Roberto Salomón estrena obra en Nueva York

Por primera vez, el director de teatro salvadoreño estrena una obra en esta ciudad de los EE. UU. "Degeneración: Un vuelo de alondras", explora el miedo, la compasión y hasta el gozo de ancianos que padecen demencia

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elsalvador.com

Por Carmen Tamacas Corresponsal en Nueva York escena@eldiariodehoy.com

2014-02-09 6:40:00

Son las voces de hijos, nietos, en el eco perdido de la memoria. “¿Recuerdas?”, insisten.

Es esa dimensión desconocida a la que, de una forma u otra, nos encaminamos todos. Tarde o temprano nuestras neuronas fallarán y todo lo vivido, todo, absolutamente todo, se habrá disuelto como espuma de mar.

Pero aunque suene trágico -por irreversible, por humano – aún en esos momentos podremos establecer contacto con las personas que nos rodean, con quienes nos cuidan. Y puede ser gozoso, y hasta divertido. Es arte.

Estos son algunos de los temas de “Degeneración: Un vuelo de alondras”, la primera obra dirigida por Roberto Salomón que ha sido estrenada en Nueva York. Este es el tercer montaje que realiza con la compañía Sandglass Theater, de Vermont.

El también director del Teatro Luis Poma de San Salvador asistió al estreno de las presentaciones en el “Irondale Center”, un teatro que tiene como sede una iglesia antigua, en el corazón cultural de Brooklyn.

Salomón vivió en Nueva York entre 1967 y 1969, época en la que estudió en el reconocido taller de drama y actuación de Erwin Piscator y el Carnegie Hall.

También fue parte de los fundadores de la compañía “West Side Players”, cuya sede estuvo en la calle 81 y Broadway, en las instalaciones de una lavandería china donde cabían 27 espectadores, recuerda.

El estreno de “Degeneración: Un vuelo de alondras”, lo llena de mucho orgullo y satisfacción para su trayectoria como director.

La obra transcurre en la rutina de un asilo de ancianos en Vermont. Los tres encargados (“caregivers”) del centro atienden a los cinco cinco pacientes (títeres) Florence, Mary, Rose, Henry y Elwood quienes padecen demencia muy avanzada.

Allí se muestran los altibajos de las rutinas, como el mutismo y exabruptos de los ancianos, la repetición incansable de sus demandas, así como momentos de frustración y hasta diversión cuando crean un círculo que les permite construir historias a partir de la observación de fotografías.

En la primera sesión, los ancianos crean la historia alrededor de la imagen de una pareja que baila al borde de una terraza.

Ellos opinan: “La va a secuestrar”, “Van a París”, “El aire es agradable”, “La música viene del edificio de atrás”… luego, los encargados hacen un montaje con dibujos de cartón que saca las risas y aplausos del público.

En la segunda escena, todos los ancianos observan a un hombre subido en una escalera que parece pintar las nubes en el cielo.

Salomón explica que la obra recrea esos tres niveles de realidad: la humana, representada por los encargados, quienes en sus monólogos expresan sus propios conflictos y ansiedades respecto a la demencia senil; la de los títeres y el mundo de la imaginación de éstos, donde confluyen formas distorsionadas del presente y pasado.

También existe otro nivel, implícito en la obra, y es el del mundo exterior, donde participan los hijos que visitan o llaman a los ancianos. “Quisimos incorporarlos de diversas formas, como actores, como títeres… pero la obra no lo quería”, explicó Salomón en un breve foro después de una de las funciones.

Con esta experiencia, el salvadoreño reflexiona: “La demencia es irreversible, por eso no hay que aislar a quienes la padecen. Hay que compartirla con ellos”.

Estrecha colaboración

Esta es la tercera oportunidad en que Salomón dirige una obra con Sandglass, compañía fundada en 1982. La primera fue una serie de improvisaciones con títeres, en la que buscaban interactuar con el público. Pero no obtuvieron los resultados esperados.

Luego asumieron el reto de evocar la vida del pensador Walter Benjamin, con la obra “One way street”. “Tuvimos que leer toda su obra, que al final viajó por toda Europa del norte. Es un espectáculo esencial en mi vida”, expresó.

Esa experiencia fue tan importante para la compañía que decidieron embarcarse en una nueva aventura, pero esta vez enfrentándose al mundo de la demencia.

Los encargados del asilo son representados por los fundadores de Sandglass, Eric Bass y su esposa Inés Zeller Bass; además, el actor Kirk Murphy.

La música está a cargo de Paul Dedell; el responsable de video es Michel Moyse y la iluminación de Sabrina Hamilton. La creación de las marionetas estuvo a cargo de Zeller-Bass, Jana Zeller y Coni Richards. “Ha sido una experiencia estupenda con ellos”, recapituló Salomón.

El texto fue elaborado con una técnica llamada “TimeSlips”, un modelo creativo de narraciones colectivas desarrollado por Anne Basting, profesora de teatro de la Universidad de Wisconsin. Los actores compartieron 20 sesiones con los ancianos del “Pine Heights at Brattleboro Center for Nursing and Rehabilitation”.

El personaje encarnado por Eric Bass, enfatiza un aspecto de la demencia, un vacío que sólo puede compararse con el agujero de una dona. “Lo que importa no es el hoyo, sino la dona: lo que está a su alrededor”.

La obra toca especialmente a las personas con un ser querido que padece de pérdida de memoria, demencia o la enfermedad de Alzheimer. Durante el foro, muchos asistentes pidieron la palabra para felicitar al ensamble artístico y contar sus propias experiencias, algunos como parientes de pacientes o trabajadores sociales.

“Degeneración” ha recibido buenas críticas en su debut. Hará una gira por todo EE.UU. gracias a un fondo de “New England Foundation for the Arts” y otras entidades.