Trastorno del pánico, un mal repentino

Este padecimiento es asintomático y puede ocurrirle a cualquier persona. Conocer las causas que lo originan y la manera de sobrellevarlo es de mucha importancia para que la recuperación sea un éxito

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elsalvador.com

Por Texto: Diandra Mejía Fotografía: EDH

2014-02-08 8:00:00

Pamela era una exitosa profesional y esposa, pero repentinamente comenzó a sentir que no tenía control sobre su cuerpo y que en cualquier momento dejaría de existir.

El miedo fue intensificándose hasta que un día en el ascensor de un centro comercial sufrió una crisis, un ataque que la llevó a pensar que nunca saldría.

Después de ese día Pamela no quiso salir de su casa, faltó al trabajo, no veía a sus amigos, ni a su familia. Ella tenía miedo. Como no sabía con exactitud cuándo iba a sufrir otra crisis le aterraba quedarse sola y se negaba a manejar porque pensaba que algo malo podía pasarle.

Esta joven sufría de trastorno de pánico, una alteración de ansiedad en la que se sufren repetidos ataques súbitos de terror.

Pamela pudo recuperarse gracias a que aceptó su condición y a la intervención de un especialista. La ayuda de su esposo y familia fueron vital para superar el estado.

Igual que ella, hoy cada vez más gente presenta estos problemas, y según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizado en 2009 una de cada 20 personas sufrirá un trastorno de pánico en su vida.

Otra investigación del National Institute of Mental Health de Estados Unidos asegura que millones de personas sufren de alguna enfermedad mental relacionada con respuestas irracionales de miedo, como trastornos generalizados de ansiedad, de pánico y de estrés post-traumático.

La doctora Claudina Padilla, psiquiatra y psicoterapeuta, explicó que las crisis de pánico no tienen síntomas y se dan inesperadamente. “Los ataques de pánico se han descrito como un estallido inapropiado del sistema de emergencia del organismo”, agregó.

En una crisis o ataque de pánico las personas sienten ansiedad respecto a estar en una situación donde un escape pueda ser difícil, hay miedo a perder el control o de muerte inminente. También se presenta sensación de asfixia, mareos, sudoración y palpitaciones rápidas fuertes.

“La primera crisis la persona no la puede olvidar porque es tan dramática y tan severa, pero en esa primera vez casi siempre la gente se va a las urgencias de los hospitales, pidiendo una ayuda porque piensan que les va a dar un infarto o derrame o que van a quedar muertas en minutos”, detalló la doctora Padilla.

“Es por eso la importancia de consultar temprano y oportunamente para que la persona no sufra todo lo que se vive en las crisis de trastornos de pánico”, añadió la especialista.

Además, indicó que después de diagnosticar el padecimiento mental se debe dar un tratamiento adecuado para evitar el abuso de medicamentos. También se debe estar pendiente de que el cuadro no entre a una cronicidad que lleve a una depresión, ya que esta situación es severa y puede terminar en un suicidio.

Los ataques de pánico no se pueden predecir. Al menos en las primeras etapas del trastorno no hay ningún desencadenante que comience la indisposición. “Hay eventos que pueden marcar o que pueden ser previos a la crisis, por ejemplo la muerte de un familiar o un estrés severo”, indicó Padilla.

“Lamentablemente uno está expuesto a muchos estresores, y de repente hay uno que derrama el vaso y genera la crisis”, aseveró la psicoterapeuta, y aseguró que existen factores genéticos que ocasionan el trastorno de pánico. En ese caso se estudia el cuadro familiar para determinar si hay casos anteriores de ansiedad o de otros problemas.

Para tratar esta enfermedad es necesario recurrir a un psiquiatra, quien ayudará con terapias de relajación, conductuales y medicamentos.

Dentro de los fármacos recetados están los antidepresivos, las benzodiazepinas, entre otros, los cuales ayudan a mantener al paciente en control. Estos medicamentos sólo los deben recetar el psiquiatras, pues su mal uso podría desencadena una dependencia.

Consecuencias

Quienes han sufrido el trastorno del pánico se enfrentan a limitantes para hacer una vida normal. Dentro de una posible complicación están la agorafobia, miedo a futuros ataques que llevan a alguien a evitar situaciones o sitios que se cree que los generan.

“Al caer en pánico la persona puede dejar las actividades que hacía porque piensa que puede darle el trastorno; por ejemplo si el cuadro apareció cuando conducía un vehículo ya no lo hace, o si las crisis aparecen en el trabajo empieza a rechazarlo y puede llegar hasta la situación de que lo despidan (…) La vida de ellos empieza a limitarse sino hay tratamiento. Existen casos de gente que no sale de un área conocida de San Salvador, su vida se restringe y es tan grave hasta el punto de restringirse en su misma casa”, puntualizó.

Asimismo, Padilla reconoció que debido a que los síntomas de pánico no son muy claros , la gente alrededor del paciente piensa que este está manipulando, llevando muchas veces a discusiones de pareja, y generando el abandonado del individuo. Por ello, es necesario la comprensión del estado del paciente para evitar conflictos.

Con las discusiones se corre el riesgo de sufrir episodios de ansiedad, depresión, dependencia alcohólica y medicamentosa.

“Algunos encuentran que ciertos fármacos que tienen dosis mínimas de tranquilizantes y relajantes les ayudan, ellos empiezan a tomárselos sin prescripción y luego encontramos abusos de esos fármacos que no les van a ayudar”, advirtió la psiquiatra.

Otro de los problemas que afecta a la familia es la dependencia, cada vez que estas personas salen buscan un acompañante porque piensan que les dará una crisis o que morirán.

Recomendaciones

La educación constituye el primer paso del tratamiento y generalmente da un alivio a los pacientes. Es importante para el enfermo informarse, al menos brevemente, sobre el trastorno y los mecanismos encadenados de percepciones y reacciones que desembocan en crisis, ayudado por el médico o a través de los medios de información que éste recomiende.

Otro paso fundamental para el afectado es conocer que existen mecanismos fisiológicos y asociaciones de ideas relacionadas con el miedo o las fobias que desencadenan los ataques. También es esencial liberarse de los estigmas sociales sobre las enfermedades de la mente.

Por otra parte, el afectado debe estar en contacto con su especialista para salir de ese estado de una forma adecuada.

Recuerde que al pasar un episodio de pánico debe consultar o descartar que no se trata de una enfermedad que requiera tratamiento de emergencia. Y al constatar el trastorno lo primero que tiene que hacer es pensar que le está ocurriendo algo muy desagradable, pero que no se va a morir por ello.

Hay quienes después de acudir a un especialista tienen pequeños episodios de angustia y los logran manejar. Es importante aclarar que el enfermo debe estar por lo menos un año sin ataques, dejar de temer a las crisis, no evitar lugares que lo relacionen con éstas y volver a desarrollar una vida normal. Así la intervención se considera un éxito.

El apoyo emocional es importante. Un estudio sobre trastornos mentales en América Latina y el Caribe de la OMS mostró que quienes sufren trastornos de ansiedad y de pánico comunican la falta de comprensión de los demás como un obstáculo. Los amigos y miembros de la familia pueden creer que el paciente no se esfuerza lo suficiente para controlar el problema y que la situación no es tan grave como el que la sufre hace que parezca.

Las técnicas conductuales son de gran ayuda, porque la exposición gradual es altamente efectiva. Los pacientes poco a poco introducidos a la situación temida y se les enseña a afrontarla con éxito hasta que sus vidas toman la normalidad requerida.