Juan Pablo II, la teología de la alegría

Ante las adversidades, este hombre de Dios siempre mantenía el entusiasmo y la fe en la intervención de Dios

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por Mario González desde Roma

2014-04-25 5:30:00

El inolvidable Papa Juan Pablo II no era un hombre alegre por una cuestión meramente humana y fisiológica, sino por una singular decisión y convicción propias. Ante los problemas de la Iglesia, este hombre de Dios siempre mantenía el entusiasmo y la fe en la intervención de Dios.

Así lo describió uno de los hombres que más pudo haberlo conocido, el exportavoz del Vaticano Joaquín Navarro Valls, al disertar sobre la personalidad del también llamado El Grande.

Con más de 20 años ejerciendo como portavoz de la Santa Sede, este médico español recordó cómo miembros de la Guardia Suiza, la seguridad personal del Papa, le comentaron en cierto momento que veían encendida hasta tarde la luz de la habitación de Juan Pablo II y en seguida veían que se encendía la de la capilla, donde se retiraba a orar en gran comunión con Dios.

La oración y la eucaristía eran sus necesidades más grandes y cuando se le vía rezar se podía percibir su santidad, agregó.

Recordó que en las discusiones sobre los problemas de la Iglesia, como el tema de sacerdotes pederastas, él no perdía la calma y veía con optimismo la búsqueda de una solución.

Navarro Valls definió a Juan Pablo II con tres palabras: rezar, trabajar y sonreír, con la alegría de saber que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios.

En cierta ocasión le dijeron: Santo Padre, a usted le tienen que aplicar el Estatuto del Trabajo, una ley italiana que dice que todo trabajador tiene derecho a 30 días de vacación pagados. Ante esto, el Pontífice respondió con convicción: “Pues qué pena, pero yo no soy italiano. Soy del Vaticano…”.

Con todas estas virtudes, Juan Pablo II, sin querer, dejó una regla más: los santos tristes no son santos…