El estadista que llevó a España de la dictadura a la Democracia

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por

2014-03-28 9:00:00

De este lado del Atlántico, en Latinoamérica, España es vista como una nación granítica. ¡Grave error! Porque no es raro encontrar un español que no se considere tal sino: catalán, gallego, vasco, andaluz, asturiano… y siga usted sumando. Quizá sea necesario recordar que cuando Adolfo Suárez llegó al poder, en 1976, se hablaba de “dos España”. Estas surgieron durante la guerra civil, donde hubo víctimas y asesinos en ambos bandos: el republicano y el nacionalista.

Dos bandos que se enfrentaron y se odiaron aún más mientras Franco ostentó el poder como dictador. Pero “el generalísimo”, venerado por unos y odiado por otros, murió el 20 de noviembre de 1975. En el archivo audiovisual de la Radio Televisión Española (RTVE), ese día es catalogado como el punto final de “una dictadura de 36 años que siguió a otros tres de cruenta guerra civil”.

Pero hasta la semana pasada, muy pocos en este lado del charco eran conscientes de que el hombre que hizo posible esa unidad en la diversidad de lenguas y culturas fue a quien estas semana toda España lloró: Adolfo Suárez.

Fallecido el domingo, honrado el lunes en Madrid y sepultado el martes en la catedral de Ávila, Suárez es conocido como el primer presidente constitucional de España. Una nación que gracias a sus decisiones y acciones “de la ley a la ley”, como se lo pidió el joven rey Juan Carlos, logró convertirse en un país democrático.

Meses después de la muerte del dictador y tras pedir la dimisión al último presidente del franquismo, Carlos Arias Navarro, Don Juan Carlos nombra a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno.

Pilar Cernuda, en un análisis publicado el lunes en el periódico ABC, narra los entretelones de aquella decisión: “El Rey explicó mucho después que tenía en mente a Adolfo Suárez desde mucho antes que éste pensara en la posibilidad de ser presidente de Gobierno. Don Juan Carlos creía que para hacer la Transición era necesario en primer lugar un nombre que no provocara recelos en los franquistas, que los tranquilizara respecto a sus intenciones, que no le vieran como ‘el demoledor’ del Estado, que no le recibieran con miedo”.

Suárez se acoplaba a ese perfil. Nació en Cebreros, Ávila, en 1932. Fue el mayor de los cinco hijos de Herminia y de Hipólito, un secretario de juzgado “de tendencia republicana”, según RTVE. Tras culminar sus estudios de Derecho en la Universidad de Salamanca en 1954, dio sus primeros pasos en la política de la mano de Fernando Herrero Tejedor, según ABC, “uno de los ‘reformistas’ del régimen franquista”.

En 1968, cuando era gobernador civil de Segovia tuvo su primer encuentro con el joven Juan Carlos. Ignacio Camacho, en una semblanza también publicada en ABC, escribió: “Simpatizaron rápido. El entonces Príncipe vio en él a un joven dirigente bien dispuesto a tomar posiciones en el inminente posfranquismo”.

Al año siguiente, Suárez fue nombrado director general de Televisión Española y, según Camacho, “se consagró durante tres años a consolidar la figura del Heredero contra las presiones de ciertos sectores tardofranquistas, y a la sombra del jerarca falangista Fernando Tejedor fue ascendiendo en la nomenclatura oficial”. Al morir su padrino político se repuso y consiguió concertar nuevas influencias, para seguir siendo parte de la inminente recomposición.

En busca de ello, inscribió una asociación política: la Unión del Pueblo Español (UDPE), de la que también fungió como primer presidente. En una nota publicada por el periódico El País el 19 de septiembre de 1976, se describe a la UDPE como una “asociación franquista” que agrupa a “las fuerzas más continuistas del sistema”.

En la UDPE Suárez buscó figurar entre los cuadros a tomar en cuenta al ocurrir “una eventual renovación del sistema”, según Camacho. “Su ambición era entonces la de ser ministro pero no lo logró hasta la muerte de Franco”, añade. Entonces, el franquista Carlos Arias Navarro lo incluyó en su gabinete de gobierno, presionado por Torcuato Fernández Miranda, último presidente de las Cortes orgánicas.

El paso decisivo

Ante las tímidas reformas de Arias Navarro, el rey le pidió su dimisión, lo que se concretó el 1º de julio de 1976. En ese momento, otros nombres eran los que se consideraban como candidatos a reconducir la Transición pero, según Camacho, “tenían demasiadas aristas”.

Por lo que el monarca eligió a “aquel joven prometedor que había conocido en Segovia y parecía dispuesto a cualquier cosa”.

Suárez atendió el llamado del monarca. La noticia de su nombramiento cayó como balde de agua fría sobre la izquierda, pues aquel político con orígenes franquistas no les inspiraba confianza. Pero sus miedos no tardarían en perder fundamento. Una vez nombrado, Suárez dio los primeros pasos para la reforma política: se legalizaron los derechos de reunión, manifestación, propaganda y asociación. Además, su gobierno concedió una “amplia amnistía”, que sólo hizo excepción con los delitos de sangre.

Pero quizá los más decididos pasos que dio para llevar a España hacia la Democracia fue la aprobación de una nueva Constitución, fruto del consenso, y la legalización del Partido Comunista. Algo que según, el expresidente del Partido Nacional Vasco Xavier Arzalluz, “los militares nunca perdonaron a Adolfo Suárez”.

Pero si con algo el fallecido presidente se ganó el respeto de todos fue con su capacidad de concertación, cualidad imperativamente necesaria para negociar los estatutos de autonomía del País Vasco y de Cataluña.

En declaraciones publicadas por El País el 24 de marzo, Arzalluz agrega: “Suárez creía realmente en una autonomía política propiamente dicha, cosa que no puede decirse de todos los hombres que negociaron con nosotros el Estatuto”.

Tras sus primeros meses al frente del Gobierno, resultó ganador en las elecciones generales de 1977. Alfonso Osorio, vicepresidente del primer gobierno de Suárez, en su artículo del lunes en ABC recuerda: “Ganó las elecciones -era lo justo- pero encajó con dolor la derrota en Madrid ante Felipe González. Entonces decidió gobernar ‘en centro izquierda’ y políticamente nos separamos, no sin antes decir que ‘nunca nadie había conseguido tanto en tan poco tiempo'”.

Pese a ello, la dirigencia del UCD y políticos socialistas conspiraron para hacerlo a un lado a través de una moción de censura. Él de forma digna dimitió en enero de 1981. Casi un mes después, le para el carro a los golpistas que irrumpen en el Congreso de los diputados. “¡Deponga su actitud, pare esto antes de que ocurra alguna tragedia, se lo ordeno!”, increpa al cabecilla de aquel atentado contra la joven democracia española. —Lilian Martínez, con información de ABC, El País y RTVE.