Albert Camus: el insurgente intempestivo

El pasado 7 de noviembre se cumplieron 100 años del nacimiento de Albert Camus, creador de "El extranjero", obra que se adelantó a su tiempo y que celebra la libertad de los individuos, aunque estos tengan que pagar un alto costo por ejercerla en una sociedad "acostumbrada a mentir para simplificar la vida"

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elsalvador.com

Por Texto: Tomás Andréu - Ilustración: EDH

2013-11-09 8:00:00

Huérfano que rozó la miseria y la enfermedad, Albert Camus (7 de noviembre 1913 – 4 de enero 1960) encontró en las circunstancias de su realidad y de su época, los insumos para crear su propia ética y filosofía. A 100 años de su nacimiento, este rebelde del siglo XX sigue desbaratando los convencionalismos y la servidumbre de este tiempo con su pensamiento crítico y libertario.

Pobre, tuberculoso, becario, futbolista, filósofo, escritor, dramaturgo, ensayista y Premio Nobel de Literatura en 1957, Camus fue una existencia vital que encaja perfectamente en lo que el intelectual Hugo Zemelman (1931-2013) llamó el “pensamiento crítico capaz de mostrar las múltiples posibilidades de una situación dada que no expresan solamente la voluntad y el deseo de hacer, sino de hacer lo que se quiere hacer” y que no se deja ideologizar para crear un “presente potencial”, ese que asume las implicaciones y se hace cargo de ellas.

Camus nació en Mondovi —actual Drean— Argelia hace un siglo en el seno de una familia sencilla de colonos franceses. En 1937 publicó “El revés y el derecho”, una compilación de reflexiones sobre la pobreza, la miseria, la vida y la muerte. Esta última lo encontró a toda velocidad el día 4 de enero de 1960 en un accidente de tránsito. Tenía 47 años y como el mismo escritor decía, “mi obra no ha comenzado”, porque la apuesta de su renacer estaba en “El primer hombre”, la novela que vio la luz en la mitad de la década de 1990 y que significaba para el argelino-francés el parteaguas de su faena literaria y existencial.

“En resumen: voy a hablar de aquellos a los que quise. Y solo de eso. Será alegría profunda”.

Fue, sin embargo, “El extranjero” la obra que puso en boca de propios y extraños el nombre de Camus y es considerada también la extensión de “El mito de Sísifo”. Ambas consolidarían el concepto de “filosofía del absurdo”, misma que pregona que encontrar el significado de la vida es inútil porque el ser humano es limitado y por eso es necesario forjarse en cada momento un destino propio (libre de cualquier influjo) a pesar de que su condición y situación se encuentren en constante absurdidad en una “actividad sin sentido ni objetivo”.

“No hay nada más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.

El político

“Camus no es amigo de ningún jefe de Estado; buscaríamos en vano fotografías en su iconografía que le comprometan con jefes de Estado de países socialistas”, ha escrito el filósofo francés, Michel Onfray, quien no solo dedica unas líneas al legado de Camus, sino que arremete contra el ideólogo de izquierda, Jean-Paul Sartre, quien “solo impresiona a los que hacen tesis; la producción anticuada del filósofo ha envejecido 1,000 años desde la caída del Muro de Berlín; ya nadie duda de que su estrategia fue oportunista y arribista (…) Mientras tanto, Camus se ha convertido en un filósofo intempestivo, en el sentido nietzscheano de la palabra”.

Aunque ambos pensadores se reivindicaban de izquierdas, Sartre defendía la violencia para alcanzar la revolución social mientras que Camus, acusado de pasivo, entendía que el fin no justifica los medios.

Para Onfray, no obstante, “Camus inventa el pensamiento libertario de su siglo contentándose con aparecer en él como una figura rebelde y refractaria, con una moral recta y con una inteligencia crítica incorruptible e intransigente; dicho de otro modo: como un filósofo”. Y finaliza su apología aseverando que “el pensamiento libertario [de Camus] en el siglo XX cogió a todo el mundo desprevenido, incluidos, y quizás sobre todo, a los anarquistas enquistados. Su trayectoria singular nos ofrece lecciones para inventar el pensamiento libertario del mañana. Nunca se ha recurrido tanto a un filósofo para disipar el nihilismo de nuestra época decadente”.

Donde habita el olvido

En Argelia nadie celebró los 100 años de nacimiento de Camus. El Premio Nobel de Literatura paga todavía en Argelia el precio de su postura política, de sus reservas sobre la independencia argelina y su rechazo a los métodos violentos empleados por ambos bandos durante la contienda que nunca vería finalizar.

El Salón Internacional del Libro de Argel (SILA) no recogió entre sus homenajes ninguna ceremonia para recordar al autor de “La Peste”. Solo algunas librerías guardan en sus estanterías algunos libros del controvertido autor, escritos como fueron concebidos: en francés. Más de medio siglo después de su fallecimiento, nadie ha traducido en Argelia sus obras al árabe y los intelectuales y escritores argelinos continúan divididos sobre la figura de Camus.

El extranjero

“‘El extranjero’ es el mejor libro que escribió Camus”, afirma Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010?. El argelino-francés comenzó la novela en 1937, la terminó en 1940 y la publicó en 1942.

La obra tiene como protagonista a Meursault, un hombre desapegado de su entorno y ajeno a las convenciones sociales. Despojado de la hipocresía y de la mentira, “El extranjero” arranca con una frase estoica: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé”.

Meursault despierta sentimientos ambiguos: para unos es un hombre con una vida sin sentido e incapaz de lograr empatía por sus semejantes; para otros es un hombre libre, sin dogmas, incapaz de engañar y de engañarse.

“El héroe del libro es condenado porque no juega el juego [de la sociedad]. Rechaza mentir. Mentir no solo es decir lo que no es, también significa decir más de lo que es (…) lo anterior lo hacemos todos a diario para simplificar la vida (…) ‘El extranjero’ es la historia de un hombre que, sin actitudes heroicas, acepta morir por la verdad”, afirmaría el propio Camus.

Y Vargas Llosa remata: “La tragedia que Meursault simboliza es la del individuo cuya libertad ha sido mutilada para que la vida colectiva sea posible. Eso, su individualismo feroz, irreprimible, hace que el personaje de Camus nos conmueva y despierte nuestra oscura solidaridad: en el fondo de todos nosotros hay un esclavo nostálgico, un prisionero que quisiera ser tan espontáneo, franco y antisocial como es él”.