Es el presidente investigador del Grupo Internacional para la Paz, especialista en la neuropsicofísiología cognitiva. Sus valiosas investigaciones lo han llevado a ofrecer más de 2,500 conferencias al rededor del mundo y aún continúa apilando solicitudes hasta enero de 2016 en los cinco continentes.
Se trata de Ricardo Castañón Gómez, quien llegó al país para exponer el impacto de la palabra y la importancia de la naturaleza espiritual y en cómo puede ayudar a construir un mejor país.
“La palabra que sana y la palabra que hiere” fue el tema de una de sus ponencias ¿en qué radica la importancia de entender este término?
Nosotros utilizamos la palabra en muchos contextos y es nuestro vehículo de la comunicación, pero no siempre pensamos qué produce una palabra mal dicha o una bien dicha (…) Hay que crear conciencia de que la palabra impacta al cerebro de manera física y crea huellas, pero no abstractas sino huellas biológicas, físicas porque cuando decimos algo y retenemos esa información las neuronas forman una huella que se llama grafoneura y sobre esa huella queda un modelo de comportamiento de manera positiva o negativa.
¿Cuál sería la propuesta para evitar que una persona influya de manera negativa a través de lo que dice?
Propongo un término que se llama Eufonía, “EU” proviene del griego que designa lo positivo y “FONOS” la voz. La eufonía nos enseña que siempre hay una palabra que designa algo pero la personalidad eufónica busca la palabra adecuada, equilibrada para decir algo. Si a tu hijo lo vas a corregir usa una palabra armónica que le cree conciencia, pero si una persona es autoritaria, decide todo de forma vertical puede ayudar a formar una huella desadaptativa.
¿Cuál es el objetivo de los talleres y charlas que impartió en el país?
Los talleres de transformación interior tratan de darle un método a la persona afín a su razón y su emoción, terminando con la parte espiritual trata de explicar porqué somos como somos pero qué podemos hacer para cambiar.
¿Qué debemos entender por ‘naturaleza espiritual’?
Me preocupa que el hombre se ha concentrado demasiado en el modelo académico y pragmático y ha descuidado mucho la vida interior, es decir, la naturaleza espiritual. Y por espíritu entiendo esta naturaleza interior, esa imagen y semejanza que el hombre tiene con Dios que nos da una proyección más trascendente.
¿Cómo un hombre de ciencia propone que un método espiritual converja con lo pragmático?
Yo vengo del ateísmo, me he formado en la escuela de “Jean Paul Sartre”, pero luego de que tuve el privilegio de realizar dos investigaciones en el que unas hostias consagradas sangraban, un caso en Buenos Aires y el otro en México en donde luego de estudiarlas en diferentes laboratorios del mundo se descubrió que en la sangre que se coagulaba había músculo del corazón, tejido vivo (…) yo pensaba que eran fenómenos parapsicológicos, pero cuando demostré que esto realmente era una expresión de la naturaleza espiritual que se manifestaba, hizo cambiar mi vida.
Finalmente, ¿qué mensaje desea transmitirle al país?
Mi interés es que las personas tomen conciencia de que no solo somos responsables de cómo conducimos nuestras vidas sino de cómo plasmamos el comportamiento de los demás, y me refiero a los padres con sus hijos.