“Habemus Papam!”

Las expectativas están puestas en los cambios que pueda implementar en la conducción de la iglesia Millares colmaron la Plaza de San Pedro y la Vía de la Conciliación

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elsalvador.com

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2013-03-13 7:00:00

¿Humo negro o blanco? Pocos segundos bastaron para que lo que inicialmente parecía fumata negra desde la Capilla Sixtina se convirtiera en blanca. Las imágenes proyectadas en las pantallas gigantes de la Plaza de San Pedro lo confirmaron, al igual que las campanas sonando a rebato.

Cada vez se volvía más creciente el rumor de la multitud, que corroboraba la noticia a través de sus celulares. En pocos minutos, el mundo conocería al sucesor de Benedicto XVI.

En el metro A de la Piazza del Popolo, a sólo tres estaciones de San Pedro, Pablo se agolpaba con cientos de personas que intentaban tomar el tren para llegar al saludo del nuevo Papa. “Era un caos. La gente se subía aunque no hubiera lugar, sabiendo que un minuto después pasaría otro tren”, relató.

Ya en la estación Ottaviano–San Pietro, la gente se apresuraba a bajar del metro y aprovechaba cada espacio disponible para adelantar. Pero allí estaban los empleados de ATAC, entidad responsable del transporte público en Roma, que intentaba controlar, casi sin éxito, el flujo de personas.

“Cierto, son momentos de emoción, pero la gente no se da cuenta de lo peligroso que es una estampida humana”, comentó uno de los responsables de ATAC.

Fuera de la estación, en las calles de la zona del Vaticano, se vivía una carrera de personas luchando por conseguir un buen puesto en la Plaza. Una lucha realmente difícil de vencer, pues desde las seis de la tarde San Pedro estaba totalmente lleno.

No sólo las calles aledañas al Vaticano estaban atestadas de personas. Más lejos de ahí se encontraban Carlo y Alessandra con dos de sus hijos. Por precaución con los niños, evitaron el transporte público y prefirieron ir a pie.

La familia caminaba hacia la Plaza de San Pedro por la Via dei Coronari, una antigua estrada romana que en antaño servía de camino a los peregrinos que ingresaban a la Ciudad Eterna por la Puerta del Popolo.

Después de cruzar el puente de Castel Sant’ Angelo, quienes iban al Vaticano por esa ruta se toparon con el embudo que causaban los andamios montados por los medios de comunicación en la Via della Conciliazione. La Policía Municipal prohibió la circulación de vehículos en la zona, con lo que se agilizaba el paso de la gente.

“Vale la pena enfrentarse con todo esto para ver al Papa. Quiero que mis hijos vivan estos momentos históricos y alegres que compartimos desde Roma con todo el mundo”, dijo Alessandra.

Una vez en la Plaza, los asistentes se alistaban para recibir al nuevo Pontífice. Muchos tuvieron que conformarse con un lugar en la Via della Conciliazione.

La Plaza de San Pedro parecía una alfombra de paraguas adornados con los flashes de las cámaras. Mientras se preparaba el anuncio del nuevo Papa, la gente esperaba rezando, tomándose fotos con sus móviles para inmortalizar el histórico momento o coreando al unísono “¡Que viva el Papa!”.

El anuncio

Tras el conocido “Annuntio vobis gaudium magnum” que pronunció el cardenal Jean–Louis Tauran, la muchedumbre estalló en aplausos. La Iglesia tenía ya un nuevo Pontífice, en número 266 de la historia: el cardenal Jorge Mario Bergoglio, ahora Francisco, se convertía así en el primer Papa latinoamericano.

El Papa Francisco se asomó por la ventana de la Loggia de la Basílica y, con notable emoción, saludó a todos los fieles llegados a San Pedro para darle la bienvenida.

Las primeras palabras del Papa fueron de agradecimiento y dijo que los cardenales, en su deber de dar un nuevo obispo a Roma, fueron a buscar a uno “casi al fin del mundo, un mensaje que recuerda aquel de Juan Pablo II en 1978, cuando dijo que venía desde un país muy lejano, del Este, aunque muy unido con todos por la comunión de la fe.

El nuevo Papa prosiguió pidiendo oraciones por el Papa Emérito, Benedicto XVI y recitó en italiano el Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

“Y ahora comenzamos este camino: obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad todas las iglesias. Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Pidamos siempre por nosotros: los unos por los otros. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran hermandad”, exhortó.

También pidió un momento de oración en silencio por su persona y en ese momento la gente enmudeció. Un impresionante contraste con la Plaza que minutos antes había aplaudido y gritado incansablemente.

Francisco I finalizó dando la bendición Urbi et Orbe y se despidió deseando un buen descanso a todos.