El sello salvadoreño según la diseñadora Sara Hernández

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elsalvador.com

Por Jhoel Díaz @jhoel_diaz

2013-08-05 8:00:00

Su éxito en el diseño de los uniformes para la selección de atletas salvadoreños en las Olimpiadas 2012, en Londres, legitimó su talento y capacidad, gracias a la mención de Fashion Police en E! Entertainment. Es así como en sus próximos trabajos, Sara Hernández quiere ir más lejos con una propuesta a favor de la cultura salvadoreña.

Tras estudiar Diseño de Moda en Italia, ¿cómo decidiste venir a hacer moda en el país?

—Yo quería quedarme en Europa; era mi sueño, trabajar para un diseñador grande. Pero la crisis económica comenzaba (2009) y en Italia pegó muy fuerte, no le daban permiso de trabajar a ningún extranjero, habían miles de inmigrantes y yo era una más. Y en España salió una oportunidad, pero decidieron que ayudarme a sacar mis papeles iba a significar demasiado gasto. Me regresé deprimida y un poco enojada con la vida. Pero un día fui a caminar por los almacenes de telas, y dije “para qué estarme quejando, mejor me pongo a hacer algo” y comencé mi primera colección de 18 vestidos. Monté mi taller en Santa Elena y cada día aprendía haciendo.

¿Cuándo llegó el momento para pensar en meter a El Salvador en tu creación?

—En 2011 pasé por una crisis existencial. Estaba haciendo lo que me gustaba, pero no me sentía llena. Entonces decidí que cada día lo iba a ver como una lección de vida, y la primera fue inspirarse… en una de esas encontré que rescatar nuestra identidad debería ser la misión de todos, que si queríamos ser alguien afuera no podíamos llegar con productos que ya estaban hechos; tenía que ser algo nuevo, que contaran algo nuestro. Así presenté la colección “Cristales negros”, inspirada en un corazón roto. Fue el momento en que renací… Creo que todos debemos ir a esa oscuridad que no nos deja crear, sacarla de alguna manera y ya, seguir con la vida.

¿Cómo llegaste a diseñar los uniformes olímpicos?

—Fue una iniciativa del Comité Olímpico de El Salvador. Invitó a siete diseñadores, entre ellos varios de renombre… Estaba Francesca Miranda (y yo dije “es paja”, no tenemos la misma experiencia), pero al final ella no aplicó, aplicamos solo tres, Rodrigo Palacio y Jorge Arguett con un jurado a puerta cerrada. En esos días había ido a Nahuizalco con mi esposo, y decidí usar las técnicas artesanales, pero de una forma moderna. Dije que esa era la oportunidad para hacer lo que de verdad a mí me gustaba, y ganó.

¿Eran solo los bocetos o trajes ya confeccionados?

— En bocetos. ¡Eso fue lo peor de todo! Yo dije: “lo vamos a hacer así”, pero el desarrollo del prototipo fue yuca…

¿Hubo otras repercusiones además de la mención de Fashion Police?

— Una marca de Estados Unidos me contactó para poder desarrollar una colección de accesorios en cuero. Estuvimos en el proceso, pero nos dimos cuenta de que El Salvador no está listo para ser competitivo en accesorios de cuero, porque no hay innovación en la materia prima.

¿Hubo reconocimientos?

—Medio Lleno me nombró salvadoreña del mes y la revista Vanidades me nombró Mujer Destacada en el ámbito de la Moda. Los reconocimientos son buenos, pero yo creo que si los obtenés, qué bien, y si no, también. Uno no tiene que fijarse tanto, aunque sí me dan seguridad de que estoy haciendo bien las cosas. Uno tiene que hacer las cosas por su satisfacción propia, buscando hacer lo que a uno le apasiona, buscando cosas que puedan traer un cambio positivo en su entorno.

Tu siguiente colección se inspiró en elementos del país…

— Para Kaleidoscopio de este año decidí inspirarme en la obra de Nicole Schwartz, que es una interpretación propia de los tejidos tradicionales, y en los árboles de maquilishuat. Gracias a la tienda “The Backroom” pude hacer una producción y comercializarla y ha tenido buena respuesta.

¿Qué proyectos se vienen para ti en lo que resta del año?

—Hay tres grandes. Uno es relacionado con una empresa privada. Un segundo está relacionado con la Comisión Nacional de Micro y Pequeña Empresa (Conamype). El plan es hacer algo trascendental con las técnicas artesanales del país: durante los próximos cuatro meses haremos visitas con artesanos en ocho municipios para poder desarrollar prototipos. La idea es utilizar técnicas artesanales y convertirlas en productos competitivos a nivel internacional, que puedan convertirse en tendencia, que puedan estar en un almacén.

Y el tercero es una iniciativa entre Emma Schonnenberg (diseñadora de superficies, estampados) y yo. Se trata de alabar el diseño hecho en El Salvador junto a un grupo de diseñadores, demostrándole a los consumidores que nuestros productos están a la altura de cualquier otro. Con Emma hemos comenzado a trabajar juntas en diferentes proyectos e iniciativas que estamos organizando para nuestro futuro. Vamos a cambiar el diseño en El Salvador (risas). Habrá una sorpresa en noviembre o diciembre.

¿Dónde te ves en 10 años?

—Viajando por el mundo, promoviendo la cultura salvadoreña. (Sobre una boutique) todo depende de los inversionistas. Para ejecutar una idea necesitas recursos, necesitas a alguien que se la juegue, gente que se abra y le interese rentabilizar su dinero de una manera interesante, eso es lo que los diseñadores necesitamos. La industria de la moda es de millones.

¿Qué pasó con tu concepto de “showroom”? (ver fotografía principal)

—Fijate que quería abrir un espacio donde la gente pudiera ver lo que estaba creando en el momento, piezas únicas que se pudieran llevar fácilmente. Una de mis motivaciones siempre es trabajar en colaboración. Invité a trabajar a Malu, una grafitera muy talentosa; a Sara Boloñe, que es una artista en barro y cerámica; a Baltazar Portillo, que es un artista en metal, y a La Vecindad, que es un colectivo de diseñadores. La idea era abrir en diciembre, tal vez el próximo.

¿Qué idea es la que Sara quiere vender a los salvadoreños?

—Que se atrevan a usar cosas producidas en El Salvador, que las referencias internacionales no son las únicas en el mundo y que valoren el trabajo de los emprendedores. Nosotros no somos maquila, no podemos hacer cosas a gran escala. El nuestro es un trabajo minucioso, pero hecho con mucho amor.