“Mi esposa está contenta que recuperé el peso que tenía antes…”

El considerado uno de los actores más sensuales de Hollywood tuvo que bajar hasta 47 libras para protagonizar el filme "Dallas Buyers Club"

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elsalvador.com

Por Fabián Waintal Corresponsal en Hollywood escena@elsalvador.com

2013-11-29 7:00:00

El mismísimo Matthew McConaughey que tantas veces figuró en la lista de los Actores Más Sensuales de Hollywood, aparece ahora como uno de los menos glamorosos, como un enfermo de sida en la película “Dallas Buyers Club”. Completamente irreconocible, nos recibió en exclusiva para hablar de semejante transformación, con un personaje que bien lo puede llevar a la nominación de un Óscar.

¿Cómo va la vida?

— Muy bien, mi vida está en llamas (Risas).

¿Por lo visto dejaste de tomar mate?

— No, no, pero hoy pedi té negro hawaiano.

¿Estás recuperando de a poco el peso que perdiste con la filmación de “Dallas Buyers Club”? En la pantalla das miedo, con tan poco peso.

— Ya van tres meses que no paso las 175 libras, pero antes pesaba 182, así que voy bien.

¿Cuánto peso perdiste?

— Perdí 47 libras.

¿Y qué tan difícil resultó el proceso para perder tanto peso?

— Primero, me reuní con un nutricionista para saber exactamente cuantas calorías necesitaba y cuantas comidas iba a tener. Una vez que controlé ese tema y empecé a rechazar las clásicas cenas con amigos en los clásicos restaurantes, salió todo bien. Tenía un plan muy bien marcado y contaba con mi esposa preparándome las comidas, porque yo tampoco quería salir a buscar comida, no. Necesitaba una dieta muy controlada y una vez que lo organicé, todo fue mucho más fácil.

¿Qué comías exactamente?

— Mucho más de lo que te imaginas. Comía todo supersaludable, en pequeñas porciones, cinco onzas de pescado para el almuerzo con una taza de vegetales y cinco onzas de pescado en la cena.

¿No sufriste nada de hambre?

— No. Estaba siempre comiendo. Y cuando empecé, pasó algo muy extraño. Mi cuerpo supo, recibió el mensaje que no lo iba a alimentar más y sentí que perdía peso solo. Una vez que llegué al peso que quería llegar, tampoco quise bajar más pero aunque empecé a comer mejor, mi cuerpo todavía quería seguir bajando de peso, porque en cierta forma se había vencido.

Muy cerca de la mismísima ciudad de Dallas donde transcurre la película, en la texana ciudad de Uvalde, Mathew McConaughey nació el 4 de Noviembre de 1969. Con un padre que se dedicaba al negocio petrolero, Matthew buscó un destino completamente diferente, viajando por un año a Australia donde incluso se ganó la vida lavando platos. De vuelta en Estados Unidos, pensó en seguir la carrera de abogado, cuando se inscribió en la Universidad de Texas, aunque terminó cambiando de carrera, por el cine. Al principio, solo trabajó como actor en comerciales locales, pero cuando lo contrataron para un par de escenas de la película “Dazed and Confused”, terminó con un personaje más importante, gracias a las buenas improvisaciones del rodaje. También en Texas, filmó con Renee Zellweger la película “Texas Chainsaw Massacre’ y ‘A Time To Kill” con Sandra Bullock (con un romance que también siguió detrás de cámaras). En un momento, llegaron a compararlo como un nuevo Paul Newman y hasta Steven Spielberg lo llamó para trabajar en la película “Amistad”. El cine de comedia romántica lo convirtió en superstar, al lado de Jennifer López en “The Wedding Planner” y con Kate Hudson en “How to Lose a Guy in 10 Days”. También tuvo un largo noviazgo con Penélope Cruz, cuando juntos filmaron “Sahara” y ni siquiera se casó cuando su novia Camila quedó embarazada… dos veces, hasta que justo antes de tener el tercer hijo, finalmente dio el sí, dejando de ser el soltero más codiciado de Hollywood, el día de su casamiento, el 9 de junio de 2012.

Desde la última vez que nos vimos, finalmente te casaste, pero la decisión vino después de tener dos hijos…

— … antes del tercero.

