El impresionante cruce de culturas en La Alhambra

Monumento emblemático de Granada, España, prueba la presencia árabe en la región desde el siglo VIII y hasta ser expulsados de la Península Ibérica junto a los judíos en 1492. Aquí se refleja un cruce de culturas cuyos rasgos persisten hasta HOY.

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elsalvador.com

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2013-12-14 8:00:00

Cuando Cristóbal Colón emprendió el viaje que lo llevaría a descubrir el Nuevo Mundo en 1492, los Reyes Católicos que le habían patrocinado la aventura, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, tomaban posesión de una espectacular fortaleza y palacios bellamente decorados y donde se había entronado desde hacia varios siglos y hasta pocos días antes la floreciente dinastía Nazarí, en Granada, España.

Era el territorio y dominio recuperado por la corona con la expulsión de árabes y judíos de la Península Ibérica ese mismo año, y con la confiscación de una joya arquitectónica y cultural que hasta hoy deslumbra a propios y foráneos por la exquisita riqueza ornamental, prueba de la presencia árabe en la región de Andalucía.

El complejo arquitectónico de la Alhambra, que se yergue en la colina que en la antigüedad se llamó Sabika, desde donde se divisa la vega al pie de la cadena montañosa que rodea la ciudad de Granada, es un entramado de siglos y siglos de transformaciones culturales y religiosas contempladas en los simbolismos estampados en cada detalle de las estructuras.

A buen paso puede tardar no menos de 25 minutos de caminata para llegar de un extremo al otro del borde de la colina trazada por la muralla que resguardaba el antiguo reino, centro que cada año visitan millones de turistas y para el que los cupos de entradas son regulados en cuotas diarias por la administración de este Monumento Nacional de España desde 1870, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984.

Los historiadores aún no llegan a un consenso de cuándo inició la ocupación de la colina con miras a convertirla en lo que sería una fortaleza militar y centro de poder árabe en Andalucía, pero a razón del año en que llegaron los moros 711 debió iniciar seguido a esa fecha.

De la que si hay datas es del surgimiento de la Dinastía Nazarí, que inicia con el fundador Muhammad I, 1237 a 1273, quien trasladó la sede de su corte a lo alto de la Sabika y donde daría inicio en 1238 la construcción de la Alhambra como se conoce en la actualidad.

Posterior a este sultán, otros herederos del trono continuarían las construcciones de palacios y edificaciones que hoy en día marcan unos variados contrastes del tiempo, en ellos pueden verse las transformaciones mismas de los inmuebles de uso residencial y oficinas de la corte en distintos períodos.

Yusuf I, séptimo sultán de esta dinastía ordenó la construcción del Palacio de los Comares, por donde inicia el recorrido al recinto construido con ladrillos color terracota, maderas talladas y azulejos. Alhambra en árabe significa “castillo rojo”, en alusión al color rojizo de los materiales constructivos, como el Alcazaba, la fortaleza medieval y considerada la parte más antigua de las edificaciones en la colina.

Pero el mayor florecimiento de La Alhambra se le atribuye al periodo de Muhammad V, quien entre los años de su reinado 1362 a 1391 ordenó la construcción del Palacio de los Leones y quizá uno de las edificaciones más cargadas de simbolismos y alusiones al poder árabe y al ente supremo: “Solo Dios es vencedor”, era el emblema de aquel reinado, oración que se repite en varias inscripciones envueltas en la ornamentación nazarí en los palacios.

La dinastía nazarí dejó una marcada herencia cultural en Granada y la región del sur de España, la que llegó hasta los confines del reino en las Américas, tanto por la lengua, la gastronomía, la arquitectura, sus aportes en la medicina y otras invenciones desarrolladas por los árabes durante su estancia en la península.

Caminar bajo las naves de los palacios Nazaríes decorados en cada centímetro es una experiencia única y quizá un viaje en el tiempo por uno de los centros más complejos y terminados de la era medieval.

