“Hay que dejar de pensar el teatro tan convencionalmente”

El Atrio Café y La Galerateatro están en la Alianza Francesa. Ahí nació "Viernes de teatro", un espacio para el teatro arriesgado y que va más allá de lo convencional

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elsalvador.com

Por Tomás Andréu Twitter: @tomazs_andreu

2013-12-09 7:00:00

El actor y director de teatro, René Lovo, celebró el pasado jueves 5 de diciembre la existencia de su espacio artístico y las cien presentaciones que Leandro Sánchez Arauz hizo con la pieza “Marx ha vuelto”. Este último se fue de gira por el centro y el sur de América y regresó al país para festejar. Develaron —simbólicamente— una placa por ese mutuo deseo de hacer teatro. El acto fue un estrechón de manos entre la creación y la independencia.

“Nosotros no develamos esta placa como un acto de arrogancia ni de narcisismo sino como una acción que permita reflexionar sobre las dificultades que enfrenta un grupo o un actor para poder realizar las simbólicas cien presentaciones de su obra, especialmente en un país donde no hay teatros”, comenta sin rodeos, Lovo.

¿Existe el teatro independiente en El Salvador? Si es así, ¿cuál es la antítesis del primero?

Primero sería: ¿existe el teatro en El Salvador? Luego hay que reflexionar si existe teatro independiente. Interesante cuestionamiento. Yo creo que sí, existe actividad teatral en el país, y es una actividad que ha tenido un nivel de permanencia y constancia a lo largo de los años. Especialmente a partir de la década de 1970, porque al hablar de desarrollo del teatro es imposible no valorarlo a través de las décadas o incluso en períodos más largos. En otros países se valora el desarrollo teatral a través de períodos de tiempo que alcanzan hasta los cien años, incluso más. Sería un desacierto afirmar que en El Salvador no ha existido actividad y desarrollo teatral a lo largo del siglo XX. Lo que pasa es que existe poca documentación y es un asunto que no se ha estudiado. Pero la pregunta es si existe teatro independiente en El Salvador. Yo creo que existe en formación. Me tomaría mucho tiempo hacer una reflexión justa sobre este tema, pero podría resumirlo alegóricamente como si en estos momentos nos encontramos a finales de la Edad Media del teatro salvadoreño. Es decir, a inicios de un posible renacimiento teatral: el teatro independiente.

¿Y qué evaluación hace del teatro tras la firma de los Acuerdos de Paz?

Lo podría resumir de la siguiente manera: la apertura que hubo de los teatros universitarios en el período 1993-1998 marcaron el rumbo de la actividad teatral salvadoreña. De ahí deviene el aparecimiento de la nueva generación de actores, el encuentro de la vieja y la nueva generación, la apertura de talleres independientes de formación teatral, el despliegue al teatro comunitario, el descubrimiento y la incorporación de la lúdica y el circo como complemento enriquecedor (por no decir básico y fundamental) del trabajo teatral. Hasta ahora que ya contamos con una nueva generación de actores, grupos, talleres de formación y niveles de producción y concepción teatral. Ha crecido en veinte años, lo que significaría en otro contexto crecer medio siglo. Eso es importante. Ojo: todo esto sin escuela de teatro, sin que la oficialidad haya apostado de manera franca y estratégica por la actividad teatral.

¿Y qué opinión tiene sobre los espacios que existen para el teatro?

Son insuficientes, exiguos. Necesitamos más. Urge que aparezcan salas, foros, espacios alternativos donde se presenten propuestas teatrales de forma permanente. Naturalmente es imperativo que surja una política de algún lugar, es decir, urge un milagro para que se estimule y apoye estos esfuerzos. De lo contrario es muy difícil que se logre. Eso de forma objetiva. Por el lado subjetivo es también urgente que tanto los hacedores de teatro y el público se borren esa absurda idea de que un teatro es un sitio con butacas acomodadas, palcos, escenarios frontales, telones, etc. Es ridículo que en un país como este no se puedan utilizar espacios no convencionales por la simple idea de que “no cumplen” con los requerimientos. ¿Cuáles requerimientos, adoptados de dónde? Cada país y cada cultura inventó su propio teatro según su necesidad. Otro punto que quizá valga la pena mencionar es entender que el teatro es una labor de grupo. Una sola persona no va a hacer la transformación. Pero cuando hablo de grupo, hablo de un conjunto de personas que coinciden en trabajar por un interés común. Eso aquí ha sido un fracaso. Creo que esta es la razón subjetiva más poderosa por la cual todavía no se ha logrado romper la constante del fracaso en este sentido. Un teatro no es un asunto de un empresario, de un poderoso que maneja capital para abrir una sala con todas las condiciones arquitectónicas y técnicas. Mientras no rompamos este dilema mental muy difícil el teatro va dar el salto de calidad.

¿Qué ha cambiado en las tablas salvadoreñas tras la aparición del espacio que usted dirige?

Nada. No ha cambiado nada. Lo único quizá es que ahora los viernes se puede ir a ver teatro a ese lugar. Nada más. La construcción de público es una labor lenta y ardua. Tiene que ver con la construcción de la mentalidad independiente de los actores, actrices y directores. Hay que dejar de pensar el teatro tan convencionalmente, tan con la idea de sala tradicional, de sala de éxito. Ya basta. Por eso en parte el teatro está entrando en un atolladero del que le puede costar mucho salir. “No estreno si no es en el Teatro Nacional, si no es en el Teatro Poma”. Los mismos grupos agravan la enfermedad. Poco a poco irá cambiando esta mentalidad adoptada de la idea de cómo es el teatro en otros países, de cómo ha sido o es el teatro en otros lugares. Ver para otros lugares, no mirarse el ombligo. Ver hacia otras partes, estar queriendo parecerse a otras partes. Ese es un problema básico (…) Yo intento ser antiacadémico, sin embargo, creo que un actor debe, sobre todo, aprender a estudiar, a estudiarse, a investigar. Parte del problema que yo observo en algunos actores o actrices es que no estudian, no investigan, no leen, no entrenan. Trabajan mucho con la receta, con fórmulas, con lo que ya saben y eso es muy peligroso. Vuelve al teatro muy solemne, muerto. En la medida que aprendamos a discutir y a poner en duda ciertos conceptos, en esa medida entraremos al terreno de la búsqueda. Hay quienes se aburren muy rápido de la búsqueda, se cansan. Necesitan resultados inmediatos, efectos, que lastimosamente significan dinero, éxito, reconocimiento, institucionalidad, ser “parte de…”. Eso te aniquila. Hace falta discutir mucho, lo estrictamente actoral, el abordaje de los ensayos, la construcción dramatúrgica, el entrenamiento, el asunto ético y político del trabajo creativo. En un país sin escuela como el nuestro es absurdo discutir sobre formación actoral. La solución es el taller, pero talleres serios, con filosofía y entrenamiento técnico. No basta aprender a hacer cabriolas, zancos, sociodramas. Ese concepto está bien para el teatro social o de rehabilitación. Es un tema muy amplio. Yo lo discuto siempre en mi taller.

Usted ha hablado de teatro oficial y privado. ¿Cuál hace usted?

Ninguno de los dos. Intento hacer teatro autónomo. No necesito del Estado para hacer mi teatro. No necesito de ningún apoyo institucional para hacer mi teatro. Tanto el oficial y el mal llamado independiente terminan subordinados a una política. Sobran ejemplos de grupos o directores que han vivido de los financiamientos, de las fundaciones, de la cooperación internacional. Está bien que lo hagan, pero su teatro no deja de ser mediocre.