La Isla El Espíritu Santo ha sido llamada por años “El Paraíso de los Cocos” en Usulután, y es que unas 2,000 manzanas de terreno se encuentran cultivadas con palmeras de coco. De esa extensión, 1,100 manzanas son administradas por los miembros de la Cooperativa El Jobal, quienes son los que cosechan el fruto y producen el aceite de coco, el cual es utilizado para cocinar y para el rubro cosmético.
A los cortadores se les llama “torreros” y van cortando los cocos con una vara de aluminio que en su punta lleva una hoja de hierro afilada como machete. Foto/Jessica Orellana
Cientos de manzanas de tierra cubiertas de palmeras de coco son las que administra la Cooperativa El Jobal, en la Isla El Espíritu Santo, Puerto El Triunfo, Usulután. Foto/Marvin Romero
Foto aérea de los trabajadores recolectando los cocos. Foto/Marvin Romero
Los jóvenes Antonio, Daniel, José y Rafael se divierten, después de recoger los miles de cocos, al sacarlos de los trailers y apilarlos en el patio. Foto/Jessica Orellana
Un trabajador muestra el corazón del coco. Foto/Jessica Orellana
Para llegar hay que recorrer unos 6 kilómetros en lancha saliendo del Puerto el Triunfo hasta la isla Espíritu Santo. Foto/Jessica Orellana
Antes de las 6:00 a.m. los trabajadores inician la corta de cocos, para lo cual se suben a una torre de hierro móvil, jalada por una yunta de bueyes. Foto/Jessica Orellana
La Isla El Espíritu Santo ha sido llamada por años “El Paraíso de los Cocos” en Usulután, y es que unas 2,000 manzanas de terreno se encuentran cultivadas con palmeras de coco. Foto/Jessica Orellana
20 mil cocos diarios cortan los trabajadores desde tempranas horas, para cumplir con las arduas jornadas y cumplir con los pedidos de aceite. Foto/Jessica Orellana
Siembran los cocos, los riegan “con mucho afán una vez en la mañana y una vez en la tarde, para que nazca la palmera y ya cuando está bonita se trasplanta”, explicó “Don Chico”, un trabajador que tiene 60 años de largas jornadas entre cocos.
La yunta de bueyes es guiada por el “bueyero”. Foto/Jessica Orellana
“El trabajo de los torreros es peligroso porque si de repente los bueyes no se detienen puede venirse la torre para abajo, ya ha habido algunos lesionados”, comenta Juan Carlos Hernández, quien cumple el trabajo de “cuartero” (anda con otra yunta de bueyes, para relevar cuando los primeros se cansan). Foto/Jessica Orellana
El negocio de producción de aceite de coco es manejado por la Cooperativa El Jobal, que cuenta con 177 socios, para un sustento de unas 350 familias, indicó el presidente de la cooperativa. Foto/Jessica Orellana
Un trabajador saca la “carnita” de miles de cocos para ponerla a asolear 7 días y extraer el aceite. Foto/Jessica Orellana
La máquina procesadora y extractora de aceite data de 1923. Foto/Jessica Orellana
Son 177 socios los que integran la Cooperativa El Jobal, y los que administran, trabajan y viven de la producción del aceite que extraen de los miles de cocos que cosechan a diario. Foto/Jessica Orellana
Un trabajador durante el proceso del aceite. Foto/Jessica Orellana
La máquina procesadora y extractora de aceite data de 1923. Foto/Jessica Orellana
El producto final, procesado completamente y envasado. Foto/Jessica Orellana