Persia y París: Las cartas persas de Montesquieu

???Entre la conquista de Constantinopla por los turcos otomanos (1453), y su primer intento de capturar Viena (1529), ellos llegaron a ser dueños de Anatolia, varias islas en el mar Mediterráneo y una porción grande del sureste de Europa, incluyendo el Imperio Bizantino, la región de los Balcanes y el área alrededor del mar Negro y el río Danubio???. N. Bishaha. Creating East and West: los Humanistas de los Renacimientos y los Turcos Otomanos (2004)

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elsalvador.com

Por Katherine Miller Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2018-04-21 6:17:29

Turquía, Irán, Iraq, Siria, Afganistán, Arabia Saudita y Yemen han estado en la mira del Occidente durante los últimos años. Al otro lado de la dialéctica está Occidente, conformado, principalmente, por los países de la Unión Europea, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos.

Hablamos, entonces, de Oriente y Occidente, la retórica de uno contra el otro y de cómo la división entre ellos apareció.
Cuando, en 1453, el sultán Otomano Mehmet II, que disponía de 80,000 soldados, conquistó a Constantinopla, con solo unos 7,000 de ellos, Aeneas Silvius Piccolomini (más tarde el papa Pío II) comentó que la caída de Constantinopla representaba “una segunda muerte para Homero y una segunda destrucción de Platón”, citado en Bishaha.

Antes de la conformación de la Unión Europea (que hasta hoy se niega a admitir a Turquía), había varias y complejas quebraduras entre el Oriente y el Occidente: la excomunión mutua del Papa en Roma y el Patriarca en Constantinopla, la fragmentación del Imperio Romano en el Occidente en el siglo V y la sobrevivencia del Imperio Bizantino en Oriente, la primera Jihad del siglo VII después de la muerte de Mohamed, las cruzadas del siglo XII, la Reforma Protestante, las guerras religiosas del siglo XVII, y un sin fin de liturgias de sangre y lágrimas como parte de la historia, entre el Oriente y el Occidente, cada una sobredeterminada —es decir, con tantas causas que no se puede distinguir una sola. ¿Quién, puede hoy entender la situación en el Medio Oriente sin saber algo de la geopolítica de la cuenca del Mediterráneo oriental y su historia?
Parte de la ruptura entre Occidente y Oriente comenzó con las cruzadas para tomar Tierra Santa (s. XI-XII) como propiedad europea. La conciencia de este fenómeno fue plasmada en forma literaria. Por ejemplo, Sir Stephen Runciman, en su Historia de las cruzadas que abarca tres volúmenes, comenta que las cruzadas fueron “un episodio trágico marcado por la crueldad y un gran sentido de la idea de que la visión de justicia propia, aunque grande y ciega, fue la correcta”. Para no multiplicar ejemplos, mencionamos uno más cercano, algo de la literatura del siglo XX. Es que no debemos olvidar el título completo de la novela bestseller de Kurt Vonnegut: Slaughterhouse Five, or, The Children´s Crusade: A Duty-Dance with Death (El matadero número cinco o La cruzada de los niños: Una danza del deber con la muerte, 1969).

En nuestro vuelo, aterrizamos un momento en el siglo XVIII, el Siglo de las Luces, y platicamos con Charles-Louis –Secondat, barón de la Brêde y barón de Montesquieu (1689-1755). Su gran obra literaria, Las cartas persas (publicada en Amsterdam en 1721, cuando el actual Irán aún se denominaba Persia), apareció en los tiempos en que Voltaire publicó su famoso Zadig (1747). Y, entre los bestsellers del período, se encontraban El reportero y espía turco, Las 1001 noches de Sheherezade, Reportes sobre los indios americanos y Los placeres serios y cómicos de un siamés en París (1707 por Charles Dufresnay) y otras obras que alimentaron la curiosidad europea sobre otras culturas. También habría que incluir todos los folletos y correspondencia que preguntaba sobre ¿por qué florecieron las culturas del Oriente, en Persia, por ejemplo, si no eran cristianas?

¿De dónde provenían las noticias en el medioevo?

