Mary Cassatt y Edgar Degas, un encuentro en la posteridad

Una singular exposición que refleja la fructífera amistad y compañerismo de dos prominentes figuras del arte en una época que Europa veía de mala gana la luz de los impresionistas

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Por Tomás Guevara Corresponsal en Washington escena@elsalvador.com

2014-08-31 7:00:00

La pintora estadounidense Mary Cassatt es considerada, a buena razón, una matriarca en el mundo del arte, tanto por su influencia y propuesta creativa en un ambiente donde las mujeres poco o nada de espacio tenían para abrirse brecha en un oficio de predominio masculino, como por entrar en la escena universal en un momento clave para la historia del arte.

Mary Cassatt nacida en 1844, en el seno de una acaudalada familia -con un padre banquero- de Filadelfia, en el estado de Pensilvania, rompió las primeras reglas del estatus familiar de esa época al inscribirse por cuenta propia en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, en 1861 donde cursó los cuatro años requeridos en formación académica.

Pero el salto más grande lo daría al decidir viajar a Europa en 1866 para conocer de primera mano, en los museos, las obras cumbres del arte europeo, que hasta entonces era la referencia obligada para copiar, bajo los estrictos rigores de la academia.

Nadie se imaginaria que ese viaje a Europa sería la punta del iceberg que irrumpiría más adelante en la historia del arte y de las concepciones que en el siglo XIX se tenían de la pintura, también su país se refrescó con el referente de Cassatt ya bien plantada después como señora de la escena pictórica en el viejo mundo.

Bajo esas referencias la National Gallery of Art de Washington DC, ha montado para este verano una singular exposición que muestra la fructífera conexión entre la pintora Mary Cassatt y el pintor francés Edgar Degas, nacido en 1834, diez años mayor que la artista americana, pero entre quienes surgió una amistad que trascendió a una mutua influencia que hasta hoy en día intriga a los historiadores del arte y curadores de la muestra titulada a secas “Degas y Cassatt” que estará abierta hasta el 5 de octubre.

En el contexto de la segunda mitad del siglo XIX, especialmente en la década de 1870, cuando Mary Cassatt decidió mudarse a París, Francia, para vivir el ímpetu creativo que pululaba en el ambiente francés, donde los pintores habían entrado en una vorágine creativa con la ilusión de capturar la luz en los cuadros.

Concepción y estilo del arte que sería bautizado como Impresionismo, que había nacido rechazado por la crítica y el mercado de coleccionistas.

Cassatt había intentado que dos de sus obras entraran en la Exposición del Salón de París, de 1877, pero habían sido rechazados; con lo que la artista inmigrante americana no cuajaba en los cánones de la academia.

Pero cuando una puerta se cierra dicen que otra se abre. Y así sería pues Edgar Degas, que nadaba como pez en el agua entre el óleo de los pintores impresionistas -sin ser literalmente parte del grupo- la invitó a exponer entonces con el movimiento, una especie de parias que cuatro años atrás habían desafiado al status quo montando su exposición paralela al salón oficial.

Este acontecimiento sería trascendental por la sólida amistad que se fraguó entre Mary Cassatt y Edgar Degas, pero también para la sobrevivencia del mundo impresionista, pues la pintora estadounidense, utilizó bien las buenas conexiones de su acaudalada familia para hacer que el círculo familiar y allegados entraran en escena como compradores de las obras de los pintores rechazados en Europa.

Así un cuadro de Degas fue el primero en cruzar el Atlántico, de ahí vendría un torrente de piezas, de Auguste Renoir, Eduard Manet, Claude Monet, Vincent van Gogh, entre otros, que engrosaron las colecciones privadas en Estados Unidos y que hoy día son el principal patrimonio de los museos estadounidenses como la misma Galería Nacional de Washington que muestra orgullosa este legado pictórico que supera cualquier precio.

Los historiadores de arte coinciden en que los impresionistas lograron sobrevivir “y no morir literalmente de hambre” por la influencia de Mary Cassatt que casi obligaba a su red de conocidos en Estados Unidos ha adquirir esas obras despreciadas en Europa.

Un ala del edificio principal de la prestigiosa Galería Nacional de Artes en Washington, ubicada en la explanada del Capitolio, que tendrá abierta esta exhibición por dos meses más, se centra en la amistad que para el resto de sus vidas mantuvieron Edgar Degas y Mary Cassatt.

Una amistad y dos mundos

Él dejó el mundo terrenal y pasó a los altares del arte el 27 de septiembre de 1917, ella que había vivido ya más de la mitad de su vida en Francia, falleció en el país galo el 14 de junio de 1926, para consagrarse también en la lista de las figuras prominentes de la historia del arte universal.

En el recorrido por la exposición, de entrada gratuita, el visitante puede descubrir en 70 piezas seleccionadas por los curadores, las conexiones entre ambos artistas, en condición de iguales, a la luz de algunas formas y conceptos, que desde diferentes ángulos muestras en Degas y Cassatt espejos refractores de sus entes creativos.

Cassatt que se metió de lleno con los impresionistas y se declaró férrea defensora hasta el final de sus días del movimiento, tuvo una preferencia por retratar en sus cuadros a mujeres y niños, la maternidad es una de sus inspiraciones que se ven en los cuadros que ahora exhiben los museos y guardan sigilosas colecciones privadas, como las que muestra esta muestra.

Degas por su parte se mantuvo bien relacionado con los impresionistas, pero nunca se declaró parte del movimiento y tampoco siguió sus técnicas, tanto en la paleta como las formas de pintar al aire libre para captar personajes y la intensidad de la luz, pero si coincide con Cassatt en su predilección por las mujeres en sus cuadros, desde bailarinas de ballet hasta las nudismos a manera de voyeurismo observadas por el pintor de espaldas.

Cassatt también se desliza por esa vertiente del desnudo femenino como una observadora de actitudes íntimas, sin dejar que sus personajes pierden el dramatismo que la catapultó desde el principio de su carrera como una dibujante excepcional; su amigo Degas, se distancia en a búsqueda de perspectivas en el cuadro, con la yuxtaposición de varios planos en solo cuadro.

Ambos pintores también los une un vínculo común, Cassatt provenía de una rica familia estadounidense, Degas de una influyente familia aristocrática francesa, ambos eran incompatibles en ciertos mundos de la bohemia en la que otros pintores contemporáneos podían saltar en picada.

Para Cassatt como mujer y de una condición social acomodada, no era apropiada las discusiones que al calor de copas y el bullicio de los cafés de París frecuentados por los impresionistas podrían darse. Degas tampoco podía sumergirse de lleno en ese mundillo, pues el servía también de puente entre sus compañeros artistas y las pequeñas disidencias del mundo oficial que abrirían pequeños espacios a los pintores vistos como marginados.

Algunos académicos como Stephen Eisenman en el libro “Historia crítica del arte del siglo XIX” cuestiona si puede considerarse como “arte americano” la obra de Cassatt, al haber crecido y madurado en el ambiente francés, pero no hay duda que esta artista es muy estimada en los Estados Unidos, por el papel jugado en las vanguardias y por su influencia que a posteriori tendría su obra y su legado para conectar a su país con el viejo mundo con la cultura y el arte para futuras generaciones.