del hospital, González murió frente al altar tras predicar  frente a jóvenes en una iglesia cercana a su casa.
Su viuda, a quien el medio identifica como Indimar Rivero, cree que “si el hospital hubiera tenido los insumos que necesitaban, con la ayuda de Dios y los médicos, lo hubieran salvado”.
La trágica y triste historia de González ilustra una parte del deteriorado sistema de salud venezolano, que a 16 años del arribo del chavismo a Venezuela recorre hoy una ruta de carencias e historias similares a la anterior.
“Un sistema de salud gratis y de calidad era una pieza clave del sistema socialista de Hugo Chávez, un derecho que él garantizó en la Constitución. Pero dos años después de su muerte y 16 después de tomar el poder, lo que los populistas llaman una revolución, está fracasando”, consigna Forero en su reportaje.
El recuento de la cantidad de problemas que abaten a Venezuela es largo: una inflación cercana al 70%, la más alta del mundo, y una predicción del Fondo Monetario Internacional de que la economía venezolana se contraerá al 7% este año. 
El panorama que pinta WSJ es desolador: las nacionalizaciones en todo el país y los controles de precio han lastrado la industria local y los controles cambiarios dejaron a Venezuela sin dólares para pagar las importaciones. El resultado: escasez de todo, desde partes automotrices hasta papel higiénico e insumos médicos en un país donde se produce muy poco de lo que necesita la sociedad.
Pero para el reportaje del WSJ, nada como el colapso del sistema sanitario como para pintar la crisis de la incapacidad del régimen de proveer a sus ciudadanos. Citando una encuesta con más de 100 doctores, pacientes, personal de la industria farmacéutica así como ex ministros de salud y una visita a hospitales públicos de tres estados,  el  panorama pinta desastroso.
El problema de los insumos médicos está causando estragos tanto en el sistema público como privado al punto de incrementar las muertes que se pueden prevenir. 
La lista de la escasez es larguísima, desde aspirinas a antibióticos, hasta insulina o anestésicos. Lo mismo pasa con el equipo: máquinas de rayos x, ultrasonidos y desfribiladores fallan por la falta de algunos componentes.
WSJ da cuenta de cómo en los últimos meses del año pasado, varias personas corrieron la misma suerte que Pedro González. Cita el caso de Erlys Daza, hermana de Liz Giraldo, de tan sólo 38 años, que murió tras 7 meses esperando una válvula cardíaca.
El drama no sólo es para los pacientes. Los doctores que se ven obligados a enviar a sus casas a los pacientes cardíacos por la falta de insumos, también viven con remordimientos.
“Los pacientes que vienen en la búsqueda de la cura, sólo encuentran la muerte”, les dijo al WSJ el doctor Gabriel Silva, jefe de la unidad de cirugía cardiovascular.
El reportero buscó una respuesta a esta situación, pero la ministra de Salud, Nancy Pérez, no respondió a la petición. Tampoco respondieron a los llamados y correos electrónicos las unidades de salud de los barrios, administradores de hospitales públicos y oficinas contra el cáncer del Ministerio de Salud que Forero consultó.
El reportero pinta también un panorama sombrío de los pacientes de urgencias baleados o que han sufrido accidentes de tráfico. Muchos llegan al extremo de esperar incluso meses para cirugías reconstructivas.
Y pone datos aún más contundentes: de 45 mil camas del sistema público de salud, sólo 16 mil funcionan bien. 
Y es que según dijo Antonio Orlando, presidente de la Asociación Venezolana de Equipo Médico, el país sudamericano requiere de un billón de dólares anuales en equipo médico, pero el año pasado, el régimen sólo pudo proveer insumos por $200 millones, una cifra mucho menor que la de 2010, que fueron $807 millones.
Hace poco más de un año, el Banco Central informó que la escasez de medicamentos llegaba al 50%, pero ahora la entidad financiera ha dejado de publicar esos datos. La Federación Farmacéutica estima que esa cifra ahora se ha acrecentado al 70%.
Otro problema grave es la falta de médicos especialistas. Fuentes hospitalarias dijeron al WSJ que hasta la mitad de los médicos graduados, quienes podrían ganar unos $50  al mes, prefieren irse del país. Más datos contundentes: el Hospital Universidad, famoso desde 1956 por su calidad, ha bajado de realizar unas 40 operaciones de corazón abierto por mes a sólo 7. Y las cateterizaciones, otro procedimiento rutinario, han descendido desde las 1,200 anuales a unas 100.
“Cómo podemos tratar a un paciente cuando ni siquiera podemos operarlo o quitarle el dolor”, se queja el doctor Iván Machado, un veterano cardiólogo del hospital.
Otro caso dramático que ilustra el reportaje es el de Carmen Quiñones, de 51 años. En diciembre pasado, doctores de una clínica privada le diagnosticaron un aneurisma abdominal. Urgía de una prótesis en la aorta para reparar la ruptura. Ella corrió al Hospital Universidad, y ahí le dijeron que la podían intervenir, pero que ella necesitaba llevar la prótesis.
Con dificultad, su familia logró conseguir la prótesis con un doctor particular y le fue implantada, pero desafortunadamente, en la sala de operaciones, los doctores le hallaron una nueva complicación que requería de una segunda prótesis, la cual ya no pudieron conseguir.
