Niños centroamericanos llegan a la escuela mientras se decide su deportación

Los menores inmigrantes reciben orientación sobre sus derechos y en muchos casos también las vacunas correspondientes, atención médica y psicológica, e inclusive los útiles escolares y los almuerzos.

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elsalvador.com

Por EFE

2014-08-18 2:00:00

Con la consigna de puertas abiertas a todos los niños, centenares de escuelas de todo el país reciben estos días a un gran número de menores centroamericanos que ingresaron al país como indocumentados y que esperan que un juez de inmigración les permita quedarse.

En sus primeras horas en los centros educativos, los menores inmigrantes reciben orientación sobre sus derechos y en muchos casos también las vacunas correspondientes, atención médica y psicológica, e inclusive los útiles escolares y los almuerzos.

José y Eber Hernández, de 10 y 16 años, respectivamente, forman parte de esta oleada de nuevos alumnos que sólo hablan español y que tienen derecho a asistir a la escuela pública, independientemente de su estatus migratorio, tal y como lo establece la ley federal.

Los hermanos, oriundos de San Pedro Sula (Honduras) llegaron junto a su madre al sur de California hace un mes, huyendo de las amenazas y las torturas de las pandillas.

Eber, que ya está inscrito en la escuela y asegura que no tiene miedo al reto de aprender inglés, dijo a Efe que su sueño es ser “abogado”, que es lo que su madre siempre quiso para él.

John Deasy, el Superintendente del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), aseguró que la ciudad ha sido el primer hogar de muchas familias inmigrantes y que los al menos mil estudiantes nuevos provenientes de Centroamérica son recibidos con los brazos abiertos para este curso 2014-2015.

Como en Los Ángeles, otros distritos del país también han registrado un aumento de estos jóvenes inmigrantes tras la avalancha de 60,000 menores centroamericanos que atravesaron solos la frontera sur del país desde octubre de 2013 huyendo de la violencia en sus países.

Pero no solo son las escuelas públicas las que están abriendo sus puertas a los niños centroamericanos, algunos centros privados han acogido a algunos menores.

Un ejemplo de ello es la salvadoreña Maryori Espinoza, de 10 años, que arriesgó todo para reunirse con sus padres y logró ingresar a la escuela católica San Patricio, en North Hollywood (California).

Mayori se mostró emocionada por aprender inglés y explicó a Efe que se siente “feliz” por recibir una beca, algo que “nunca” imaginó.

Para el sacerdote Nicolás Sánchez, párroco de la escuela y de la comunidad, donde el 98 % de sus integrantes son inmigrantes hispanos, lo más importante es ayudar a estos niños a integrarse en un país que inicialmente los rechaza.

Pero en esta historia no todos están contentos y con los brazos abiertos, los manifestantes que se opusieron a la llegada de inmigrantes a Murrieta (California), argumentaron que “no era correcto” que se financie la educación de estos niños con el dinero del contribuyente estadounidense, dijo a Efe Julio Girón, vocero de California Fire Coalition.

Girón y su organización propone exigirle a los Gobiernos centroamericanos que paguen por lo menos el 80 % de la educación de estos niños.

En algunas escuelas de Miami ya se han dejado ver los primeros problemas para financiar la educación de estos niños que han solicitado ayuda federal, a lo que el secretario de Educación, Arne Duncan, contestó en un comunicado que su departamento podrá otorgar fondos especiales para los estudiantes migrantes, pero aún no se ha establecido cómo se entregarán.

Activistas y defensores de los inmigrantes han expresado su rechazo a que se vea a los menores y su educación como una carga económica.

Mientras el tira y afloja político continúa, José y Maryori comienzan su quinto grado y Eber el noveno. Y lo hacen llenos de ilusión y buenos propósitos, como aprender inglés y tener altas calificaciones para poder ingresar a la universidad.

“Voy a hacer todo mi esfuerzo para sacar buenas notas y portarme bien, como siempre lo he hecho”, dijo Maryori.