Ciencia y tecnología en la Primera Guerra Mundial

La urgencia de ganarle terreno al enemigo y asistir a los combatientes, provocó una revolución que sentó las bases de muchos inventos, los que perduran hasta hoy.

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elsalvador.com

Por Texto y fotos: EDH

2014-09-13 8:00:00

Por tratarse de una guerra de naciones en la que se movilizó a los ciudadanos, la Primera Guerra Mundial también se llevó de cada país todas las inteligencias, las cuales, al romperse las hostilidades, quedaron al servicio de los ejércitos.

Dada la necesidad de aplicar los recursos de la ciencias a los problemas materiales y prácticos que planteaba la lucha, los organismos militares dispusieron del personal capaz de convertir en invenciones reales lo que hasta entonces no había sido más que especulaciones. De este modo se produjo una revolución técnica, que de manera casi inmediata, se llevó a los campos de batalla y cambió el enfrentamiento de los ejércitos.

Para el caso, uno de los medios de defensa que tuvo un gran desarrollo en la guerra universal y forma parte esencial en la milicia hasta estos días es el ‘camouflage’, una palabra francesa que significa ‘enmascaramiento’. Este se convirtió en todo un arte, debido a la necesidad imperiosa de ocultarse, luego que por medio de fotos fue posible conocer la organización de los adversarios y otros detalles importantes.

Se ocultaron trincheras y observatorios con árboles falsos, se simularon falsos abrigos y se pintó el material de guerra de colores como el siena, y en cuanto aparecieron los aviones se pintaron los uniformes de colores verdosos.

Fueron muchas las armas con las que se peleó la Gran Guerra, por ejemplo, el lanzallamas, que aterrorizaba a soldados franceses y británicos cuando era utilizado por el ejército alemán durante las fases tempranas de la Primera Guerra Mundial en 1914 y 1915, y que rápidamente fue utilizado por ambos.

Así también llegó el primer tanque, el británico Mark I, fue diseñado en 1915. Primero vio combate en el Somme, en septiembre de 1916. Luego, los franceses hicieron lo suyo con el Renault FT, que estableció el aspecto clásico del tanque con la torreta en la parte superior.

Pero también se emplearon muchos recursos para dominar al enemigo desde los cielos, por ejemplo, los dirigibles se convirtieron en amenazas de temibles bombardeos entre la población civil. Hubo, además, despliegues de hidroaviones y aeroplanos, como una muestra inequívoca de la pujanza de su innovación militar.

Pero el terror se sembró también desde los mares, con los submarinos alemanes que triunfaron en el Atlántico.

El gas venenoso fue otra arma devastadora utilizada por ambos bandos. Pero los alemanes fueron pioneros en el uso a gran escala de armas químicas, cuando lanzaron un ataque con gas en posiciones rusas el 31 de enero de 1915, durante la Batalla de Bolimov. Sin embargo, las bajas temperaturas congelaron el veneno (bromuro de xililo) en las conchas.

Adelantos medicoquirúrgicos

El campo de la medicina también vio adelantos con la Primera Guerra Mundial, al perfeccionarse la anestesia quirúrgica, ya que se idearon aparatos especiales para partes del cuerpo, como cuando se realizaban operaciones de la cabeza o en el cuello. De la misma manera trabajaron en la creación de nuevos antisépticos.

Durante el tiempo que duraron las luchas, la Cruz Roja llevó a cabo las primeras labores de auxilio en los campos de batalla, con ambulancias motorizadas en lugar de tiradas por caballos, lo que llevó a la progresiva eliminación de aquellas que eran tiradas por caballos.

En la atención de emergencia civil, los servicios de ambulancia a menudo se gestionaban o se enviaban desde los distintos hospitales, aunque en algunas zonas, el telégrafo y el teléfono permitían a los departamentos de policía manejar el envío de ambulancias.

Las transfusiones de sangre de la época eran, por lejos, una garantía de éxito, y se tenían que hacer en caliente, sin embargo se puso especial énfasis en desarrollar sistemas que supusieron un avance excepcional en la medicina de campaña. Entre otras mejoras, también se instalaron quirófanos a bordo de barcos en los que se transportaba a los heridos, como el británico H.M.S. Burbis.

De la misma manera, con la enorme cantidad de soldados con lesiones que amenazaban su vida, surgió la necesidad de una nueva arma que era una maravilla para hacer diagnósticos: los rayos X. El problema era que para ello se necesitaban máquinas muy grandes y delicadas para movilizarlas en el campo de batalla.

Fue así que Marie Curie trabajó en la creación de estaciones móviles de rayos X para los militares franceses, inmediatamente después del estallido de la guerra.

Para octubre de 1914, Curie había instalado máquinas de rayos X en varios autos y camiones pequeños que recorrían las pequeñas estaciones quirúrgicas en el frente.

Para el final de la guerra (1918) operaban unos 18 de estos “coches radiológicos” o “Petit Curie”.