Pero me acuerdo cuando en nuestra última entrevista, comentaste que la única que insistía en que te cases, era tu madre ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

— Supongo que llegó el momento correcto, queríamos hacerlo.

¿Y qué opinó tu esposa de tu nuevo físico en la película “Dallas Buyers Club”?

— Ella dice que mejoré como bailarín, con tan poco peso (Risas).

En serio: ¿No opinó para nada?

— Ella me apoya en el trabajo que necesito. Supongo que ahora mi esposa está contenta que recuperé el peso que tenía antes, pero siempre tuve su completo apoyo.

Con una producción de apenas cinco millones de dólares y solo 25 días de rodaje, Matthew McCounaughey filmó la película “Dallas Buyers Club” a toda velocidad, sin puesta de luces y con cámara en mano, siempre filmando. Hasta la edición apenas duró otros 20 días, en base a una verdadera historia donde solo agregaron la ficción en los personajes que lo rodean. Pero es completamente real la vida de un homofóbico que terminó ayudando a la comunidad homosexual, cuando los médicos le diagnosticaron apenas 30 días de vida, por tener el virus del sida. A punto de morir y casi en bancarrota, la película también muestra como intentó lo imposible por sobrevivir a pesar de tener las estadísticas en su contra. Y “Dallas Buyers Club” ilustra la supervivencia que lo convirtió en una enciclopedia de medicamentos antivirales, pruebas farmaceuticas y la lucha marginal contra las leyes que no le permitían aprovechar tratamientos o medicinas alternativas. Y detrás de esa historia verdadera, delante de la pantalla, está Matthew McConaughey.

¿Qué es lo que tanto te gustó de este guión, para aceptar semejante desafío?

— Yo había leído el guión, tres años antes de hacer la película. Me acuerdo que había escrito “Hombre! Este guión tiene alas”. Y aunque seguí filmando otras películas, siempre tenía el guión encima de mi escritorio, buscando que fuera mi próximo trabajo. La historia me parecía increíble y muy original. Lo que hizo este vaquero, con una educación de séptimo grado, un mujeriego que se contagia del sida y tiene apenas 30 días para vivir… se convirtió en un absoluto científico en los siete años que sobrevivió. Aprendió por si solo, investigando, para saber más sobre la enfermedad y el coctel que necesitaba para sostener una vida saludable por más tiempo. Es increíble que alguien como él supiera mucho más que los doctores. Y eso, me pareció una gran historia.

¿Qué harías si realmente te quedaran 30 días para vivir?

— ¡Sabía que me lo ibas a preguntar! Pero no sé, realmente no lo sé. A lo mejor por eso me casé (Risas).

¿Me vas a decir que nunca lo pensaste, después de haber filmado una historia parecida?

— La verdad, no lo pensé. Lo único que pensé es lo que haría el verdadero Ron. Y el primer pensamiento que tuve fue una negación completa. Primero, tenía que pensar “No, están equivocados”. Y de a poco, él se va dando cuenta y trata de disfrutar más el poco tiempo que le queda de vida, con todo tipo de fiestas, hasta que se da cuenta donde fue que se contagió. Pero la verdadera desesperación y el miedo no lo tocan hasta que se va a México y piensa “Y si es verdad?” Toda ese odio generó mucha más energía que cualquier otra emoción, es realmente la emoción que ayudó a tanta gente vivir: la furia, la absoluta furia.

¿El hecho de haberse contagiado de sida en una ciudad como Dallas, muy cerca de donde naciste, crees que empeoró la situación?

— Es que en ese entonces, el sida solamente era común en los homosexuales. Con un heterosexual con sida, mucha gente dudaba is realmente era heterosexual. Esa sospecha todavía existe hoy. Pero en aquel tiempo, era una frontera completamente nueva. Nadie sabía que hacer, ni siquiera los doctores. Había toda clase de conspiraciones de donde había venido, quien la tenía, quien se podía contagiar. Y nadie tenía respuestas. Nadie en el país estaba completemante seguro como te podías contagiar.

¿Qué edad tenías en aquella época?

