“Hijo: no hay monstruos bajo la cama”

Muchos niños le temen a la oscuridad, y en algunos casos se debe al miedo creado por sus propios padres o en otros a la televisión

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elsalvador.com

Por Texto: Rebeca ??vila Urdampilleta Ilustración: Carlos Cartagena

2013-11-02 7:00:00

Un beso en la frente no es suficiente para que un niño duerma tranquilo. Hay que revisar bajo la cama y en el armario. Si es posible, dejar una pequeña rendija de luz que ilumine su cuarto al salir. Y jamás, olvidar el oso de felpa o la cobija que lo “protegerá contra cualquier mal”.

Muchos niños creen que cuando se duermen las hadas y los monstruos se despiertan.

La ansiedad y el miedo nacen, en todas las personas, por enfrentarse a lo desconocido. Ya sea una situación en la que se desconozca el resultado posible, un cambio grande en la vida o un ambiente nuevo e inexplorado, el temor surge, las posibilidades abruman y el estrés se encarga de tomar posesión del cuerpo. A la edad entre 2 o 3 años se desarrolla la habilidad de imaginar, según la revista médica WebMD, y por lo tanto se le da la oportunidad a lo desconocido de convertirse en cualquier manifestación de la mente. Para un niño que no tiene más que hacer que pensar e imaginar, la sombra de sus cortinas se puede convertir en la capa de una bruja malvada.

“Hay menos cosas que mantienen ocupada la mente de un niño,” explica Mary Dobbins, pediatra y psiquiatra de niños, “entonces, dejan correr a su imaginación. Por eso, un niño que durante el día pueda parecer seguro, por la noche es increíblemente vulnerable”.

En muchos casos, los medios de entretenimiento que estimulan la imaginación, si no son manejados adecuadamente, son los que causan el miedo nocturno. Por ejemplo, agrega la Dra. Jenn Berman, psiquiatra familiar, la televisión puede causar graves trastornos para los niños. Los sonidos y las imágenes en la televisión pueden estimular demasiado a los cerebros de los niños que todavía no están lo suficientemente maduros, física ni emocionalmente, para lidiar con ellos. Aunque un adulto no piense que puede dar miedo, exponer a un niño a ese tipo de estímulos puede ser espeluznante para él”, explica la psiquiatra.

Por otra parte, Dobbins sugiere no dejar que hijos de dos edades muy distantes vean televisión juntos. Un niño de 3 años no debería estar viendo el mismo programa de televisión que entretendría a un niño de 6 años. El problema es, explica, que un niño de 3 años, aunque puede imaginarse y visualizar un sinfín de conceptos, no tiene la capacidad cognoscitiva todavía para diferenciar lo que es real de lo que no lo es. Por otra parte, leerles a los niños cuentos que están muy avanzados para sus edades puede provocar ansiedad, explica WebMD. Las imágenes de un libro no apropiado pueden confundir e incluso ser malinterpretadas, y en la noche son esas ideas las que inquietan al niño y le hacen tener miedo. Por ejemplo, un niño de 5 años puede que no esté en capacidades de comprender a profundidad libros como “Los Viajes de Gulliver” o “La Isla Misteriosa”, y es mejor leerle libros para su edad. Por ejemplo, “Donde Viven los Monstruos” puede enseñarle al pequeño a enfrentar su miedo y que aquello a lo que le teme no es, en realidad, tan aterrador.

La página WebMD recomienda a los padres hablar claramente con sus hijos sobre sus miedos. Los niños necesitan la seguridad de poder hablar sobre estos miedos sin sentirse ridiculizados o que sus medios son tontos. Deben sentir el apoyo de sus padres para tener las herramientas emocionales de enfrentarse contra el miedo. En este proceso, bajo ninguna circunstancia deben los padres aceptar que el hijo duerma con ellos. Esto, en lugar de enseñarle al pequeño a enfrentar su miedo, le hace creer que sus padres solucionaran todos sus problemas. Tampoco es saludable obligarlo a dormir con algún hermano mayor, pues no es el trabajo de este hermano cuidar de él. Por otra parte, explica que es importante no seguir el juego del miedo. Es decir, no se le puede decir al niño que se van a buscar monstruos o que si se porta bien los monstruos no vendrán, puesto que estas actitudes legitimizan el temor y hacen que el niño crea que, en efecto, es posible que los monstruos se presenten en su cuarto. Se le debe explicar que los monstruos no son reales y que lo que vio solo es imaginario. Eventualmente, él lo comprenderá.