Dinora Cañénguez habla sobre el teatro

Con casi medio siglo dedicada al teatro, se siente privilegiada de haber podido lograr una formación profesional en esta rama del arte, pero lamenta que en El Salvador no exista ninguna condición que forme a nuevos profesionales en teatro

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elsalvador.com

Por Evelyn Machuca

2015-10-05 5:00:00

Dinora Cañénguez supo que quería dedicarse  a actuar y enseñar teatro desde antes de siquiera haber cumplido la mayoría de edad.  Su primer acercamiento fue cuando optó por estudiar Bachillerato en Artes, una década antes de que una reforma educativa lo hiciera desaparecer.

La vocación la sintió desde niña. No había acto cultural o artístico en el que no apareciera cuando estaba en sus primeros años en el colegio. Y cuando llegaron sus últimos años, cuando apenas tenía 15 años de edad, no le fue difícil escoger:Bachillerato en Artes Escénicas, por sobre la Música y las Artes Plásticas. Se graduó del Centro Nacional de Artes (Cenar), en 1971.

Ahora, más de cuatro décadas después es uno de los contados pilares de la enseñanza de Artes Escénicas en El Salvador. El teatro, como era de esperar, se ha convertido casi en el centro de su vida, de no ser por sus dos hijos y su esposo catalán.
En esta entrevista, Dinora, actual directora del Taller y del Elenco de Teatro de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”  (UCA) habla de su vida, sobre su trayectoria artística académica y profesional,  reconoce los resultados positivos de los esfuerzos de varios por mantener vivo el arte teatral en el territorio salvadoreño, pero también lamenta la concepción cultural de este arte desde muchos ámbitos políticos y sociales que frenan su desarrollo en El Salvador.

¿Cómo decidió que al teatro quería dedicarse?
—Desde niña sentí la vocación por lo artístico. Me gustaba participar en todos los eventos artísticos que organizaban tanto en la escuela, luego en el colegio. Cuando surgieron los bachilleratos diversificados las tres especialidades eran Música, Artes Plásticas y Artes Escénicas. Empecé a ver cuál era el pénsum de todas las materias y estaba allí en Artes Escénicas todo lo que a mí me gustaba.

¿No le dijeron sus papás: ‘Esto no te va a dar de comer’?
Como era como un técnico que nos permitía poder salir trabajando y seguir estudiando en la universidad alguna carrera universitaria… yo ya tenía planeado poder seguir trabajando y estudiando, que es lo que la familia ve; yo ya tenía las respuestas por si me ponían algún impedimento. En ese tiempo, el bachillerato diversificado nos daba la opción de salir con Docencia 1, ya para poder impartir clase. Se lo planteé a mi familia, a mi hermana mayor, quien ha fungido como mi mamá, y, de hecho, ella se decidió por Música. Y así fue como hice mi bachillerato en el Cenar. Allí me quedé trabajando como asistente de profesor un año; luego me gané una beca para poder estudiar fuera del país y me fui a España.

¿Qué edad tenía?
—19. En la Real Escuela de Madrid. Unos profesores españoles que yo tuve aquí en el Bachillerato en Artes me dieron toda la información de la beca, por eso me fui para allá. La importancia para mí fue que al llegar yo allá, como ellos conocían El Salvador, porque habían estado trabajando acá y vieron las condiciones del país y del medio en el que nosotros vivíamos, yo me acuerdo de una frase que me dijo el maestro Antonio Malonda, que para mí es bien importante, es que me dijo: “Aquí lo que vas a hacer es vivir, porque ustedes allá sobre viven”. Todo eso me ayudó mucho y comencé a trabajar con el grupo de teatro de ellos, que es Bolulú; entonces, tenía la experiencia ya de estar trabajando como actriz y después estudiar.

¿No se le cruzó en algún momento quedarse allá? 
—Es por la responsabilidad que uno tiene cuando le dan una beca, pero también influye la parte social. A mí me molestaba mucho que antes de yo irme todos mis amigos y familia decían: ‘Allá se va a quedar, esta no va a regresar’. Y, evidentemente, a los 19 años eso podría suceder, pero esa parte fue como una reacción mía: ‘les voy a demostrar que yo regreso’. Pero es esa conciencia de saber que allá hay un montón de cosas hechas y aquí está todo por hacer.

¿Qué idea tiene del teatro en este país como carrera profesional? ¿Son suficientes los talleres que se hacen en las universidades?
—Evidentemente no están las condiciones. Hace falta formar. La mayoría de gente joven que está en grupos de teatro ahora se han formado en talleres, no tienen una escuela, que no es malo, pero siempre existen las grandes diferencias. De hecho, muchos de los que estamos en los grupos y que mantenemos de alguna forma la actividad somos los que hemos pasado por una escuela.

¿Y quién tendría que encargarse de estas propuestas? ¿El Mined o Secultura?
—Ahorita están en la creación de un Instituto Superior de Artes, que están planificando con Secultura, que creo que, evidentemente, lleva tiempo.

¿Eso empezó con el Gobierno anterior?
—No. Empezó con este. La necesidad existe desde hace un montón . De hecho, el primer paso fue crear el técnico que ahorita funciona en el Cenar, ya no son como talleres libres, que han estado funcionando por muchos años, sino que está ese técnico de dos años y ahora haría falta el otro nivel. Lo que también habría que ver es hacia adónde se perfilan estos estudiantes, adónde se van a poder desarrollar en un trabajo profesional, en qué ámbito laboral luego de que se formen allí. Porque nosotros, cuando estudiábamos Bachillerato en Artes, teníamos claro desde que empezamos que íbamos a poder trabajar dando clases de teatro y a la vez como artistas después de un estudio superior. Eso es lo que ahorita falta. Qué va a hacer el estudiante cuando salga, qué oportunidades va a tener? No hay esas salidas.

No se puede subsistir solo haciendo teatro: la visión es más como un complemento en la vida y no una carrera.
—Exacto. Son contados con los dedos de las manos. En mi caso, soy privilegiada en ese sentido, porque yo trabajo prácticamente en lo que yo estudié, pero eso soy yo. Imagínese. Luego los grupos tienen que ver cómo buscan para la producción, ver dónde ensayan. La mayoría de los  que mantenemos el movimiento o la actividad teatral en el país nos toca trabajar después de la jornada de trabajo. Después de las 5:30 o de las 6:00 pm en adelante, es en ese tiempo donde aprovechamos para hacer el teatro.

¿Qué hace para distraerse?
—Leer. Me gusta leer. Caminar. Salir a conocer los diferentes pueblos. Cuando podemos, viajamos fuera. Con solo que uno salga de San Salvador ya se siente descansado. 

¿Cuál es su música favorita y su comida favorita?
—Como estamos acostumbrados, por la misma parte artística de teatro, escuchamos todo tipo de música, porque cada vez que estamos montando algo le ponemos música. Igual puedo estar pensando en algo clásico o en algo más movido, pero evidentemente a veces me gusta escuchar más a Serrat o a Sabina. A mí ese tipo de música me encanta. Con la comida, pues, soy mucho más de frutas y de ensaladas; también me gusta el sushi, pero hay una razón: a mí me gustan los platos pequeños, los platos grandes siento como que me quitan el hambre.

Vea la entrevista que la UCA le hizo en 2004