— Yo tenía 16 años y no me acuerdo claramente, pero hasta Magic Johnson, un basquetbolista tan famoso llegó a contagiarse y me acuerdo perfectamente que algunos jugadores incluso no querían jugar con él, por miedo a contagiarse. Nadie sabía. No sabías si podías contagiarte simplemente con estrechar la mano. Había gente que decía que con solo mirar un enfermo, te contagiabas. Había toda clase de tabúes y supersticiones. Nadie salió a decir “Esta es la verdad y esto es mentira”. Había demasiadas preguntas y muy pocas respuestas, si te podías contagiar con la saliva o al tocar el sudor, si solo era por la sangre, qué pasaba si en un corte la sangre volaba en el aire y te pegaba en tu ojo? Nadie sabía las respuestas. Y no solo pasaba en el sur de Estados Unidos, en Texas. Fue algo mundial.

¿Era la época en que también te habías decidido por la actuación?

— Bueno, no. En ese entonces todavía no me había decidido por la actuación. Todavía estaba estudiando, recién había sacado mi licencia de conducir. Eso era lo que más me interesaba (risas). Había ahorrado lo suficiente para comprar mi primer camión. Solamente pensaba en eso.

¿Es verdad que en un principio, quisiste ser abogado en vez de actor?

— Sí, pero antes, me fui por un año a Australia, por un intercambio de estudiantes… porque no estaba seguro de lo que quería hacer.

¿Ese fue el año que te ganaste la vida lavando platos?

— Bueno, lavé algunos platos pero tampoco me pagaron por eso. Tuve once trabajos diferentes, pero ese no fue uno de ellos. Lavaba los platos en las casas donde vivía. Porque a los 18, como cualquier chico, no sabía lo que quería hacer y mi madre me dio la gran idea de viajar. Ella sabía que me encantaba viajar. Y recién después de un año en Australia, fui a la Universidad de Texas, en Austin, donde pensaba seguir abogacía.

¿Y cómo llegó el cambio por la actuación?

— No llegó hasta el final del primer año de la universidad, en el momento en que tuve que llenar los créditos generales, donde a los nuevos no los transfieren si cambias la agenda del curso. Empecé a ponerme un poco nervioso con la idea de convertirme en abogado. En ese entonces, quería entrar en el negocio de contar historias. En algún momento me fijé en mis diarios de aquel entonces y estaba mucho más interesado en la actuación de lo que concientemente decía. Pero no es algo que figuraba en mi sueño más vernáculo. No me parecía algo suficientemente tangible. Venía de un lugar donde había que empezar desde abajo. Y decidí estudiar cine, pero detrás de cámara, pensando incluso “Ah, yo no quiero ser actor”. Pero de nuevo, cuando me acuerdo, incluso cuando dirigía, me ponía a mostrarle a la persona como quería que actuara. Así que sin saberlo… siempre quise ser actor. Y fue un verano de 1992, que finalmente me decidí por la actuación como una forma de vida.

Y nunca más dejaste de trabajar como actor, pero últimamente los críticos de cine te tratan con más cariño ¿Notas alguna diferencia en tu trabajo?

— Busco muchas más experiencias, tiene que ver con las decisiones que tomo, al menos ahora. La experiencia siempre tiene que ver con la decisión que yo tome. Muchas veces dije que quiero buscar algo que me de un poco de miedo, algo que no me lo pueda sacar de la mente. Eso lo explica todo.

¿Le prestas atención a las críticas?

— Seguro. Bueno, las buenas críticas constructivas, porque no hay malas criticas constructivas. Hay críticas malas que algunos escriben incluso antes de verme, solo porque no les caigo bien. Y están las que son buenas antes de verme porque les caigo demasiado bien. Y te digo que leí todas mis críticas malas, unos años atrás, era un archivo muy grande (risas), las leí todas, pero con el tiempo fueron mejorando.

¿Qué ayudó?

— Siempre hay una separación entre lo que uno hace como actor, con lo que se graba en cámara y después se edita para el resultado final. Siempre hay una separación. Y mi objetivo siempre fue tratar de minimizar esa separación, donde lo que quería hacer también se viera en el cine. Esa era mi meta. No siempre funciona así. Por eso hay actores que quieren producir y dirigir, para tener más control de ese ángulo. Pero de verdad, hubo veces en que he leído críticas constructivas donde dije “Es cierto, tiene razón”.