Piedad Bonnett encontró refugio en la literatura

La escritora colombiana rompió el silencio de cómo escribió "Lo que no tiene nombre" en la XVIII Feria Internacional de Libro Centroamericano (Filcen).

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elsalvador.com

Por Kevin Eduardo Salazar Twitter: @KevinESalazar

2014-04-04 7:00:00

En Colombia no se había mitigado el basilisco de la muerte que, a mediados del siglo XX, dejó a la vera de los caminos más de 200 mil víctimas. La violencia hizo que una niña de ochos años y sus padres salieran de uno de esos pueblos escondidos y olvidados de las montañas antioqueñas, Amalfi, para refugiarse en Bogotá.

En ese medio de supervivencia personal y mental, de una Bogotá extraña a los exilios de tantos compatriotas, la poetisa y narradora Piedad Bonnett se abrió camino con dificultad, manifestando siempre una rebeldía con causa. Esto se retrata en su primer poemario “Círculo y Cenizas” (1989) con el cual recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía “Octavio Paz”.

De joven fue una mujer valiente ante los desafíos, pero dentro lleva un alma quebradiza que se mitiga en la lectura y hace catarsis en la escritura. Estos tanteos del alma desgarrada, se asemeja a otros de sus colegas literarios como Pablo Neruda, César Vallejo, Emily Dickinson, Juan Rulfo, Barba-Jacob, entre otros. Bonnett genera un estallido de emociones que cautiva en cada verso.

Bonnett siempre ha sido perfeccionista consigo misma, exigente con los demás y aunque otras esferas del conocimiento le llaman, Piedad se deja seducir por la escritura. Su estilo literario es limpio, refrescante y liberada de toda decoración postiza, donde cada poema suyo es una ventana de testimonio lúcido de su propia identidad.

El Diario de Hoy logró conversar con la colombiana que fue invitada a la Feria Internacional del libro Centroamericana (FILCEN) por insistencia de la directora editorial de la Universidad Dr. José Matías Delgado, Marta Uribe Paredes.

La especialista en crítica literaria y Premio Casa de las Américas contó su trayectoria literaria y su tan afamado producto testimonial “Lo que no tiene nombre”, un texto que se lee con el corazón apretado por el manejo sinérgico de temas polémicos como suicidio, la enfermedad mental que padeció su hijo, así como sus crisis, la incompetencia médica y la intrahistoria que padeció su familia. La escritora compartió en un conversatorio con los autores Jorge Galán y Roxana Méndez cómo la literatura le salvó la vida.

Piedad, sé que tienes una obra poética muy extensa y que te has dedicado a escribir novela y teatro. ¿Puedes darnos una semblanza de tu carrera literaria?, ¿cómo empezaste a escribir?, ¿por qué escribes?

La iniciadora fue mi mamá, como me consideraba fea y no tenía otra gracia me mandó a estudiar narrativa y oratoria… Fui una persona marginada durante muchos años, por dos razones: la primera es que me case muy joven, como mucha gente de mi generación a los dieciocho años, ayer cumplí 43 años de casada. Pese a eso, descubrí que tenía talento al estudiar literatura, cada materia me ayudó a poder encontrar una voz para testificar en verso mis vivencias. Toda mi carrera universitaria sirvió para darme cuenta que la literatura fue mi refugio para salvarme de la realidad.

¿Cuándo Piedad Bonnett sale de las sombras del anonimato?

Comencé a incursionar en concursitos y siempre ganaba segundos puestos, cosa que me hizo pensar que no tenía ningún futuro. En ocasiones les leía a colegas en la universidad –teníamos un grupito pequeño de estudios— la poesía que yo escribía, bien recuerdo que la Decana de la facultad quería inaugurar el sello editorial de la universidad, lo mío fue pura suerte y ella me dijo ¿por qué no inauguramos con poesía?, que es un acto emblemático dentro de una universidad que se interesa por las humanidades.

En un coctel de un lanzamiento de un libro, vi a la editora de Alfaguara y fui como se dice en Colombia una “lagarta” con ella y le dije ¡Hola mira tengo esta novela, ¿tú la quieres leer?! Y ella me dijo: Sí, sí, sí la quiero leer. Yo se la entregué y aprendí que en la literatura uno debe ser paciente y me olvidé para no atormentarme, pasé como seis meses, siete meses en silencio de la editorial. Y un viernes al mediodía sonó mi teléfono celular y era ella, Pilar Reyes Forero, editora de Alfaguara y me dijo: Te vamos a publicar tu novela. Fue el equivalente a la emoción que sentí con el concurso nacional de poesía.

Y fue con el premio Casa de América, que me bautizó como poeta y me dije: ¡Tú si eres poeta, ahora si creemos en ti! Habían concursado trescientos libros para este premio. Recuerden que, cada premio tiene su matiz, por ejemplo el más doloroso fue este; el premio me lo dieron jueves y mi hijo murió dos días después, el sábado 14 de mayo… La gente me llamaba para felicitarme, me mandaban muchos e- mails y yo tenía que responder de vuelta y decirles: tengo que contarte que mi hijo se mató ayer.

¿Cómo fue el proceso de escritora de “Lo que no tiene nombre”?

Viajé a Nueva York junto a mi esposo a recoger el cadáver de mi hijo, como estudiaba artes, entre sus cosas tenía un sinfín de material, y con el dolor de mi alma iba seleccionando aquel que consideraba un recuerdo hermoso, logré llenar un contenedor de trescientas libras. Para su aniversario, repartí a los allegados un portafolio de sus obras, al hacer este proceso de selección, sentía poco a poco una especie de sanación. Necesitaba un proceso de pacificación interna, hicimos un viaje con mi esposo y me llevé las libretas que siempre cargo y unos libros sobre suicidio. Comencé a escribir en los trenes viajando por Italia, así inicio la construcción de “Lo que no tiene nombre”, que relata la enfermedad mental de mi hijo y todo lo que estuvo inmerso en su suicidio y la forma en que mi familia lo vivió.

¿La violencia es un factor influyente en las obras de Piedad Bonnett?

A mí me interesa mucho el rumbo de mi país, el de Latinoamérica, el rumbo de todo el Universo por supuesto. En los años 80 cuando se vivía la violencia del narcotráfico en Colombia pasó algo muy curioso con los poetas, en vez de volcarnos y escribir sobre la realidad violenta, nos retrajimos a un mundo muy íntimo, muy particular y de repente yo encontré que muchos escribían sobre las casas, nuestras casa de infancia, me pareció muy significativo como que todos queríamos volver al vientre de la madre –protegernos—. Ahora después de eso yo empecé a escribir de manera más concreta, poesía ya referida a la violencia y a veces me conecto con ese mundo y me desconecto, no voluntariamente, sino de acuerdo con la fuerza de la realidad que me llama.