“Nosotros podemos operarla, ¿pero qué prótesis le vamos a poner?”, le dijo el doctor Durand a su familia.
Carmen Quiñones salió de la operación, pero pronto su dolencia se complicó y comenzó a perder la conciencia. Luego sus pulmones comenzaron a llenarse de sangre, por una hemorragia y el hospital ni siquiera tenía sangre disponible para tratarla. Al final, murió.
Todo este cuadro contrasta con la época dorada de Venezuela, de 1950 a 1970, período del boom del petróleo, recuerda el WSJ, cuando el país era el más rico de Latinoamérica. Inclusive inmigrantes de Europa llegaron a Venezuela atraídos por el sistema de salud y la bonanza.
Pero desde 1999, cuando Chávez llegó al poder, recuerda el WSJ, estableció un convenio con Cuba para llevar miles de médicos cubanos a cambio de petróleo. Contingentes de estos doctores llegaron a los barrios más pobres a proveer de cobertura médica básica. Barrio Adentro, se llamó el programa, el cual ayudó a Chávez en el referéndum de 2004.
Pero a pesar de un boom del petróleo, aunque con un mal manejo de parte del régimen y sus ministerios, los fondos para la cobertura sanitaria decayeron en el período chavista. De acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud de 2012, las últimas disponibles, Venezuela es de las naciones latinoamericanas que menos invirtió en Salud. Pero pese a las protestas frente a hospitales y las quejas de algunos médicos, el gobernante Nicolás Maduro no ha dudado en llamarlos hasta “traidores” e inclusive “conspiradores” que no les “importa la salud”.
Inclusive Maduro llegó a llamar “terrorista” en televisión nacional al doctor Angel Sarmiento y ordenó su arresto. El delito del médico fue decirle a los periodistas que ocho muertes en un hospital público estuvieron posiblemente ligadas a la misma patología que fue ocultada.
Otro caso extraño fue cuando el servicio de inteligencia interrogó a Carlos Rosales, representante de la asociación de clínicas privadas, luego de que revelara a los medios una lista de hospitales públicos inhabilitados para realizar cirugías por la falta de insumos médicos. Él fue liberado horas después, pero los oficiales no respondieron a las preguntas de WSJ.
Pero cuando la vida de tanta gente depende de situaciones así, hay casos como los de Armando Delgado, 53 años, que no pueden pasar por alto. Delgado fue diagnosticado con un tumor en su cuello, el cual fue retirado de forma exitosa. Sus oncólogos le recomendaron luego el método de la radicación para concluir con su tratamiento, el cual debía seguir 21 días después de la cirugía.
Pero Delgado tuvo que esperar 11 meses, porque la máquina de radicación cercana a su casa en San Cristóbal, al occidente de Venezuela, pasaba averiada a menudo, producto del prolongado uso. Su tumor volvió a crecer.
“Probablemente no seremos capaces de curarlo. Él ha respondido bien a la quimioterapia, pero el tiempo para utilizar la radiación ya pasó”, dijo la doctora Stella Rivas, su oncóloga, cuando Delgado llegó para una revisión.
Entre lágrimas, Delgado confesó al reportero de WSJ: “Tengo miedo, de veras”.
Otras personas en Venezuela, agobiadas por su situación, han buscado soluciones desesperadas. Gisela Duarte, de 51 años, es una empleada pública retirada, que sufre de diabetes e hipertensión. Ella pasa la mayor parte del tiempo consultando en farmacias de todo el país para encontrar sus medicamentos. Hace poco halló insulina en una farmacia, pero quedaba a cinco horas de su casa en bus, en el pueblo de Coro. “Les dije, espérenme, voy a llegar en la tarde por la insulina”, le dijo a WSJ no sin antes rogarle al dependiente que le reservara una dosis. “El problema es que si no tomo la insulina puedo tener un ataque al corazón”, detalla.
Otros pacientes recurren a la redes sociales para buscar sus medicamentos. Algunas personalidades en Venezuela, como Marianella Salazar, una columnista y locutora de radio famosa que cuenta con unos 500 mil seguidores en redes sociales, suele tuitear cuando alguien requiere un medicamento. “Urgente, necesitamos CARDIOXANE para una quimioterapia”, luego ella postea un número de teléfono donde se requiere el medicamento.
Belén Fagundez, 40 años, es una maestra de Caracas diagnosticada con cáncer de seno. Ella no podía encontrar ciclosfosfamide, una fármaco que le pedían para quimioterapia. Mensajes en Facebook y Twitter de gente que ni conocía le ayudaron a encontrar la medicina en Colombia, país vecino. “Las redes sociales salvaron mi vida”, opina Fagundez.
Otro caso es el de Arturo Calvet, de 65 años, otro paciente del Hospital Universidad, que fue enviado a casa a final del año pasado por la falta de insumos para tratar su dolencia. 
Su corazón latía más lento a causa de una arteria calcificada. Su único recurso era comprar en las farmacias los insumos médicos necesarios incluyendo una válvula cardiaca. Se gastó todos sus ahorros en eso. 
En febrero, los doctores lo operaron satisfactoriamente. “Tuve mucha suerte, es como volver a respirar. Vida, vida”, dice.