El Salón de Embajadores es una de las piezas más majestuosas que se pueden apreciar en todo el recorrido, del que fácilmente el visitante puede llevarse un día para conocer en su totalidad La Alhambra. Ese salón estaba reservado para el trono del sultán y las recepciones oficiales, es una construcción repleta de inscripciones y simbolismos donde antropólogos, filólogos e investigadores se han detenido por décadas a descifrar los significados de las alusiones de corte artístico, religioso, social y político que ahí se conservan como un tesoro para la humanidad.

Los artesanados que cubren cada espacio detallan una delicada construcción con yeso, maderas, pedrerías, vidrios y azulejos que conforman figuras geométricas y de elementos vegetales que calzan en perfección y que al seguir el recorrido llevan al espectador a ver la razón de ese espacio.

Ahí está una representación de los Siete Cielos del paraíso islámico, con el trono de Dios situado en el más alto de los niveles, como una forma de cubo central; lo flanquean los cuatro árboles de la vida ordenadas en perfecta sincronía con la estructura y envueltos en un manto de estrellas. Todo compuesto en una obra maestra de carpintería y artesanado en madera y recubiertos con pedrerías.

El sonido que producen las aguas, que a pesar del murmullo de turistas, al llegar a algunos rincones por donde pasan los canales que recorren todos los recintos, se escucha la suave melodía de este elemento natural y ornamental que funciona para la acústica de los palacios.

Pioneros de la conservación

El escritor estadounidense Washington Irving (1783 – 1859) llegó a Granada en 1829 y quedó hechizado con la majestuosidad de La Alhambra, tal impacto dio pie a la creación de una de las obras más conocidas del escritor en el mundo hispanohablante: “Cuentos de la Alhambra”; a la vez se convirtió en una figura influyentes para que tal espacio fuera restaurado y preservado para las futuras generaciones.

Irving ocuparía después el cargo de embajador de Estados Unidos en España y llegó a ser el primer hispanista anglosajón por lo que sus recomendaciones para la preservación de este tesoro cultural tuvieron alta consideración en las autoridades españolas de la época.

Pero fue hasta las primeras décadas del siglo XX que las edificaciones pasaron por el primer proceso de restauración con cánones científicos gracias al arquitecto Leopoldo Torres Balbás, a quien se le encargo la restauración de edificios como El Generalife y los palacios de Leones, el Mexuar y el Portal.

A luz de los siglos

La traza urbana del recinto de la Alhambra donde hoy los miles de visitantes se dispersan por los jardines, los trozos de muralla, los caminos medievales hasta llegar a los palacios, dejan ver el paso de los siglos y los cruces de culturas a lo largo de los años.

Cuando el último sultán nazarí, Muhammad XII Boabdil, entregó los palacios a los Reyes Católicos, el 2 de enero de 1492, al ser vencido el último reducto de la resistencia árabe en Granada, iniciaron algunos arreglos para adecuar el espacio a las funciones de la Casa Real que se instauró en la Alhambra hasta 1516, cuando el descubrimiento de América y la conquista su había sido consumada.

Pasarían algunas décadas para que el monarca heredero del trono Carlos V, visitara la Alhambra para pasar su luna de miel en 1526, luego de contraer nupcias en Sevilla. En su visita ordenó construir, justo en medio de la meseta, un palacio que nunca llegó habitar, el edificio alberga en la actualidad el museo.

El Palacio de Carlos V, como se le conoce, rompe el trazo original al aparecer en medio de las edificaciones arabescas, la construcción de estilo manierista italiano; con una plazoleta circular y columnas de estilo griego y hacia fuera tiene forma rectangular, este inmueble que finalizó su construcción hasta varios siglos después fue diseñado por el arquitecto Pedro Machuca.

La Alhambra dejó de ser la sede de la Casa Real con la muerte de Fernando de Aragón, el 23 de enero de 1516, a los 64 años; la reina Isabel I de Castilla había muerto el 26 de noviembre de 1504, antes de cumplir 54 años, y cuando su emisario Cristóbal Colón culminaba su cuarto y último viaje en que tocó suelo centroamericano al llegar a Punta Caxina.

Ambos monarcas no dejaron Granada con su muerte, sus restos descansan en la Capilla Real junto a la catedral, anclada en el valle de la tierra andaluz, último bastión de la resistencia árabe, región de la lucha y conquistas de los monarcas para unificar sus reinos bajo el sello del cristianismo.