Estas obras, productos también del invento de la imprenta y el crecimiento de la habilidad de leer entre la población europea, no son solamente escapismo y el placer de ver el encuentro entre culturas y los comentarios de un viajero extranjero como comentador satírico. No hay duda que Montesquieu, como parte de esta clase de novela filosófica (como el Candide de Voltaire), deseaba, fuertemente, educar al público lector de Europa Occidental sobre el Oriente e implantar la tolerancia.

Tolerancia, como concepto y actitud, también era un “bestseller” en la panoplia de nuevas ideas servidas durante La Lumiere del siglo XVIII. Tomamos nota que Montesquieu, aristócrata, católico, viviendo en medio de las guerras religiosas entre católicos y protestantes en Francia, se casó con una mujer Huguenot (Calvinista francesa). Montesquieu tenía un sentido de relatividad y tolerancia sobre lo que interesaba a la sociedad en general.

Su novela se trata de dos viajeros persas que Montesquieu inventa para profundizar, y polemizar, sobre el entendimiento del Oriente por medio de ver la sociedad de París a través de los ojos persas. Vemos estas percepciones sobre las costumbres, la religión, la actitud hacia las mujeres, y los contrastes con su propia sociedad en Persia (Irán) por medio de las cartas de Uzbek y Rico, los dos viajeros persas en París que Montesquieu nos presenta. Por ejemplo, el Papa, dicen, es un mago que puede hacer tres aparecer como uno (una referencia a la doctrina de la Trinidad). Y, por su vestuario, un personaje parisino en la novela les pregunta de donde viene, y, cuando ellos dicen que son persas, responde el parisino, “¿Pero, como es posible que una persona pueda ser persa?”.
Sin embargo, estamos, en el tiempo interno de la novela, en el Siglo de las Luces, de la razón y de la ciencia y Montesquieu dice a sus lectores que es la Ciencia la que anima el pensamiento humano. Ciencia, agrega, es la metodología para identificar la verdad. ¿Qué es relativa al tiempo, espacio y lugar?, y, por contraste, ¿qué es absoluta?

La respuesta a esta pregunta es hasta chistosa e irónica. La Ciencia, declara, es lo mismo en todo el mundo. Utiliza el ejemplo de la gravedad: los cristianos caen y caminan sobre el suelo y si los musulmanes no fueran afectados por ella estarían flotando en el aire. La gravedad aplica científicamente a todos, sin excepción, y este es uno—entre muchos—de los ejemplos que Montesquieu nos plantea. Mientras que la opinión y creencia en París —y Europa Occidental— es que el Oriente es como un mundo con valores opuestos a los de los cristianos y que, por lo tanto, necesita ser civilizado a la manera francesa.

Las cartas persas presenta la histórica quebradura entre el Occidente y Oriente de una manera elegante, literaria e irónica—que es la habilidad de ver y contemplar los dos lados de la cuestión simultáneamente. La novela es una bisagra entre el Oriente y el Occidente, escrita y publicada por Montesquieu, un aristócrata francés tan astuto que sabía que no era posible publicarla en París sin correr el riesgo de enfrentarse con la ley y la cárcel. La publicó en Amsterdam, capital de los Países Bajos, hogar de Rembrandt, Spinoza, Descartes—y la tolerancia, ya que recibió a los judíos expulsados de España en 1492. Pero los franceses y europeos devoraron la novela, apreciando la astucia de Montesquieu en presentar el hecho de que no es solamente que los europeos pueden juzgar al Oriente: los del Oriente también puedan viajar a Europa para ver la verdad y juzgar al Occidente.

Debemos de agradecer a Montesquieu por Uzbek y Rico y todas Las cartas persas, tan llenas de tolerancia y sabiduría sobre las dos culturas del Oriente y Occidente. Y eso hace casi 300 años.
¿Es posible que, como nos enseña Hamlet de William Shakespeare, 100 años antes de la publicación de Las cartas persas, podemos secundar al joven Hamlet cuando habla con el personaje anciano, Polonio:
“ … usted, señor, pueda ser tan viejo como soy yo, si, como un cangrejo, pudiera andar hacia atrás (II.ii.193).
FIN