Las Perlas, la gema turística de Panamá

Un histórico paraíso natural que abre sus puertas a los turistas, quienes tienen a su disposición maravillosos escenarios que lo convierten en un sitio especial.

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elsalvador.com

Por Alfredo Aycart / EFE

2018-04-26 4:30:01

La singular historia de La Peregrina, la gema descubierta en el siglo XVI en el archipiélago de las Perlas que hoy constituye una de las joyas turísticas de Panamá, es tan singular como el recorrido por unas islas paradisiacas.

En el centro vital de este archipiélago, Contadora, se fraguó a finales del pasado siglo el proceso de pacificación de Centroamérica, azotada en aquellos años por las continuas guerras civiles.

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La Peregrina, llamada así por su forma de gota de agua, aunque mereciera después el apelativo por su periplo, fue robada del tesoro de la Corona por José Bonaparte, el “Pepe Botella” hermano de Napoleón, que vio truncado su reinado en España por la Guerra de la Independencia, iniciando así un viaje que la condujo hasta la garganta de la actriz Elizabeth Taylor, engarzada en un collar de diamantes.

La riqueza perlífera del archipiélago, agotada superada ya la primera mitad del siglo XX, ha dado paso a otra forma de fortuna, la generada por la cada vez mayor proyección turística de un archipiélago situado a sólo hora y media en ferry de la ciudad de Panamá.

El escenario de los acuerdos de Contadora, el hotel que llevaba el nombre de la isla, está ahora en ruinas, como el barco que alojaba a sus huéspedes, encallado en la reconocida “playa larga”.

Pero ha sido sustituido por algo más de una veintena de pequeños establecimientos hoteleros como Perla Real Inn -donde María José ofrece una hospitalidad hogareña- Mar y Oro, Casa del Sol y The Point, entre otros.

La isla donde se contaban las perlas cosechadas en tiempos de la Corona española cuenta con la única playa nudista de Panamá, la de “las zuecas”, siempre solitaria, un espectáculo visual tropical en los comienzos del verano (diciembre), cuando florecen los árboles que enmarcan sus arenas blancas trufadas de piedras de color azul celeste.
Contadora es el epicentro de la actividad turística, aunque la capital del archipiélago se encuentra en Isla del Rey, a escasas millas, más poblada, pero también más peligrosa.

Los lancheros han dejado de lado la pesca, pese a la riqueza de sus aguas, para centrarse en excursiones y en el avistamiento y persecución de las ballenas jorobadas que, entre julio y septiembre, aprovechan la calidez de sus aguas y su riqueza en plancton para aparear a sus crías.

Escenario de varias temporadas de las diferentes versiones de “Supervivientes”, boscosas y próximas a barreras de corales -que se pueden apreciar a plena luz del sol en mareas especialmente bajas-, itinerario de rutas de narcotráfico, pese a la vigilancia de la estación de la policía Aeronaval, las islas ofrecen desde playas paradisíacas a solitarios bancos de arena, entre las que Boya arena, un islote arenoso, es la más característica.

Las familias más poderosas de Panamá -políticos y empresarios- utilizaron las islas, y especialmente Contadora, para construir lujosas mansiones, que ahora conviven con cierta irritación con los turistas y visitantes que incluso pueden desplazarse en los llamados “pasadías” (estancias de una jornada, que han permitido popularizar lo que hasta hace pocos años era un paraje exclusivo).

Pero todos coinciden en el que tiene fama, merecida, de ser el mejor restaurante de la isla, Casa Tortuga, donde Piero aún ofrece a los comensales un rotulador para engalanar las paredes con sus dedicatorias después de una cena de sabor tan italiano como su propietario y cocinero.

Las islas son también un paraíso para los ornitólogos. Allí conviven tángaras y mosqueros, águilas y halcones, correlimos y colibrís, y hasta es posible contemplar en el amanecer o el atardecer de sus playas escenas de cortejo y de enfrentamiento de garzas en época de celo.

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No todo es perfecto en el paraíso de las perlas: el excesivo acoso a las ballenas -cinco, seis o siete barcos en torno a una madre con su cría- está provocando una reducción progresiva de los avistamientos.

Y el aumento exponencial de la actividad turística agota en el verano tropical el estanque en el que se concentran los escasos recursos hídricos de una isla sin fuentes naturales, que ha empezado este ejercicio a ser restaurado por el Gobierno, después de años de reclamaciones.

Aunque también es posible encontrarse con el famoso Pablo, quien convierte sus masajes terapéuticos en el mejor antídoto contra el estrés acumulado a quien tiene la fortuna de acercarse a su camilla en una de las playas que salpican la isla.